La inflación sigue siendo la noticia del día, porque es increíble la cantidad de personas que acepta una situación de empobrecimiento e incertidumbre tan violenta puramente por cuestiones ideológicas. Al final el meme de la persona revolviendo una olla a la luz de las velas con la frase “Por suerte no gobierna la derecha” termina siendo completamente real.
Después del terrible dato de una inflación del 102,5% -que en Córdoba llevó los alimentos a una suba del 12,35% en el mes- hay gente que se pone a señalar el proceso de inflación macrista como si fuese algo equivalente a este descalabro que se vive en la actualidad.
Por aquel entonces el debate era entre shock y gradualismo, y todo el mundo eligió el segundo. A nadie le gusta un ajuste por una devaluación brusca que acomode todas las variables, pero pareciera que en nuestra historia no conocemos otra forma que esa licuación forzada de los ingresos y los ahorros. La mala gestión económica del gobierno anterior se vio en índices como el de inflación, que contribuyó al descontento general respecto a la presidencia de Macri.
Aquella inflación se podía explicar relativamente bien a partir de ciertas decisiones de política económica que empujaron todos los precios hacia arriba. El principal fue el aumento de tarifas, que buscó acercar lo que pagaba el consumidor al costo real de la energía, las comunicaciones o el agua potable. El movimiento fue más brusco que la costumbre, donde el kirchnerismo había borrado la memoria histórica de que hay que pagar por los servicios lo que éstos valen.
Durante la gestión anterior también se liberó el cepo cambiario y el tipo de cambio quedó más expuesto a ciertos movimientos del mercado que pudieran golpear la cotización del peso y trasladarse a salarios y precios.
El ajuste fiscal que se hizo en aquellos años también fue fuerte, al punto que se consiguió reducirlo a valores que resultarían imposibles de alcanzar en lo que le queda de gestión a Fernández.
Se incrementó la deuda pública en dólares y el pago de intereses de la misma, aunque en rigor de verdad Argentina llegaba de una situación de cesación de pagos que había que resolver.
En ese contexto de ajuste fiscal, aumento de tarifas, liberación del cepo y aumento de la deuda la inflación llegó a marcar un pico de 57,3% interanual en mayo de 2019, justo antes de las elecciones primarias que sirvieron a Macri como un despertador que le llegó tarde para su sueño de la reelección. A lo largo de su gestión acumuló un 300% de inflación, valor ya superado en la gestión actual cuando en diciembre pasado se llegó a ese número -es decir, con un año de antelación-.
La situación actual, por lo tanto, señala que el kirchnerismo se encargó de romper todo el ajuste realizado por el gobierno de Macri, que les hubiese facilitado la gestión si hacían una administración lógica y racional de la economía en lugar de embarcarse en un sueño sobreideologizado de combatir el capitalismo que conduce -siempre, indefectiblemente- a crisis económicas como la que atravesamos hoy.
La inflación que se informó anteayer fue una inflación a la que se llegó con tarifas pisadas, con subsidios astronómicos, con un dólar oficial artificialmente bajo, con dilapidación de reservas para sostenerlo, con retenciones que no se pueden bajar ni siquiera en una de las peores sequías del último medio siglo, con acuerdos de precios y clausura de locales que se siguen repitiendo, con cepo al dólar, cepo a las importaciones y cepo a algunas exportaciones -como maíz y carne-. El modelo ya no está atado con alambre: ya no existe, se esfumó, se terminó la ilusión.
El proyecto presidencial de Massa ha naufragado antes de zarpar. Es prácticamente imposible posicionar como presidenciable a un ministro de economía con dificultades para conseguirle un mínimo de bienestar a la gente.
Cavallo era el padre de la Convertibilidad, en aquellos tiempos en los que hasta Maradona y el matrimonio Kirchner eran neoliberales. Sin embargo, cuando se presentó a elecciones en el ‘99 sacó el 10,2%. Ganó el modelo, pero con De la Rúa. En 2007 pasó lo mismo, pero para el otro lado. Lavagna era el padre (el tutor, en realidad) del modelo surgido después del ajuste brutal del corralón que Duhalde impuso en 2002. Sacó el 16,9% de los votos.
Es decir que ni siquiera siendo ministros exitosos (al menos bien conceptuados y populares por esos años) pudieron siquiera acercarse a disputar realmente el poder. ¿Cómo se supone que lo lograría Massa? Es casi como si Dujovne hubiese intentado ir por la presidencia después de su gestión al frente de la cartera económica durante la gestión de Macri.
El escenario a futuro es complejo porque el Estado argentino está quebrado y ya no le queda mucho margen de maniobra. Dilapidaron los esfuerzos de la gestión anterior -que le costaron la elección- y hoy ya no tienen a qué recurrir. A nadie le conviene un colapso total de la economía, por eso resulta inaudito que no tomen medidas de fondo que puedan ser defendidas también por la oposición.
Uno de los consejos que se le da a los alumnos es que no estudien para sacar un 6, porque así es como se termina por reprobar. Hay que ir por el 10 para minimizar al máximo la posibilidad de obtener una mala calificación. El plan con el que el gobierno pretende aguantar hasta agosto y las PASO parece como si estuviese tratando de llegar al 6. El tema es que si reprueba nadie sabe qué nos deparará ese tránsito hasta octubre y diciembre.