Por Luz Saint Phat / [email protected]
Un informe de la Organización Internacional del Trabajo explica las variables que permitieron a los diferentes segmentos de la actividad económica aprender y mejorar en un contexto de mucha incertidumbre
Entre noviembre y diciembre de 2019 se registró el primer caso de contagio humano de coronavirus en el mundo en la ciudad de Wuhan (China). Desde entonces, han sucedido tantas noticias de impacto a nivel global que esa época parece haber quedado muy atrás.
No obstante, si se hace memoria, se pueden recordar los desafíos que la pandemia trajo aparejados no sólo en materia sanitaria sino también en cuanto a la actividad económica.
Empresas públicas o privadas y profesionales cuentapropistas tuvieron que sortear diferentes obstáculos para continuar funcionando a partir de las disposiciones de aislamiento que se extendieron en 2020 y parte de 2021 en muchos países del planeta.
Tan decisivo ha sido el impacto que muchas de las destrezas que se pusieron en juego durante aquél complejo contexto se encuentran en estudio.
En este sentido, un reciente documento de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) puso se relievo como la resiliencia empresarial fue clave durante los últimos años y cómo la centralidad de los recursos humanos y la tecnología fueron centrales para los aprendizajes que quedaron enmarcados en la actual cultura del trabajo.
“Frente a múltiples crisis, la capacidad de adaptación de las empresas desempeña un papel fundamental en la protección del empleo y el apoyo al crecimiento económico” afirmó el reporte que realizó la Oficina de Actividades para los Empleados de la OIT.
Además, según precisó un comunicado de prensa, el informe “destaca la importancia de la agilidad de las autoridades públicas a la hora de identificar y mitigar los riesgos económicos sistémicos, especialmente en el contexto de las interrupciones de la cadena de suministro”.
“Esta capacidad de respuesta contrasta claramente con la de crisis anteriores, lo que subraya la necesidad de una normativa adaptable y de cooperación internacional para mantener las fronteras abiertas y facilitar el funcionamiento ininterrumpido de las empresas”, indicó la entidad.
Resiliencia y después
“La resiliencia empresarial no es sólo una palabra de moda; es un eje económico. En un mundo interconectado económicamente, la solidez de las empresas individuales se correlaciona directamente con un crecimiento económico más amplio y la recuperación del empleo, y está determinada en gran medida por el entorno empresarial que rodea a la
empresas”, expresó en la introducción del documento Deborah France-Massin, directora de la oficina que elaboró la publicación.
“La capacidad de una empresa para adaptarse, recuperarse y prosperar después de una crisis impacta no solo en su fondo línea sino también el tejido socioeconómico más amplio”, agregó destacando que las lecciones y las experiencias del mundo real son fundamentales para comprender estos aspectos.
Por esto, se indagaron las estrategias de 20 empresas durante los años 2020 y parte de 2021, con el objetivo de conocer cualitativamente cómo se ajustaron a la nueva realidad que planteó el Covid-19.
Entre estos puntos, dos aspectos fueron de importancia: la centralidad de los recursos humanos y la evolución tecnológica.
Dentro del primer ítem, se pudo conocer que las personas continuaron y aún permanecen en el centro de las empresas. Valores como la confianza, la justicia y el bienestar son claves.
Mientras en relación a las nuevas tecnologías, se pudo registrar una importante inversión de las compañías para afrontar el escenario volátil de aquéllos años.
Además, también contribuyeron otros aspectos como el fortalecimiento de las cadenas productivas y de suministros; el valor de la colaboración internacional en una economía interconectada; y la rapidez en la toma de decisiones frente a un contexto de incertidumbre.
Lo humano, en el centro
Según detalla el documento de la OIT, existen algunas consideraciones particulares sobre el rol de las personas dentro de las empresas y cómo algunas características impactaron durante el Covid-19.
En primer lugar, se refiere que la confianza resultó y aún permanece como central para individuos, empresas y gobiernos. Así, se destacó que las organizaciones que generan un lazo de confianza con “sus empleados, sus proveedores, sus clientes, financiadores e inversores tienen mayor resiliencia”.
Por otro lado, también se advirtió de que “cuando las personas reciben un trato justo y respetuoso pueden rendir mucho más de lo esperado”.
En tanto, también la época del Covid-19 sirvió para comprender que “los seres humanos necesitan la presencia de otros seres humanos”. Así, cuando los períodos de aislamiento son prolongados, se pueden advertir riesgos en la salud mental.
Otra cuestión a considerar, y que deriva de la experiencia de los últimos años, es comprender que los seres humanos son el “activo clave” de las empresas”. “Son el factor que utiliza la tecnología para producir riqueza”, aseguró la OIT.
Avance tecnológico
Por su parte, en relación a la tecnología, el documento de la OIT observó que la pandemia de coronavirus “aceleró varios procesos que estaban en marcha”.
En particular, mejoraron la digitalización y la automatización de los procesos. “También se demostró la gran capacidad de aprendizaje y adaptación de los individuos y organizaciones, se enfatizó.
Como conclusión, se entendió además que “cuando la interacción social se ve limitada, las TIC, se vuelven más importantes de lo habitual”, señaló el reporte. “Cuando apareció el COVID, las empresas que habían invertido en TIC y automatización se beneficiaron de esas inversiones”, se puntualizó.