En el ámbito del deporte competitivo, la transición de un individuo del género femenino al masculino no presenta mayores problemas.
Cuando ni las características físicas ni los niveles de testosterona dan ventaja, el único requisito para el atleta trans es lograr las marcas necesarias para disputar con sus pares nacidos varones.
La transición de varón a mujer de deportistas que pretenden seguir compitiendo en categorías femeninas plantea otro escenario y, con él, muchos dilemas.
Uno de los problemas que se presentan es el temor de algunos dirigentes a tomar decisiones que puedan generar críticas desde un punto de vista ideológico.
No obstante, de cara a los próximos Juegos Olímpicos, se va dando una actualización normativa y, a futuro, será central definir si cabe o no permitir que atletas de élite con trayectoria como deportistas masculinos pasen a competir con o contra mujeres sólo bajando sus niveles de testosterona.
Los partidarios del denominado “café para todos” estiman que debe poder competir todo individuo que tenga un nivel de testosterona “legal”. En tanto, los detractores de esa política se inclinan por dejar excluir a algunas mujeres transexuales y promueven analizar cada caso por separado.
Desde 2015, el Comité Olímpico Internacional (COI) considera que los cambios anatómicos no son necesarios para preservar la competencia leal.
Bajo la normativa anterior, aprobada en 2003, los deportistas que hicieran la transición entre un sexo y otro no podían competir a menos que se hubieran sometido a terapia hormonal durante dos años y, para el caso de las mujeres trans, a cirugías de reasignación de sexo.
Luego, el COI regló que las atletas que cambien su sexo al masculino podrán competir sin restricciones y que quienes pasen a femenino tendrán que hacer un año de terapia hormonal antes de participar.
Los niveles “legales” de testosterona son y, casi con certeza, siempre serán innegociables.
Tokio
Los JJOO de Tokio fueron inéditos: tras una larga trayectoria como varón en la halterofilia, Laurel Hubbard (Nueva Zelanda), de 43 años por entonces, compitió contra mujeres.
La pesista hizo la transición a mujer a los 30, ganó la medalla de plata en el Mundial de 2017 y quedó sexta en el campeonato de Oceanía, en 2019, tras lesionarse. Un año antes, en 2018, la federación de halterofilia de Australia intentó excluirla de los Juegos de la Mancomunidad, sin éxito.
En la previa de Japón, la inminencia de la participación de Hubbard dividió opiniones y los críticos apuntaron a que, a pesar de que sus niveles de testosterona eran los requeridos, tenía ventajas innegables, porque entrenó y compitió mucho tiempo como hombre.
El debate sobre el “café para todos” ya estaba instalado cuando sobre el final de 2021, en el ultra competitivo mundo del deporte universitario de EEUU, la nadadora transexual Lia Thomas arrasó en los torneos de la Ivy League, que disputan ocho prestigiosas universidades del norte del país.
Testosterona
Thomas, de 22 años en aquel entonces, compitió como hombre hasta 2019 en el equipo masculino de la Universidad de Pensilvania. Lo hizo durante tres años. Tras manifestar su deseo de cambiar de género tuvo que cumplir la normativa de tratamientos para supresión de testosterona, entre 2020 y 2021.
Volvió al agua en noviembre de 2021, al equipo femenino, y desde entonces batió varios récords de la universidad y de la Ivy League.
El deporte universitario es un asunto serio en Estados Unidos: abre posibilidades educativas y comerciales impresionantes y tiene estrecha conexión con el profesional, un vínculo que no existe en otros países: aproximadamente el 80% de los deportistas olímpicos de EEUU son atletas universitarios, actuales o anteriores.
El desempeño de Thomas generó división en el mundo de la natación estadounidense y avivó la discusión de la “cuestión trans” en todos los deportes, y a escala mundial.
Un grupo de padres de nadadoras le envió una dura carta a la Asociación Nacional Deportiva Universitaria (NCAA, por sus siglas en inglés). “El precedente que se está sentando, en el que las mujeres no tienen un espacio protegido y equitativo para competir, es una amenaza directa para las atletas femeninas en todos los deportes”, dispararon los firmantes.
