Construido en sólo cuatro años y con un desembolso de 8.792 millones de dólares, los 42,8 km del puente Qingdao Haiwan podrían cruzar el Canal de la Mancha.
La inmensa mole de acero y concreto une el centro de la pujante ciudad portuaria de Qingdao (Este de la provincia de Shandong) con el suburbio de Huangdao. Las tecnologías usadas en los seis carriles de tránsito que se apoyan en mas de 5.200 columnas son totalmente independientes de las occidentales. La forma en que fue construido es un derroche de precisión: unos 10.000 trabajadores trabajaron divididos en dos grupos, desde ambas puntas del puente, para finamente unirse hace unos días milimétricamente en el medio.
Los ingredientes no son menos sorprendentes: 450 mil toneladas de acero (equivalente a 65 torres Eiffel) y 2,3 millones de m3 de concreto (equivalentes a 3.800 piscinas olímpicas).
Como para tranquilizar a quienes pasen con su vehículo por la ruta aérea, los dueños de casa afirman que la tecnología utilizada permitirá resistir un terremoto de 8 grados, tifones o incluso el impacto directo de un buque de 300.000 toneladas.
Pero en estas cuestiones, y en ese país, conviene administrar con paciencia el asombro. El puente Qingdao Haiwan no será el más largo del mundo por mucho tiempo más… hace un año y un mes atrás se comenzó a trabajar en el puente que unirá Zhukai en el sur de la provincia de Guandong -corazón manufacturero e industrial- con el centro financiero de la isla de Hong Kong. Los 49 km de rutas suspendidas en el aire costarán 10.390 millones de dólares y se podrán usar en 2016.
Los puentes permiten la integración interna y sostener el creciente tránsito vehicular. Un dato al pasar: en China se vendieron más autos en 2010 que en ningún otro país, en ningún otro momento de la historia: unos 18 millones.
Financiamiento
A los puentes chinos para vehículos nada tienen que envidiarles los puentes financieros que extiende la potencia asiática y con los que teje una red de alianzas geopolíticas que le permiten transitar hacia el tope de la economía mundial. El Banco Chino de Desarrollo (BChD) y el Banco de Exportación e Importación (BEI) concedieron préstamos por no menos de US$ 110.000 millones durante 2009/10. Como para magnificar el asunto, en un lapso similar (mediados de 2008 a mediados de 2010), el Banco Mundial (BM) prestó fondos por US$ 100.300 millones.
Esta política china tiene sus fines y consecuencias. Algunas de ellas manifiestas, otras deben suponerse. Entre las primeras, China busca reducir su dependencia de los mercados occidentales de intercambio. La crisis sistémica de 2006/09, la recesión concomitante y la crisis de endeudamiento europea permiten al gigante asiático, por ejemplo, promover los intereses comerciales de sus compañías petroleras.
Pero, por otro lado, con el aval de sus reservas monetarias va pintando el mapa de alianzas mundiales con colores amigables. Cuando escasea el financiamiento de fuentes occidentales, el dinero chino está disponible. En general, el BChD y el BEI ofrecen términos más preferenciales que el BM y otros prestamistas convencionales, en caso de operaciones estratégicas para Beijing.
Pero no sólo desarrollan amistades con aliados políticos, futuros proveedores de insumos básicos como alimentos, energía, etcétera. También tienen esquemas más afines a parámetros occidentales para acuerdos políticamente menos sensitivos. Incluso utilizan su poder de compra para negociar con su principal competidor, EEUU. Hu Jintao, el presidente chino, anunció ayer en EEUU que su país comprará bienes al gigante americano por valor de 45 mil millones dólares, incluyendo 19 mil millones por 200 aviones Boeing. Estos acuerdos sustentarán 235 mil empleos en la golpeada economía norteamericana.
Entre los acuerdos de la política china de alianzas, aparecen canjes de fondos por hidrocarburos con Rusia, Brasil y Venezuela, créditos para que una firma india adquiera equipo energético, proyectos infraestructurales en Ghana u ofrecimientos para desarrollar ferrocarriles en Argentina.
Nada pasa desapercibido a esa escala, y el BM intenta formas de cooperar con Beijing y evitar una creciente competencia ente ambos modelos de asistencia financiera. Sin ir más lejos, China se ubicaba tiempo atrás entre los mayores receptores de créditos del BM.
Por otra parte, el interés chino en productores de hidrocarburos inquieta a EEUU. Otros comentarios que aparecen en diarios estadounidenses indican que los préstamos chinos “bancan” regímenes latinoamericanos hostiles a EEUU.
A la cabeza
Otro puente por el que transita China es el del ranking de las potencias mundiales. En 2018 el gigante asiático estrenará su status de primera potencia mundial, según una proyección realizada por PricewaterhouseCoopers, con el título “El Mundo en 2050”. Durante ese año, el producto interno bruto (PIB) de China superará el estadounidense. Hace una década, China ocupaba el 7º puesto en la economía mundial, pero el gran desarrollo del país asiático permitió que desde 2001 haya crecido 261% acumulado, mientras que, por ejemplo, Japón avanzó apenas 5%, según datos del BM.
En términos absolutos de PIB, es decir, medido en precios de mercado, China se proclamará primera potencia sólo en 2032. EEUU conservará desde entonces su segunda posición en el ranking mundial hasta 2050.