viernes 22, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Mamá África y el origen de los derechos humanos

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Por Lucas Crisafulli (*)

Exclusivo para Comercio y Justicia

Cuando se pregunta por el origen de los derechos humanos, suele mencionarse el año 1789 y la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, aprobada por la Asamblea francesa luego de la revolución como piedra basal.

Frente a este relato hay dos historias coetáneas que parecen desvirtuar esta teoría. Por un lado, la escritora francesa Olympe de Gouges escribió, apenas nueve días después de la declaración, un texto que lo parafrasea pero que incorpora a la mujer. Lo tituló La Declaración Universal de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana”. En su artículo primero, dice: “La mujer nace, permanece y muere libre al igual que el hombre en derechos”. Olympe de Gouges fue sentenciada a muerte en un juicio sumario y guillotinada por varones en 1793.

La otra historia sucedió en América. Para regular las relaciones de los esclavos en las colonias, Luis XIV aprobó el Code Noir (Código de Negros), un instrumento jurídico que establecía que los esclavos negros tenían el status de cosas muebles. Un distraído podría pensar que, si en 1789 se abolió la monarquía en Francia y se declaró la igualdad entre los hombres, eso también beneficiaría a los esclavos de las colonias francesas. Los esclavos negros en Haití tuvieron que entender, a fuerza de yugo y látigo, que ellos no ingresaban en la categoría de hombres de la tan cartesiana proclama revolucionaria. En Haití tuvieron que hacer su propia revolución, una revolución negra, la primera de toda Latinoamérica en 1804, que en su Constitución declara: “Todos los ciudadanos, de aquí en adelante, serán conocidos por la denominación genérica de negros”.

La Historia (también) está compuesta de todas aquellas historias que jamás nos contaron. La razón moderna a la que el discurso hegemónico le atribuye la concepción actual de los derechos humanos es también la fuente de la esclavitud y de la discriminación a las mujeres.

Aunque nunca nos lo enseñaron, es una razón colonial, racista y misógina que excluye de la igualdad a quien no es blanco, varón, propietario, heterosexual y cisgénero.

Mamá África

Para buscar el origen de los derechos humanos es necesario deshacerse de la colonialidad del saber que implicó que toda producción teórica estuvo (y está) atada a una determinada matriz europea.

En 1960, el historiador guineano Djibril Tamsir Niane se juntó con varios griots (músicos que son la memoria de los pueblos) y realizó la transliteración de canciones con la historia de los comienzos del imperio de Mali en el siglo XIII, fundado por uno de los líderes africanos más importantes y de quien poco se conoce: Sunyata Keita. 

Si Sunyata Keita hubiera nacido en Europa o en Estados Unidos habría cientos de películas y novelas dedicadas a la epopeya de llevar la paz a África. En 1235, Sunyata reunió todas las tribus para sancionar la Carta del Mandé, también conocida como Kurukán Fuga, la constitución verbal del imperio de Mali preservada por los griots. 

¿Por qué esta historia, que tiene 800 años, nos tiene que interesar a nosotros? Propongo al Kukurán Fuga como la piedra basal de los derechos humanos para los pueblos colonizados del mundo, propiciado por Sunyata Keita. Dice el Kurukán Fuga: “Toda vida es una vida; el daño requiere reparación; practica la ayuda mutua; cuida de la patria; elimina la servidumbre y el hambre; que cesen los tormentos de la guerra, cada quien es libre de decir, de hacer y de ver”.

Mientras que en 1486 el Malleus Maleficarum europeo propiciaba la quema de mujeres por sus vínculos con los demonios íncubos y súcubos, en África, la Carta del Mandén establecía: “Las mujeres, además de sus ocupaciones diarias, deben estar asociadas en todos nuestros gobiernos”.

Mientras que en 1550 Fray Bartolomé de las Casas discutía con Juan Ginés de Sepúlveda en la Junta de Valladolid sobre si los indígenas tenían alma o eran salvajes que debían ser domesticados, la Carta del Mandén ya establecía la igualdad de todos los seres humanos.

Mientras que en Argentina el divorcio fue regulado sólo en 1987 y en Chile en 2004, la Carta del Mandén lo reconocía en 1235.

Mientras que en la actualidad nos sorprenden las consecuencias climáticas del desmonte, en África en el siglo XIII se cantaba: “Antes de prender fuego al arbusto, no mires la tierra. Levanta tu cabeza y mira la copa de los árboles: queda prohibida la quema de malezas”.

Nos seguimos preguntando los límites del estado de necesidad como exculpante de delitos pero hace ocho siglos se estableció: “Saciar el hambre no es robo”. Sí, por más que le moleste a la razón occidental moderna, los derechos humanos son un invento africano.

(*) Abogado. Docente de Introducción al Derecho y del Seminario Introducción a los Derechos Humanos de la Universidad

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