Por Elba Fernández Grillo / Licenciada en Ciencias de la Información – Mediadora
Los mediadores podemos afirmar que desde la sanción de la ley que regula nuestra actividad -Nº 8858 del año 2000- hasta la actualidad, trabajamos colaborando en la negociación de conflictos de la más diversa índole. Sin embargo, un análisis más exhaustivo nos permite clasificar dos grandes grupos: aquellos a los que podemos llamar “en plural”, es decir que el o los temas a tratar se parecen; y los que podemos llamar “en singular”, es decir casos que por cuya temática son irrepetibles, tratados sólo una vez por esta mediadora a lo largo de estos 12 años.
El caso de Marina y Alejandro corresponde a esta segunda categoría, único en su temática y único en su resolución. Marina es una reconocida arquitecta de nuestra provincia, tiene cuatro hijos mayores, todos profesionales y todos de buen nivel socio-económico. El tercero de sus hijos, Mateo, que en el momento de la mediación tendría unos 24 años, había sufrido un accidente automovilístico que lo había dejado inválido. Además, tenía muy limitados los movimientos de los miembros superiores y hablaba con dificultad, aunque lograba hacerse entender. Según palabras de Marina, este hecho constituyó un “tsunami” en la vida de la familia. Los otros hijos se fueron a vivir con sus parejas. Ella se había divorciado de Alejandro, su esposo y padre de sus hijos, y vivía sola.
En la casa grande, la de la familia, sólo habían quedado Alejandro y Mateo y varias empleadas que ayudaban con las limitaciones de este hijo. Alejandro había tramitado y obtenido una curatela y le condicionaba a Marina el contacto con Mateo. Y éste era el conflicto: la pareja, ya divorciada, no podía consensuar cómo conducirse con este hijo que de un día para el otro, de ser un joven brillante, estudiante aniversario, se convirtió en un discapacitado, absolutamente dependiente de la asistencia de terceros.
Escuchamos a Marina sin interrumpir su relato, estaban de más las preguntas, era muy coherente y al final nos dijo que posiblemente Alejandro no viniera. Como hacemos frecuentemente, le solicitamos el número de teléfono de su esposo y lo invitamos a la segunda audiencia.
Así, y gracias a esta información que le dimos telefónicamente, asistió a nuestro segundo encuentro. Alejandro es una persona muy hábil y muy formada en la ejecución de negocios, había sido director de una importante empresa de alimentos, por lo tanto, con ingresos significativos y acostumbrado a dar órdenes y que éstas no fueran cuestionadas. En los primeros momentos de esta segunda audiencia se lo percibía molesto, con cierta agresividad, tanto hacia nosotras como hacia Marina, a quien en reunión privada calificó de “tonta”: había osado dejarlo a él, un importante empresario. Haciendo caso omiso de sus sutiles agresiones fuimos trabajando en un régimen de visitas que permitiera a Marina y Mateo tener un mejor contacto. El mayor problema era que Alejandro no permitía que Marina sacara a Mateo fuera de casa, para dar un paseo, ir al cine, a las sierras, u otros entretenimientos. Afirmaba que madre e hijo no iban a poder manejarse solos, entonces frente a la propuesta de que fueran acompañados por algún empleado de la casa -había acompañante terapéutico, enfermero, fisioterapeuta-, sostenía que él no les pagaba para eso.
En reunión privada, con mi comediadora legitimamos su rol dentro de esta situación, reconocimos lo fundamental que era su buen tino para administrar los ingresos y egresos en esta familia, que todo eso sumaba para poder pagar los diferentes profesionales que ayudaban a una más pronta recuperación de Mateo. Pero también trabajamos en las “dificultades” que él señalaba como las causas de impedimento a que madre e hijo disfrutaran de paseos. No fue fácil; personas como Alejandro tienen un pensamiento racional muy estructurado, para toda pregunta tenía su respuesta elaborada… pero de pronto aparecen las emociones.
Cuando como mediadoras nos encontramos con estos vallados imposibles de sortear, los invitamos a pensar en el hijo; en definitiva, de eso se trataba esta mediación, de poder darle una mejor calidad de vida, de cómo es, de qué le gusta, de qué estudiaba, de sus amigos… y en estos momentos aparecen estas emociones que nos humanizan, cuando dejamos de mirar el tú y el yo y nos focalizamos en el él, en sus deseos, en esa cosa terrible que le había tocado en la vida y encima los padres se peleaban y entonces, referenciado a Mateo y su personalidad, apareció el nombre de un primo que lo visita frecuentemente y con el cual tiene una relación especial. En ese instante se nos hizo la luz. Alejandro cambió su gesto de desaprobación, nos dio una chance y valoró que podría ser posible que Marina sacara a Mateo de la casa con la compañía de esta persona.
A partir de ese momento pudieron organizar una primera salida de prueba. Éste fue un simple acuerdo verbal y quedaron en solicitarnos una nueva audiencia si lo necesitaban, cosa que no sucedió y que nos hizo pensar que pudieron olvidar algunas de sus diferencias para focalizarse en sus coincidencias: Mateo.
Después de Marina y Alejandro estas mediadoras se fueron a tomar un cafecito, había que recomponerse para la siguiente audiencia.