viernes 22, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez

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Se conmemora cada 15 de junio desde 2011. La abogada e investigadoras del Conicet María Isolina Dabove escribió sobre el tema. Advirtió sobre la denominada “tecnoviolencia” y las consecuencias del “viejismo”

Ayer se conmemoró el Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez.

En 2011, la Asamblea General de las Naciones Unidas definió que el 15 de junio de cada año se impulsaría la concientización sobre la necesidad de darles un trato digno y justo a los adultos mayores.

En la primera fecha, Ban Ki-moon, ex secretario general de la ONU (2007- 2016), pidió reafirmar “que los derechos humanos de las personas mayores son tan absolutos como los de todos los seres humanos”.

El objetivo de la conmemoración anual es recordar los abusos, el abandono y los actos de violencia que padecen a diario miles de personas mayores, muchos de los cuales no son denunciados y quedan impunes.

Además, busca a promover estrategias y políticas de protección, que permitan mejorar las condiciones de vida y el bienestar de aquel colectivo.

Paralelamente, reivindica el rol que tienen los ancianos en las sociedades, como seres valor que poseen gran sabiduría.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que una de cada seis personas de 60 años o más sufre alguna forma de maltrato cada año. En instituciones de cuidado las cifras son más altas.

La abogada María Isolina Dabove escribió sobre el tema para la agencia Télam.

Dabove es investigadora principal del Conicet en el Instituto de Investigaciones Jurídicas y Sociales “Ambrosio Lucas Gioja” de la Facultad de Derecho de la UBA y profesora de la UNR.

“ChatGPT: Gerontovida para todos…sin violencias”

Por María Isolina Dabove

Como todos los años desde 2011, el 15 de junio Naciones Unidas nos invita a detenernos para reflexionar acerca de las violencias cotidianas que sufren muchísimas personas en todo el mundo por el solo hecho de ser “viejas”.

Para la Convención Interamericana sobre los Derechos Humanos de las Personas Mayores, el maltrato es toda “acción u omisión, única o repetida, contra una persona mayor que produce daño a su integridad física, psíquica y moral y que vulnera el goce o ejercicio de sus derechos humanos y libertades fundamentales, independientemente de que ocurra en una relación de confianza”.

De acuerdo con las últimas investigaciones de la OMS, realizadas sobre 28 países de diferentes regiones y culturas, publicadas en The Lancet Global Health, cerca del 16 % de las personas de 60 y más años sufrieron alguna forma de maltrato.

Entre los más frecuentes se destacan: la violencia psicológica y afectiva, la infantilización y sobreprotección, el abuso económico, la negligencia en la asistencia, el maltrato físico, las sujeciones y agresiones sexuales, el destrato y abandono.

Más aún, el año pasado, la OMS registró que una de cada seis personas mayores de 60 años sufrió algún tipo de maltrato en entornos comunitarios, y que dos de cada tres cuidadores de establecimientos gerontológicos admitieron haber cometido algún tipo de menoscabo hacia quienes debían asistir.

En la Argentina, la situación no es muy diferente. Los datos estadísticos de la Oficina de Violencia Doméstica (último trimestre, 2022) muestran que, sobre el total de denuncias recibidas hay un 7% de personas mayores afectadas, un número más alto que el de años anteriores.

Además, muchas de las víctimas no denuncian, ya sea por temor o desconocimiento de los mecanismos de defensa en vigor.

Frente a esta tremenda realidad, es preciso preguntarnos, debatir, conversar (chatear) sobre los factores y razones que la motivan y sobre las herramientas de prevención y sanción de este accionar.

La ignorancia y los viejismos -es decir, la cultura de la discriminación basada en prejuicios negativos en torno a la vejez- constituyen los motivadores más potentes. Pero hoy también lo es el aislamiento, o soledad no deseada, de millones de personas mayores, causado por el vertiginoso proceso de exclusión digital que genera el actual desarrollo tecnológico. Así, por ejemplo, sabemos que el ChatGPT está permitiendo un acceso masivo a la mal llamada inteligencia artificial, cuyo uso redundará en un giro sustancial de nuestras formas de vida.

Sabemos también que su funcionamiento está referido a un algoritmo que se alimenta de lo que sus usuarios le enseñan. Sin embargo, lo que no está claro -o no se dice claramente- es que quienes desarrollan el núcleo de esos algoritmos suelen ser personas jóvenes, que programan para jóvenes, con vocación de universalidad.

Así, invisibilizar a un colectivo ajeno a estos avances, dejar afuera a millones de personas -que eran jóvenes cuando no se había inventado la computación-, implica provocar una grave, masiva y automatizada vulneración de derechos de un sector social que crece día a día a causa de mayor longevidad humana.

En suma, genera una nueva y radical forma de maltrato no conocido hasta ahora, la “violencia tech” o “tecnoviolencia”.

A fin de prevenir, sancionar y erradicar este flagelo, Naciones Unidas publicó recientemente un documento en el cual propone cinco prioridades tener en cuenta:

1. Combatir los viejismos en todas sus formas, ya que es una de las principales razones por las que el maltrato en la vejez recibe poca atención.

2. Generar estadísticas y desarrollar investigaciones de alta calidad científica para contar con diagnósticos confiables.

3. Diseñar medidas de prevención y control

4. Ejecutar un programa de acción como caso testigo, que demuestre las bondades de invertir en esta lucha. 5. Recaudar fondos, ya que se necesitan muchos recursos para abordar este problema con eficacia.

Si como dijo Noberto Bobbio, “en una época en la que el curso histórico es cada vez más acelerado, la marginación de los viejos resulta un dato de hecho, imposible de ignorar”, urge entonces apelar a nuevas formas de inteligencia, natural y artificial: a aquellas, en las cuales las persona mayores sean respetadas en su diversidad y escuchadas para los actuales desarrollos tecnológicos.

Sin solidaridad intergeneracional, ningún ChatGPT será humanista.

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