La jueza de la federación de natación (USA Swimming), Cynthia Millen, dimitió en protesta por la participación de Thomas. “Todo lo que hay de justo en la natación está siendo destruido”, escribió en su carta de renuncia.
“La natación es un deporte en el que los cuerpos compiten contra cuerpos. Las identidades no compiten contra identidades”, abundó.
“Los hombres siempre tendrán mayor capacidad pulmonar, corazones más grandes, mejor circulación, un esqueleto más grande y menos grasa”, agregó la dirigente.
Pubertad
Vía editorial, el medio especializado Swimming World dijo que si la NCAA no intervenía los efectos podrían llevar a las deportistas universitarias a reclamar por medallas perdidas por inequidad. “A pesar de los supresores hormonales que tomó, la ventaja de Thomas en la pubertad masculina no se redujo en una cantidad adecuada”, expuso el artículo.
“Durante casi 20 años desarrolló músculo y se benefició de la testosterona producida naturalmente por su cuerpo. Esa fuerza no desaparece de la noche a la mañana, ni con un año de supresores. En consecuencia, Thomas se sumerge en el agua con una ventaja inherente respecto a las demás”, enfatizó Swimming World.
Los argumentos de los detractores del “café para todos” toman algunas premisas que promueven respetados expertos, partidarios de una inclusión que no se desentienda del caso por caso y que reconozca la necesidad de considerar que la testosterona no gobierna la totalidad del rendimiento deportivo y que la memoria muscular de los ex atletas varones que entrenaron como tales no se puede ignorar.
Veto
Ahora, la Asociación Nacional Atlética Intercolegial (NAIA) de EEUU dictó una normativa que prohíbe la participación de mujeres transgénero en deportes femeninos.
La decisión del Consejo de Presidentes de la NAIA, que se tomó de manera unánime para preservar la equidad, estableció que solo las estudiantes que son mujeres biológicas podrán competir en las divisiones femeninas.
El veto incluye a las mujeres trans y a los estudiantes “no binarios” que estén recibiendo terapia hormonal masculinizante.
La organización informó que la medida es para garantizar oportunidades igualitarias pero separadas para competencias femeninas.
A diferencia de políticas más flexibles, como la del COI, que basan la elegibilidad en niveles hormonales y tratamientos de supresión de testosterona, la NAIA se inclinó por maximizar la protección a las atletas mujeres y se convirtió en la primera entidad en centrarse en el sexo biológico.
Cabe aclarar que el veto no aplica a “cheer” (porristas) ni a danza competitiva, disciplinas en las cuales todos los atletas podrán participar, independientemente de su identidad. Así, la NAIA tomó una idea interesante en el debate, a saber: que no necesariamente es correcto separar a hombres y mujeres biológicos en todas las disciplinas.
La NAIA recordó que la distinción de categorías de género en deportes se justifica en virtud de las ventajas que le dan la fuerza, la velocidad y la resistencia a los varones.
Derecho humano
“El deporte es un derecho humano, claro está, pero ¿competir en el deporte de elite es un derecho humano?”. El razonamiento le pertenece a Francisco López Frías, profesor de la Universidad Estatal de Pensilvania e investigador en el Centro de Ética Aplicada Rock Ethics.
En ese marco, López Frías señaló que el factor temporal de desarrollo del cuerpo y de las habilidades a lo largo de la vida se debe tener en cuenta para asegurar la justicia.
El experto alienta a mirar más allá de lo puramente biológico y a determinar quién tiene ventaja para asegurar el equilibrio competitivo. Paralelamente, resalta que el debate está muy ideologizado en el mundo.
Cabe precisar que una investigación sobre mujeres deportistas trans llevada a cabo en 2020 por Emma Hilton, de la Universidad de Manchester, y Tommy Lundberg, de la Universidad de Estocolmo, concluyó: “La ventaja biológica, más notablemente en términos de masa muscular y fuerza, conferida por la pubertad masculina y, por lo tanto, disfrutada por la mayoría de las mujeres transgénero, se reduce mínimamente cuando se suprime la testosterona”.