En 1963 y 1964, en el Instituto Weizmann de Ciencias, en Rejovot, Israel, se registraron dos avances fundamentales para el desarrollo de terapias efectivas con cannabis: la determinación de la estructura del cannabidiol (CBD) y el aislamiento del tetrahidrocannabinol (THC).
Los concretaron investigadores dirigidos por Raphael Mechoulam, profesor de Química Médica de la Universidad Hebrea de Jerusalén.
Nacido en Sofía, Bulgaria, el 5 de noviembre de 1930 y nacionalizado israelí, Mechoulam está por cumplir 93 años y sigue activo. En septiembre pasado publicó el libro CBD: ¿Qué dice la ciencia?, que escribió junto a Linda Parker y Erin Rock, dos investigadoras de la Universidad de Guelph (Ontario, Canadá).
La obra desarrolla lo que se sabe a la fecha del CBD, el componente del cannabis sin efecto psicoactivo. Abarca varias patologías, desde la epilepsia hasta la ansiedad, y aclara que su uso no es la solución para todas las enfermedades.
En esa línea, los autores precisan que los ensayos clínicos se demoraron por las normativas restrictivas y que el auge actual del CBD se basa en investigaciones preclínicas con animales, que indican posibles efectos beneficiosos que no siempre son significativos en humanos.
En 1963, en colaboración con Yechiel Gaoni y otros científicos, Mechoulam determinó la estructura del CBD. Un año después aisló y sintetizó el THC, el principal ingrediente psicoactivo de la marihuana.
A partir de ambos avances, las diferencias entre el CBD y el THC pudieron entenderse mejor; especialmente con respecto a sus efectos.
Así, por ejemplo, si bien ya se sabía que el cannabis podía usarse para controlar convulsiones, en 1977 se estableció que el CDB es el compuesto que acciona sobre ellas.
Dos décadas después de aislar el THC, Mechoulam identificó el denominado sistema endocannabinoide (SEC), otro hallazgo médico relevante.
El SEC es una red de receptores de cannabinoides distribuidos en el organismo humano. Tiene la propiedad de regular la homeóstasis del cuerpo y sus funciones varían dependiendo de dónde se activen.
Séquito
En 2011, el neurólogo Ethan Russo (Universidad de Washington, Estado Unidos) publicó una extensa revisión de la investigación existente sobre las interacciones entre los diferentes cannabinoides y terpenos (una vasta y diversa clase de compuestos orgánicos) presentes en la planta de cannabis.
Aunque el tema ya se había explorado, Russo acuñó el término “efecto séquito” y la atención se centró en la importancia de estudiar los efectos sinérgicos de los compuestos del cannabis.
Russo planteó incluso la necesidad de legislar para permitir el uso médico de todas las partes de la planta, incluyendo el compuesto psicoactivo (THC).
Las primeras constancias de la aplicación medicinal del cannabis datan del año 2700 a. C. Surgen de tratados médicos chinos, que lo recomendaban para aliviar los cólicos menstruales y los dolores óseos.
Los egipcios también lo usaban. El papiro Ebers (alrededor de 1500 a.C.) describe la elaboración de supositorios para desinflamar hemorroides.
En India se lo consumía y se lo consideraba “fuente de felicidad” porque agilizaba la mente y contribuía a reforzar la salud.
En Occidente, 500 años a.C., los griegos ya empleaban la marihuana como ingrediente de diversos preparados. También estuvo presente en la vida de los romanos. Entre 50 y 70 a.C., la obra de un botánico que sirvió en el ejército describe cientos de remedios elaborados con plantas y menciona al cannabis como componente de un líquido para tratar afecciones del oído.
Cerca de 400 d.C. fue cultivado por primera vez en Inglaterra y con el paso de los años comenzó a plantarse en la Europa continental.
Aplicación
En el siglo XVI, el naturalista William Turner, considerado el primer botánico inglés, ensalzó las propiedades terapéuticas de la plata en el libro New herbal (1538).
Aunque no hay consenso al respecto, se estima que los españoles trajeron el cannabis a Sudamérica alrededor de 1500 y que luego los ingleses lo llevaron a sus colonias en Norteamérica.
El siglo XIX fue clave. Gracias a las investigaciones del irlandés William Brooke O’Shaughnessy, el cannabis se introdujo en la medicina occidental.
O’Shaughnessy pasó cerca de una década en India y, al volver a Inglaterra, en 1842, difundió los resultados de sus estudios de las propiedades terapéuticas de la planta.
Durante su estadía en Calcuta se dedicó a registrar el potencial medicinal del cannabis. Recopiló información sobre las distintas variedades y analizó los productos que se extraían de ellas. También detalló las recetas de los preparados y describió los efectos de su administración.
Una vez que confirmó que el uso de cannabis era seguro experimentando con animales, lo probó con enfermos de cólera, de reuma y de epilepsia, entre otros. Concluyó que los derivados de la planta ayudaban a tratar síntomas y que aliviaban el dolor. Sostuvo que el cannabis le quitaba “los horrores a la enfermedad”.
Fue un visionario: se dio cuenta de que era útil para prevenir las convulsiones, luego de tratar a un bebé de 40 días. “La profesión ha ganado un remedio anticonvulsivo de gran valor”, escribió.
En ese punto, propuso el uso del cannabis en un contexto médico; especialmente, como analgésico. Los aportes del irlandés intrigaron a investigadores de Europa y de Estados Unidos, quienes empezaron a experimentar.
Alrededor de 1850, los químicos ya producían remedios con cannabis; algunos, basados en las recetas de O’Shaughnessy.
También a mediados del siglo XIX, el psiquiatra francés Jacques Joseph Moreau (más conocido como Moreau de Tours) documentó beneficios físicos y mentales de la marihuana.
Entre 1836 y 1837 viajó a Malta, Turquía y Egipto, aprendió sobre el cannabis y fue el primer médico que elaboró un trabajo sistemático sobre sus efectos en el sistema nervioso central.
Fundador del Club des Haschischins, que reunió a referentes de la intelectualidad parisina, planteó su valor como “un medio poderoso y único de exploración en materia de patogenia mental”, y compiló sus experiencias en la obra Del hachís y de la alienación mental.
A comienzos del siglo XX, el cannabis ya figuraba en la farmacopea de EEUU y de Europa: se lo consideraba eficaz para paliar los síntomas de decenas de dolencias y se recetaban distintos extractos.
Muestras
El uso medicinal en Occidente empezó a decaer durante los años 20; en parte, por las dificultades para producir resultados estables a partir de distintos lotes de plantas, dado que la potencia del cannabis variaba entre muestras.
Paulatinamente, los países comenzaron a restringirlo y en la década de 40 fue retirado de la enciclopedia farmacológica.
Pese a la prohibición, muchos especialistas continuaron sus investigaciones; entre ellos, Mechoulam y Gaoni, quienes lograron lo que sus colegas químicos no pudieron hacer antes, pese a su empeño: aislar y sintetizar el THC.
Como resultado de los esfuerzos de parte de la comunidad científica y, fundamentalmente, por los avances que se concretaron durante los últimos 50 años a partir de los descubrimientos de los israelíes, actualmente millones de personas en todo el planeta pueden tratarse con cannabis medicinal.