Por Florencia G. Rusconi (*)
La Navidad es un hito mundial. En todas partes se celebra. Recuerda un hecho que marcó la historia: el nacimiento desconcertante de Jesús, quien con sólo tres años de predicación cambió por completo la cultura. Belén es la antesala de las bienaventuranzas del Sermón del Monte.
Seguramente la Navidad, tal como la conocemos, tiene muchos aspectos míticos. Así lo dicen los expertos y lo reconoció el papa Benedicto XVI en su obra sobre Jesús de Nazareth. Se pone en duda que haya ocurrido un 24 de diciembre, fecha que marcaba una importante fiesta romana. Poco importa. Lo esencial es que vino al mundo un personaje excepcional que supo despertar los mejores valores de sus semejantes y cuyo legado hasta ahora mueve a una multitud de creyentes y es apreciado por la inmensa mayoría de los no creyentes.
Su mensaje no tiene fronteras ni conoce de discriminaciones y normas que ahoguen la libertad. Es de paz para todos. Se juega en el amor y la misericordia. No en la descalificación o la violencia.
Es cierto que la Navidad se celebra desde tiempos inmemoriales, pero, aunque cueste de creer, la Navidad, o al menos tal como conocemos sus festividades, comenzó en Inglaterra a mediados del siglo XIX de la mano de un escritor que necesitaba desesperadamente dar forma a un bestseller para ganar dinero y sustentar así a su cada vez más numerosa familia.
El escritor en cuestión se llamaba Charles Dickens y el año era 1843. Dickens era por entonces un autor muy famoso, seguramente el novelista más destacado del país y también una de las primeras celebridades literarias de la historia. Eso que ahora llamaríamos un “fenómeno”. Sus libros se vendían por miles y sus artículos de periódicos eran reverenciados.
La razón por la escribió Cuento de Navidad
En un año marcado por la crisis económica y las desigualdades sociales, Dickens escribió Cuento de Navidad, en el que denunciaba la avaricia y la indiferencia y defendía la bondad, la empatía y la solidaridad.
Descubrimos el contexto histórico y social que inspiró al autor para crear una obra que se convirtió en un fenómeno social y cultural en la época (y que aún sigue vigente).
Cuento de Navidad (A Christmas Carol. In prose. Being a ghost story of Christmas, en su título original) es una de las obras más famosas y populares de Dickens, el célebre escritor británico del siglo XIX. Se trata de una novela corta que narra la transformación de Ebenezer Scrooge, un anciano avaro y egoísta, que recibe la visita de cuatro fantasmas en la víspera de Navidad: el de su antiguo socio Jacob Marley y los de las Navidades pasadas, presentes y futuras. Estos espíritus le muestran los errores de su vida y le enseñan el verdadero significado de la Navidad: la bondad, la caridad, la empatía y la solidaridad.
Sin embargo, ¿qué motivó a Dickens a escribir esta historia? ¿Qué influencias y experiencias personales se reflejan en ella? ¿Qué impacto tuvo en la sociedad y la cultura de su época y de las posteriores?
Dickens escribió y publicó Cuento de Navidad en 1843, un año marcado por la crisis económica, la pobreza, el trabajo infantil y las desigualdades sociales en el Reino Unido. La crisis económica se originó por la caída de los precios de los productos agrícolas y manufactureros, la competencia de otros países industrializados, la escasez de materias primas y la inestabilidad monetaria. El comercio exterior se redujo, las inversiones se paralizaron y el desempleo se disparó. Muchas fábricas, minas y granjas cerraron o redujeron su actividad, dejando a miles de trabajadores sin ingresos ni recursos.
