Un conjunto de universidades europeas, de América Latina y del Caribe preparan una jornada de siete días de discusión crítica de la realidad política mundial iluminada por el pensamiento vivo de Giovanni Sartori.
Los primeros temas que circulan en los documentos preliminares están centrados en la incapacidad de la clase política de aprender las artes básicas de la administración del Estado, mientras muestran una profunda vocación de reiterarse en sus errores.
Sabemos, por cierto, que el desafío que se han planteado las universidades es superior. Nuestro personaje fue esencialmente provocador, polemista a la manera de los “liberales clásicos”.
Por esa razón supo sorprendernos con clarividencia hasta la hora de su muerte, sucedida el 4 de abril de 2017.
La televisión pública fue uno de los objetos de su observación detallada. Debería olvidarse de la dictadura del rating en beneficio de la calidad, cuestión que favorecería a la audiencia que vería elevar su nivel cultural. Y, añade: “La televisión pública dilapida su presupuesto, el presupuesto asignado por el Estado, llegando a duplicar el de las televisoras privadas, sin sus beneficios”.
Releer su obra es un placer supremo para los iconoclastas y librepensadores. No deja títere con cabeza. Es políticamente incorrecto. Fue cultor de la desmesura. Insistimos en una idea fuerza: El hombre libre debe ser capaz de denunciar, provocar, polemizar e ironizar.
La ironía, enseñaba, tiene un valor pedagógico superior: enseña a comprender el valor absoluto de las palabras.
En su amplia bibliografía, en sus múltiples artículos de prensa y en conferencias Giovanni Sartori arremete con todas sus fuerzas contra el papel retrógrado que representa el Papa y la Iglesia, rol que comparte con el extremismo islámico.
Arremete también contra la estupidez de la guerra, a la vez que cuestiona a la humanidad que marcha hacia su suicidio mientras derrocha y agota sus recursos naturales y descree del cambio climático.
Decíamos que Sartori presumía de ser un pesimista profundo. Y así lo explicaba: “El hombre debe hacerle caso a los pesimistas porque advierten de la deriva por la que transita el mundo, la naturaleza de los orates que ocupan los estrados gubernamentales”.
Uno de sus principales enemigos fue Silvio Berlusconi. En un reportaje dado a la prensa española puso las cosas en su lugar. “No lo critico porque sí, sino por las cosas horribles que está haciendo, por el conflicto de intereses. Para colmo quiere una reforma constitucional impuesta por la Liga del Norte de Umberto Bossi que, por ejemplo, ha sido criticada en un libro reciente por 60 de los más importantes constitucionalistas del país. Es un escándalo. Se trata de que el Primer Ministro sea elegido en forma directa, como en Israel, lo que supondría destruir el actual sistema de gobierno parlamentario y quitar sus principales atribuciones al Presidente de la República”.
Esa idea, por estos días tan convulsionados, ronda en los círculos áulicos de Giorgia Meloni.
Otro gran tema sobre el que se invita a debatir es la posición de Sartori frente a las ciencias políticas.
Luis Javier Orjuela, de la Universidad de los Andes, Colombia, en su trabajo: “Pensar antes de contar” retrata a Sartori como crítico de la ciencia política: “Giovanni Sartori definió la ciencia política como la disciplina que estudia o investiga, con la metodología de las ciencias empíricas, los diversos aspectos de la realidad política, con el fin de explicarla lo más completamente posible. Sin embargo, a pesar de afirmar el componente empírico de la ciencia política, Sartori siempre fue un crítico de la reducción de lo político a lo meramente empírico. Ya en su gran obra, Teoría de la democracia, publicada en inglés en 1987, sostenía que dos defectos afectaban a la teoría de la democracia y, por extensión, a la ciencia política: la neutralidad o ‘inhibición valorativa’ y el conductismo. En cuanto a la primera, Sartori, después de descartar distintas concepciones de dicha neutralidad o Wertfreiheit, la definió como la tendencia analítica que separa la descripción de la valoración. No obstante, para dicho autor, la teoría de la democracia presupone no solo una dimensión operacional, sino también un elemento normativo. De allí que la democracia solo se entienda a partir de la tensión entre hechos y valores, lo cual permite incorporar en su conceptualización las condiciones históricas que la originaron y hacen que todavía pueda tener sentido seguir luchando por ella Por lo tanto, si se define la democracia reconociendo la tensión entre descripción y prescripción, se abre ante nosotros el horizonte de una idea regulativa de simetría y reciprocidad en las relaciones sociales y de continua posibilidad de una mayor inclusión”.
El mismo autor insiste en señalar que Sartori ha sido reconocido como uno de los padres de la política comparada, del desarrollo del método comparativo e, incluso para muchos, del desarrollo de la ciencia política cuantitativa.
Sartori nunca abandonó la preocupación por las dos dimensiones de la ciencia política o, más específicamente, por la tensión entre su dimensión empírica y su dimensión normativa.
Tanto es así que pocos años antes de su muerte, en septiembre de 2004, Sartori escribió, para la sección de debates de una prestigiosa revista mexicana, un corto ensayo titulado “¿Hacia dónde va la ciencia política?”, el cual fue publicado de nuevo, un par de meses después, en otra prestigiosa revista estadounidense.
Allí, Sartori vuelve a criticar la ciencia política norteamericana por ser antiinstitucional, muy centrada en el estudio del comportamiento político, por tornarse progresivamente muy cuantitativa y estadística y tan volcada hacia sí misma, que se ha alejado de la relación entre teoría y práctica. Contra dicha situación, Sartori argumenta que la ciencia política debería ser una interacción entre el comportamiento y las instituciones (estructuras); que el conductismo se ha exagerado hasta el punto de “matar una mosca con una escopeta”; que el cuantitativismo ha desembocado en una “falsa precisión o en una irrelevancia precisa”, y que al no lograr establecer la relación entre teoría y práctica, se ha convertido en una ciencia inútil.
A partir de dicho diagnóstico, concluía sarcásticamente:“¿Hacia dónde va la ciencia política? Según el argumento que he presentado aquí, la ciencia política estadounidense no va a ningún lado. Es un gigante que sigue creciendo y tiene los pies de barro. Acudir, para creer, a las reuniones anuales de la Asociación Estadounidense de Ciencia Política (APSA) es una experiencia de un aburrimiento sin paliativos. O leer, para creer, el ilegible y/o masivamente irrelevante American Political Science Review. La alternativa, o cuando menos, la alternativa con la que estoy de acuerdo, es resistir a la cuantificación de la disciplina. En pocas palabras, pensar antes de contar; y, también, usar la lógica al pensar”.
En esta columna, a medida que transcurran los días, mantendremos actualizados los avances organizativos y la manera que tendrán nuestros lectores de participar en esta “celebración del pensamiento” a diez años de la muerte del florentino Giovanni Sartori.
libro
es una excelente idea celebrar un grande Maestro de la ciencia politica. Yo he publicado un libro , Buenos Aires, EUDEBA 2021. Soy disponible a partecipar y escribir con mucho gusto.