Por Luz Saint Phat / [email protected]
Una interesante investigación internacional detalla la importancia de desarrollar estrategias que posibiliten la protección de los niños y niñas. Se afirma que el cariño parental es una herramienta poderosa
En un mundo donde la violencia es noticia cotidiana y donde las problemáticas sociales se agudizan frente a las múltiples crisis que enfrentan los países, es importante preguntarse sobre cómo estas variables afectan el desarrollo cerebral de las infancias y la forma en que niños y niñas podrán vivenciar su adultez.
El documento, donde se presentan los avances del estudio, se denomina “La exposición a la violencia comunitaria como mecanismo que vincula las desventajas del vecindario con la reactividad de la amígdala y el papel protector de la crianza de los padres” y fue publicado en la revista Developmental Psychology.
La publicación fue escrita por un equipo de especialistas integrado por Gabriela Suárez (Universidad de Michigan), Alexandra Burt (Universidad Estatal de Michigan), Arianna Gard (Universidad de Maryland), Kelly Klump (Universidad Estatal de Michigan) y Luke Hyde (Centro de Investigación de Encuestas del Instituto de Investigación Social – Universidad de Michigan).
“Vivir en vecindarios con altos niveles de violencia puede afectar el desarrollo de los niños al cambiar la forma en que una parte del cerebro detecta y responde a amenazas potenciales, lo que podría conducir a una peor salud mental y otros resultados negativos”, aseguró la nota de prensa de APA donde se da cuenta de los hallazgos del estudio, al tiempo que indicó que “los padres cariñosos pueden ayudar a proteger a los niños contra estos efectos perjudiciales , según una investigación publicada por APA.
Al respecto, el investigador Hyde indicó que “décadas de investigación han demostrado que crecer en vecindarios con desventajas concentradas puede predecir resultados académicos, conductuales y de salud mental negativos en niños y adolescentes”, mientras también destacó que “investigaciones recientes están comenzando a mostrar que una forma de hacerlo es impactando el cerebro en desarrollo”.
Análisis
En esta línea, el equipo de trabajo en psicología planteó la hipótesis de que una de las formas en que la violencia afecta el desarrollo cerebral infantil es su incidencia en la amígdala centro del sistema nervioso ubicado en el cerebro y encargado de la respuesta ante el estrés, el funcionamiento socioemocional, el procesamiento de amenazas y el aprendizaje del miedo.
Así, dice el parte de prensa, varias investigaciones anteriores hallaron que “los niños que han sido abusados o descuidados por los miembros de su familia muestran -por ejemplo- una mayor reactividad en la amígdala cuando miran caras con expresiones negativas, temerosas o neutrales”.
Para abordar el último trabajo sobre este tema reseñado por APA, los investigadores analizaron datos de 708 niños, niñas y adolescentes de entre 7 y 19 años, pertenecientes a 354 familias inscritas en el Estudio Neurogénico de los Gemelos de Michigan.
Con relación a la muestra, vale señalar que la mayoría de los casos provenía de vecindarios rurales, suburbanos y urbanos de Lansing, Michigan y sus alrededores, los cuales están caracterizados por importantes niveles de pobreza y otras desventajas.
Específicamente, los adolescentes completaron una serie de encuestas que preguntaban sobre su exposición a la violencia comunitaria, su relación con sus padres y el estilo de crianza de sus padres. Además, a los participantes también se les escaneó el cerebro mediante resonancia magnética funcional mientras miraban rostros enojados, temerosos, felices o neutrales.
“En general -indicó el comunicado de prensa de APA- los investigadores encontraron que los participantes que vivían en vecindarios más desfavorecidos reportaron una mayor exposición a la violencia comunitaria. Y los participantes que informaron una mayor exposición a la violencia comunitaria mostraron niveles más altos de reactividad de la amígdala ante caras temerosas y enojadas”.
“Los resultados se mantuvieron válidos incluso cuando se controlaron los ingresos de una familia individual, la educación de los padres y otras formas de exposición a la violencia en el hogar, como la crianza dura de los padres y la violencia de pareja”, aseguró la misiva que reseña la investigación.
“Esto tiene sentido, ya que es adaptativo para los adolescentes estar más en sintonía con las amenazas cuando viven en un vecindario más peligroso”, aseguró Hyde sobre los resultados.
Aun así, el dato significativo que descubrió el equipo de especialistas fue que los padres cariñosos pudieron ser “capaces de romper el vínculo entre la violencia comunitaria y la reactividad de la amígdala”.
A pesar de vivir en un vecindario desfavorecido, los niños con padres más cariñosos e involucrados no tenían tantas probabilidades de estar expuestos a la violencia comunitaria, y para aquellos que estuvieron expuestos, tener un padre más cariñoso disminuyó el impacto de la exposición a la violencia en el cerebro”, dijo Suárez. “Estos hallazgos realmente resaltan cómo los padres cariñosos e involucrados están ayudando a apoyar el éxito de sus hijos, incluso en entornos potencialmente hostiles, y ofrecen pistas sobre por qué algunos jóvenes son resilientes incluso cuando enfrentan la adversidad”, aseguró.
“Los padres pueden ser un amortiguador importante contra estas desigualdades estructurales más amplias y, por lo tanto, trabajar con los padres puede ser una forma de ayudar a proteger a los niños, al mismo tiempo que trabajamos en políticas para reducir la concentración de desventajas en los vecindarios y el riesgo de exposición a la violencia en los vecindarios. comunidad”, señaló por su parte Burt, otro integrante del equipo de investigación.