La crisis social se manifestó en el aumento de la pobreza, el hambre, la enfermedad y la mortalidad. Los sectores más afectados fueron los campesinos, los obreros y los artesanos, que vivían en condiciones deplorables, hacinados en barrios insalubres y sin acceso a servicios básicos como el agua, el saneamiento, la educación o la salud. El trabajo infantil se extendió como una forma de sobrevivir, sometiendo a los niños a jornadas extenuantes, salarios miserables y riesgos para su integridad física y mental
Teniendo todo esto en cuenta, Dickens, que había vivido en su propia infancia las penurias de la clase obrera, era un crítico acérrimo de las injusticias y las condiciones de vida de los más desfavorecidos. Por eso, en muchas de sus obras, como Oliver Twist o David Copperfield, denunció la realidad social de su época y abogó por una reforma educativa, sanitaria y legal que mejorara la situación de los más necesitados.
Así, el escritor se inspiró en su propia experiencia, en las personas que conoció y en las tradiciones populares para crear Cuento de Navidad.
Por ejemplo, el personaje de Scrooge se basa en parte en su padre, quien fue encarcelado por deudas cuando él era niño, y en parte en un empresario llamado John Elwes, famoso por su tacañería. El personaje de Bob Cratchit, el empleado de Scrooge, representa a la clase trabajadora, que sufre la explotación y la miseria. El personaje de Tiny Tim, el hijo enfermo de Bob, simboliza la inocencia y la fragilidad de la infancia.
Los fantasmas de la Navidad, sin embargo, se inspiran en las leyendas y los cuentos de hadas que se solían contar en esa época del año. El ambiente navideño refleja las costumbres y los valores que Dickens apreciaba y quería preservar, como la familia, la amistad, la generosidad y la alegría.
El mensaje de Cuento de Navidad
Dickens escribió Cuento de Navidad en sólo seis semanas, con un estilo ágil, sencillo y directo, que buscaba llegar al mayor número de lectores posible, siendo oficialmente publicada por Chapman & Hall el 19 de diciembre de 1843. Según Claire Tomalin, autora de Charles Dickens: a life (2011), el escritor recorría las calles de Londres en largas caminatas nocturnas de hasta 32 kilómetros, mientras imaginaba la mayor parte de la novela en su mente.
La obra se divide en cinco capítulos, llamados estrofas, que siguen una estructura lineal y cronológica.
El narrador es omnisciente y utiliza un tono irónico, humorístico y emotivo, que contrasta con la seriedad y la oscuridad de algunos pasajes. Los personajes, a su vez, son planos y simbólicos, es decir, no evolucionan a lo largo de la historia, salvo Scrooge, que es el único que experimenta un cambio radical.
Los diálogos son breves y expresivos, y sirven para caracterizar a los personajes y avanzar en la acción. Los escenarios son realistas y detallados, y crean una atmósfera de contraste entre la opulencia y la pobreza, la luz y la sombra, el frío y el calor, el pasado y el presente.
El mensaje de Cuento de Navidad es claro y universal: la Navidad es una época para compartir, para ser generoso, para perdonar y para ser feliz. Dickens quería transmitir a sus lectores la idea de que el dinero y el poder no son lo más importante en la vida, y que la avaricia y el egoísmo sólo conducen a la soledad y al sufrimiento.
Al mismo tiempo, quería hacer una crítica social y una llamada a la conciencia de los más ricos y poderosos, para que se sensibilizaran con la situación de los más pobres y desvalidos, y contribuyeran a mejorarla.
Dickens creía en la bondad humana y en la posibilidad de la redención, y por eso mostró que Scrooge, el personaje más mezquino y cruel, era capaz de cambiar y de convertirse en un hombre nuevo, gracias a la intervención de los fantasmas y a la influencia de la Navidad.
El impacto y la vigencia de Cuento de Navidad
Cuento de Navidad fue un éxito desde su publicación, agotándose en tan solo cinco días, y se convirtió en un clásico de la literatura universal. La obra ha sido adaptada al cine, al teatro, a la televisión, al cómic y a otros formatos, y ha influido en numerosos autores y obras posteriores.
