Por María Victoria Jalil Manfroni*
El 8 de marzo, dentro de las efemérides se conmemora el Día Internacional de la Mujer. Muchos regalan flores y bombones por creer que es un día de festejo pero, por el contrario, lejos de ser una fecha feliz, en realidad se rememoran sucesos históricos y trágicos que resultaron claves para el inicio de un largo y arduo camino de lucha contra el sexismo y a favor de la igualdad de derechos sin distinción de géneros. El 8 M de 1857, en plena Revolución Industrial, se llevó a cabo una de las primeras manifestaciones públicas femeninas, cuando 20.000 trabajadoras del rubro textil, conocidas como garment workers, levantaron la voz en las calles de Nueva York, con el lema “Pan y rosas”, exigiendo igualdad de derechos con las personas de sexo masculino, reducción de su jornada laboral, mejores condiciones de trabajo en general y el cese del trabajo infantil. En el año 1908, en la misma ciudad y fecha, unas 40. 000 mujeres se declararon en huelga; exigían un salario similar al de los varones que desarrollaban las mismas labores que ellas y una reducción de la jornada laboral, denunciándose además terribles condiciones de trabajo. Las trabajadoras de la fábrica Cotton Textil Factory fueron parte de este movimiento que terminó en una terrible tragedia, ya que, en lugar de atender sus demandas, el dueño de la fábrica decidió cerrar sus puertas para que abandonaran su lucha. Hubo un incendio, declarado como fortuito, y 129 obreras murieron. En 1977, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) estableció el 8 de marzo como la fecha oficial del Día Internacional por los Derechos de la Mujer para todo el mundo. Muchos años después (2011), la ONU creó el organismo ONU Mujeres, que se dedica a “promover la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres”.
Las luchas feministas de los años 70 provocaron una revolución y promovieron una serie de cambios institucionales, legales, políticos y económicos de enorme importancia para la sociedad occidental. Fue el punto de inflexión a partir del cual se logró el acceso a muchos derechos para las mujeres, como la independencia económica mediante la percepción de una remuneración, la participación en la vida política en los países democráticos, la disociación de la sexualidad y la reproducción, el ejercicio de la maternidad como una elección basada en el deseo y no en la imposición social, el acceso a la educación superior y la formación profesional en carreras que originalmente eran solo exclusivas para varones. Estas conquistas sociales y culturales no solo han facilitado otorgar mayores libertades a las mujeres sino también han beneficiado a los varones, quienes ya que no tienen la pesada carga de ser los únicos proveedores de recursos para la familia y pueden asumir un papel más activo como padres con la posibilidad de criar y educar a sus hijos e hijas.
Pese a todos los triunfos obtenidos, los datos proporcionados por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) en el informe publicado en 2022 resultan preocupantes. La tasa de desocupación de las mujeres es 30% superior a la de los varones, las mujeres trabajan en el mercado laboral menos tiempo promedio que los varones, independientemente del nivel educativo y de ingresos y ellas son quienes más tareas realizan en el hogar. La proporción entre los varones es de 5 de cada 10, mientras 8 de cada 10 mujeres se encargan de las tareas domésticas. El porcentaje de mujeres que trabaja en la vivienda duplica el de los varones. Los varones ocupan puestos de dirección y jefatura 75% más que las mujeres. Todas las actividades consideradas “femeninas” quedan excluidas del cómputo económico que valora la producción de riqueza de un país ya que el producto de las actividades no mercantiles y el trabajo no remunerado supone 70% del producto mundial. Estas cifras revelan discriminación desde un aspecto económico, pero existen otras estadísticas alarmantes sobre el ejercicio de distintos tipos de violencias cuyas víctimas son mujeres o niñas.
Después de analizar avances y deudas pendientes, podemos pensar en el 8M como un día de reflexión. Que sea una fecha de agradecimiento para todas aquellas mujeres que nos precedieron en la difícil cruzada del reconocimiento de los derechos que hoy podemos ejercer y asumir el compromiso de trabajar tenazmente para dar continuidad al legado, con el propósito de colaborar para que nuestra descendencia, especialmente nuestras hijas y nietas, vivan en un mundo más igualitario y libre de violencias.
(*) Abogada. Asesora de Niñez, Adolescencia, Violencia Familiar y Género del 10º Turno. Docente de grado y posgrado de la UNC