jueves 19, diciembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Capadocia desde el cielo: la experiencia de volar en globo 

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Sobrevolar la región turca a bordo de estos coloridos colosos de las alturas se ha convertido en el anhelo de miles de viajeros del mundo,  y pese a ser visto en miles de videos e imágenes en las redes sociales, la vivencia es inolvidable

Capadocia, en el corazón de Turquía, es mucho más que un paisaje de formaciones rocosas surrealistas, históricas ciudades y monasterios construidos en cuevas a principios de siglo y valles que parecen salidos de un cuento. 

Además de ser visitada por su particular relieve geográfico y su pasado como refugio de antiguas civilizaciones, esta región mágica ofrece la experiencia única de sobrevolarla en un globo aerostático. 

Desde el momento en que se contrata el tour hasta el brindis con champagne al aterrizar, cada detalle está diseñado para dejar una huella imborrable en quienes se animan a vivir esta aventura.

El viaje en globo comienza mucho antes de que uno se eleve en el aire. Planificar la experiencia es parte del encanto, y hoy en día, gracias a sitios online de excursiones como Civitatis, reservar un vuelo en Capadocia es más sencillo que nunca. Esta plataforma permite comparar precios, leer opiniones de otros viajeros y elegir entre múltiples operadores certificados que garantizan seguridad y calidad.

Una vez hecha la reserva, el operador confirma los detalles logísticos. La mayoría de los vuelos se programan para antes del amanecer, el momento perfecto para disfrutar de los colores del cielo al despuntar el día. La noche previa, se recibe un mensaje con la hora exacta de recogida en el hotel.

Y aquí surge otro detalle especial del destino: muchos viajeros optan por alojarse en los famosos “hoteles cueva”, antiguas residencias excavadas en la roca que hoy funcionan como alojamientos de lujo o boutique. Despertarse en estos establecimientos para comenzar esta vivencia hace que la jornada sea aún más memorable.

El despertador suena temprano, normalmente entre las 4 y las 4:30 de la mañana en verano y entre las 5 y 6 de la mañana en invierno. El miniván que traslada a los pasajeros desde el hotel se sumerge en un vasto territorio en plena oscuridad, iluminado solo por las estrellas y la luz de la luna. Al estacionar, mientras se combate el frío y el sueño con un café caliente y un pequeño desayuno ligero, decenas de globos aerostáticos gigantescos comienzan a desperezarse a medida que son inflados con potentes llamaradas de fuego. Los colosos de colores van apareciendo por doquier, de cerca y de lejos, cual estrellas en la noche, regalando un espectáculo emocionante que se suma a la ansiedad, los nervios y la inquietud por lo que está por venir.

Cada globo puede llevar a bordo entre 16 y 20 personas, distribuidas en cestas amplias y compartimentadas para mayor comodidad. Antes de subir, el piloto brinda una breve charla de seguridad y explica cómo será la actividad. Luego, uno a uno, los pasajeros ocupan su lugar en la canasta y el globo comienza a elevarse suavemente.

El despegue es tan gradual que, antes de darse cuenta, la tripulación ha dejado de tocar el suelo y el paisaje comienza a descubrirse cada vez más inmenso. A medida que se gana altura, el silencio se vuelve protagonista. Solo se escucha, de vez en cuando, el sonido del quemador ajustando la altitud. Es un momento místico: el valle de Capadocia, con sus formaciones de chimeneas de hadas, desfiladeros y cuevas, se despliega como un lienzo bajo los primeros rayos del sol.

El vuelo suele durar entre 45 minutos y una hora, dependiendo de las condiciones climáticas. Durante ese tiempo, el globo se desliza suavemente por los valles, permitiendo a los pasajeros admirar los detalles de las formaciones rocosas y las pequeñas aldeas que salpican la región.

Durante el viaje, el sol comienza a asomarse detrás de las montañas, pintando el cielo con tonos de naranja, rosa y dorado. A lo lejos, se distingue la silueta del monte Erciyes, el volcán que fue uno de los responsables de moldear esta geografía hace millones de años.

La vista es sobrecogedora. Las cámaras no paran de disparar, pero muchos toman la buena decisión de guardar el teléfono y simplemente contemplar. La sensación de paz es única: el aire frío de la mañana, el juego de colores en el cielo y el contraste con las rocas multiformes del terreno se combinan para crear un recuerdo imborrable.

El aterrizaje, aunque controlado, tiene su parte de adrenalina, ya que el piloto debe maniobrar dependiendo de la dirección y fuerza del viento y en muchos casos, se las rebusca para colocar la canasta sobre la cabina de una camioneta. Sin embargo, el equipo en tierra está preparado para asistir y garantizar que todo sea seguro y cómodo.

Una vez en tierra, los pasajeros son recibidos con una copa de champagne para celebrar la experiencia. El brindis, una tradición que se remonta a los primeros vuelos en globo, simboliza el éxito de la travesía y une a los participantes en un momento de alegría compartida.

Con el corazón y el alma colmados de gratitud, alegría y entusiasmo, quienes tuvieron la oportunidad de vivirlo exclaman a la par que la experiencia supera toda expectativa y es una gran muestra de todas las bellezas que ofrece este mundo y de lo pequeños que somos frente a la inmensidad de la naturaleza.

TIPS para tener en cuenta

  • Los vuelos en globo oscilan entre los 80 y 400 dólares según la época del año y la demanda.
  • Lo ideal es reservarlo con tiempo a través de la plataforma de Civitatis, que garantiza seguridad, calidad y seriedad de la experiencia.
  • Chequear que el vuelo sea sobre el Valle de Goreme y no en otra región de Turquía.
  • Destinar dentro del itinerario, dos o tres días en Capadocia, porque muchas veces los vuelos no salen por las condiciones climáticas.
  • Tomar muchas fotos, pero en algún momento dejarse llevar por la vivencia sin nada que interrumpa semejante experiencia.
  • Aunque el vuelo en globo aerostático es uno de los imperdibles de este destino, también vale la pena madrugar al día siguiente y disfrutar del espectáculo desde la terraza del hotel cueva en el Valle de Goreme, apreciando con una taza de café en la mano, como el cielo se va llenando de globos multicolores a la par del amanecer.

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