Un mundo cada vez más competitivo exige a los profesionales aprender a gestionar una planificación financiera exitosa más allá de su incumbencia disciplinar
Ser rentable y competitivo es clave para la creación, supervivencia y crecimiento de una empresa profesional, más aún en tiempos pospandémicos.
Desde una transacción hasta su contabilidad, desde un plan de negocio hasta la transformación digital, se requiere conocimiento básico de finanzas en todo el arco de las profesiones y no necesariamente la especialización de aquellas disciplinas que son de ese campo.
Conocer de finanzas para la toma de decisiones es un objetivo que deberían plantearse en la nueva normalidad aquellos profesionales que aún no lo han hecho. La meta: potenciar las formas en que llevan adelante su actividad para un mundo cambiante.
“¿Qué conceptos financieros uno tiene que tener en cuenta cuando tiene que tomar decisiones de inversión? ¿Cuando tiene que evaluar si le está yendo bien o mal? Es fundamental tener algún tipo de indicador que permita saber financieramente esto”, señala como disparador Walter Romano, magíster en Dirección de Negocios y licenciado en Economía.
“Por ejemplo -agrega- ante las cuestiones cambiantes en el tipo de cambio, evaluar si conviene comprar antes o después, stockearse o no, y evaluar que si uno se stockea deja de tener liquidez para otras cosas”.
Romano sostiene que el contexto pandémico y de restricciones no implican que a un profesional le tenga que ir financieramente mal: “Uno tiene que tratar de encontrarle la vuelta y sumar información para tomar decisiones adecuadas y que los resultados sean buenos”.
Respecto a las herramientas concretas, destaca el flujo de fondos. “Hay diferentes tipos, no es lo mismo armar un flujo de fondos para un monotributista que para una empresa, o para un responsable inscripto. Lo que hace el flujo de fondos es estimar cómo va a funcionar algo, o cómo está funcionando, y tratar de predecir cómo va a ser en el futuro. Se ve el análisis de riesgos y también la diferencia a corto y largo plazo”, aclara.
Además, hace mención a diferencias en el impacto de los egresos o de los impuestos que uno tiene que pagar dependiendo cómo está conformada y cómo lleva adelante su actividad.
Otras herramientas concretas para tomar decisiones son el Valor Actual Neto (VAN), la Tasa Interna de Retorno (TIR), y tener en cuenta el contexto y los riesgos que se pueden estar asumiendo.
Optimizar aquello que va bien y corregir aquello que va mal. Para estar mejor preparados, los profesionales tienen que mirar sus estados contables, su flujo de fondos, su estructura de costos y su capital de trabajo.
Walter Romano
Una brújula de la actividad
Por otra parte, advierte que aunque una empresa profesional o un emprendedor profesional cuente con un contador que los asesore, es necesario saber en qué hay que fijarse en los estados contables y presupuestarios para conocer el rumbo de la actividad.
Para Romano, el profesional independiente, emprendedor, es en general muy especialista en lo que aprendió en la universidad, pero le faltan herramientas financieras, de recursos humanos, de gestión en general. “Puede que algunas cuestiones puntuales en finanzas las toquen de oído o por intuición y no estén viendo algunos conceptos claves a tener en cuenta cuando uno va a tomar una decisión final”, diagnostica.
Con este objetivo, Romano forma parte del staff docente del curso Gestión de Empresas Profesionales organizado por la Secretaría de Graduados de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) que busca formar a los profesionales para que puedan agregar valor a sus empresas o emprendimientos, más allá de sus incumbencias profesionales.
Gestión financiera y estrategia de negocio; planeamiento financieros y fuentes de financiación; apalancamiento y análisis de riesgo, son fundamentales para ese objetivo.