Con su naturaleza virgen bañada por aguas cristalinas y cálidas e identificadas por un ambiente relajado, Ilha Grande e Ilhabela deslumbran por su belleza
La paradisíaca Ilha Grande fue elegida como la primera parada del crucero. La isla, que en un pasado brindó refugio a piratas y esclavos, hoy conserva el encanto de pequeño pueblo pescador y es un santuario ecológico donde no circulan autos y la única manera de trasladarse de un sitio a otro es a bordo de diferentes embarcaciones o caminando por entornos selváticos totalmente vírgenes.
El desembarco se realiza a bordo de lanchas y, tras un breve recorrido de apenas diez minutos, se arriba al muelle de Abraão, el centro comercial en el que se concentran los negocios, bares, restaurantes y agencias de turismo. Desde la pequeña bahía salpicada por barquitos y escoltada por monumentales morros verdes, donde lo único que sobresale es la figura de la iglesia de São Sebastião, parten todas las excursiones.
Hacia el este se puede visitar la playa Preta, famosa por su arena negra volcánica, y emprender una travesía a lo largo de la colina hasta el viejo acueducto y la cascada do Poção.
Para quienes tienen más tiempo, vale la pena contratar un paseo en la típica escuna y recorrer las principales playas e incluso disfrutar de un snorkel en la laguna Azul, que con una profundidad de apenas tres metros y una claridad extrema permite interactuar con la fauna marina sin problemas.
La excursión más recomendada es la visita a la playa Lopes Mendes, considerada una de las más bellas del mundo. Se puede acceder a ella tomando un barco desde Abraão y luego emprender una breve caminata de 20 minutos o -para los más aventureros- se recomienda un trekking desde el pueblo, atravesando las montañas selváticas y a modo explorador, arribar al destino luego de dos horas y media.
Lopes Mendes es el paraíso en su máxima expresión. Aguas claras y turquesas, olas que delatan una transparencia inédita, arena blanca como la harina y un marco verde que resalta todos los colores.
Ilhabela
Ilhabela es la tercera parada del barco. La isla, dibujada por 130 kilómetros de costa, es la combinación perfecta entre el mar y la mata atlántica.
Su puerto está próximo al pueblo y la Iglesia Nuestra Señora D´Ajuda. Desde allí, se puede optar por visitar alguna de sus mas de 40 playas. Entre las más bonitas figuran la de Curral, Castelhanos, Bonete y Jabaquara. La primera, ubicada a sólo 20 minutos en auto desde el centro es la única a la que se puede acceder en una mañana, las restantes demandan prácticamente todo el día. Esta excursión se complementa con la visita a las piscinas naturales y la cascada de los Tres Tombos.