Tras ser publicado el 19 de diciembre de 1843, la primera edición de Cuento de Navidad se había agotado en Nochebuena, vendiendo 6.000 ejemplares en apenas una semana. Para finales del año siguiente, el libro iba ya por su 11ª reimpresión. El éxito permitió a Dickens ir de gira para realizar lecturas dramatizadas en Reino Unido y Estados Unidos, haciendo más de 127 actuaciones entre 1853 y 1870. Para cuando murió, las lecturas le generaban 45.000 libras, o casi la mitad del patrimonio neto de Dickens. Cuando Dickens no estaba disponible, la obra se representaba en el teatro. En un solo día de febrero, tan sólo dos meses después de la publicación del cuento, ya había tres representaciones simultáneas en distintos teatros de Londres. Tras la llegada del cine, la historia se ha adaptado en incontables ocasiones a través de películas como ¡Qué bello es vivir! (1946), La Navidad de Mickey (1983), Scrooged (1988) o Los fantasmas de mis ex novias (2009).
La historia ha trascendido el ámbito literario y se ha convertido en un referente cultural y social, que forma parte del imaginario colectivo y de la tradición navideña. Algunos de los personajes, los escenarios y las frases de la obra se han popularizado y se han incorporado al lenguaje común.
Por ejemplo, el nombre de Scrooge se usa para referirse a una persona avara y antipática, y la expresión ¡Bah, humbug! se emplea para mostrar desprecio o incredulidad.
La vigencia de esta pequeña novela se debe a que su mensaje sigue siendo válido y necesario en el mundo actual, en el que persisten las desigualdades, la pobreza, la explotación y la indiferencia.
La obra nos invita a reflexionar sobre nuestros valores y nuestras actitudes, y nos anima a ser más solidarios, más compasivos y más felices. Nos recuerda que la Navidad es mucho más que una fiesta comercial, y que su verdadero espíritu reside en el amor, la paz y la esperanza.
Dickens, quien era un gran amante de la Navidad, quiso recuperar el espíritu y el significado original de esta fiesta, y para ello se inspiró en sus propios recuerdos, en las tradiciones populares y en las obras de otros autores, como Washington Irving o Thomas Hood. Dickens quería mostrar que la Navidad era una época para compartir, para ser generoso, para perdonar y para ser feliz, y que estos valores eran universales y atemporales.
Lo cierto es que la obra tuvo un gran éxito desde su publicación, convirtiéndose en un fenómeno social y cultural. La obra influyó en la forma de celebrar la Navidad, tanto en el Reino Unido como en otros países, y contribuyó a revitalizar y a renovar muchas de las costumbres y los símbolos navideños. Por ejemplo, popularizó el uso de las tarjetas de felicitación, el árbol de Navidad, el pavo asado, el ponche, el muérdago, los villancicos, el intercambio de regalos y la visita de Papá Noel o Santa Claus.
La popularidad del cuento, y la imagen de Dickens como embajador de la Navidad, le llevaron a escribir cuatro libros navideños más dedicadas a la fiesta que celebra el cariño y el altruismo, que contienen una fuerte crítica a la sociedad de su época: Las campanas, El grillo del hogar, La batalla de la vida y El hechizado. Ninguno alcanzó la popularidad del Cuento de Navidad. Ni siquiera las otras grandes obras del autor, como Oliver Twist o Grandes esperanzas, han superado nunca el éxito de su cuento navideño.
Era deseo de Dickens ser enterrado en la catedral de Rochester, “de forma barata, sin ostentaciones y de forma estrictamente privada”, pero lejos de ello, tras su fallecimiento a causa de una apoplejía el 9 de junio de 1870, el escritor fue enterrado con todos los honores en la llamada “esquina de los poetas” de la abadía de Westminster.
Cuando Dickens falleció, se contaba que una joven preguntó: “¿El señor Dickens ha muerto? Entonces, ¿morirá también Papá Noel?”.
(*) Abogada. Docente jubilada de Cátedra Derecho Internacional Público. Facultad de Derecho (UNC)