viernes 22, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Toda la prueba apunta a William Shakespeare

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A inicios de 1612, Stephen Belott o Etienne Belot demandó ante el Court of Requests de Londres a su suegro, Christopher Mountjoy, por no pagarle la dote a la que se había comprometido por haberse casado con su hija Marie.

El actor, antes de ser yerno del demandado, había sido su aprendiz en su negocio de fabricación de tocados (tire-making). La especialidad de Mountjoy eran los adornos de lujo para la cabeza (tiaras y tocados fabricados con pedrería, alambre dorado y plateado, plumas y demás), que se habían puesto muy de moda en los últimos años del siglo XVI.

Ambos eran franceses y hugonotes -la rama del protestantismo que floreció en Francia en los siglos XVI y XVII-. Todo parece indicar que su emigración a Inglaterra fue por motivos de persecución religiosa. 

La suma en cuestión por la que se pleiteaba eran 60 libras de la época, lo que al cambio presente resultan poco menos de 14.500 dólares. 

En el pleito, que nada revestía de particular y en el que se discutía una cuestión de dinero, empezaría a nombrarse como una pieza clave al más famoso de los escritores de lengua inglesa, William Shakespeare, quien distó de ser un mero observador en el asunto. 

Tal es así que, en la primera audiencia de testigos correspondientes al actor, no sólo se encontraba en dicha lista sino que, al empezar a tomar los testimonios, otros testigos pusieron de relieve la importancia del dramaturgo para la solución del pleito a favor de uno u otro.

Por ejemplo, la testigo Joan Johnson, esposa de Thomas Johnson, del distrito de Ealing en el condado de Middlesex, “fabricante de canastos, de cuarenta años de edad aproximadamente”, bajo juramento declaró en aquella primera audiencia de mayo de 1612 y en cuanto a lo que nos ocupa. Al responder al tercer interrogatorio, expresó: “No está enterada de que el demandado haya propuesto al actor que éste se casara con su hija Marie. Pero dice que el actor y la hija del demandado, Marie, mostraban inclinación uno por el otro, lo que era del agrado y parecía bien a la esposa del demandado. Y, según recuerda, el demandado envió y persuadió a un Sr. Shakespeare que se alojaba en la casa de que persuadiera al actor para que se casara. Y no tiene más para agregar”.

Esta presencia del literato en la cuestión fue asimismo corroborada por los dichos de otro testigo del actor, Daniel Nicholas, más un testigo de oídas que otra cosa. “Del distrito de St. Alphage dentro de Cripplegate, Londres, gentilhombre, de cincuenta y dos años de edad aproximadamente”, según consta en el documento respectivo. 

Al deponer ante la corte, manifiestó Nicholas: Al tercer interrogatorio este testigo dice que escuchó a un tal William Shakespeare decir que el demandado tenía buena opinión del actor y le tenía afecto cuando era su sirviente, y que propuso al actor a través de él, el referido Shakespeare, la celebración de una boda entre su hija Marie Mountjoy y el actor. Y a tales efectos lo envió a él, el referido Shakespeare, a persuadir al actor en tal sentido, según le contó Shakespeare a este testigo, y la boda se realizó y solemnizó en base a la promesa de una dote. Y no tiene más para agregar”.

Al cuarto interrogatorio este testigo afirmó que el actor le pidió que fuera junto a su esposa Marie a hablar con Shakespeare para conocer la verdad acerca de cuánto y qué había prometido conceder el demandado cuando su hija se casara con Belott, y él así lo hizo. Cuando Nicholas interrogó a Shakespeare sobre el particular, éste respondió que, según recordaba, el suegro demandado había prometido que, si el actor se casaba con Marie, daría a su yerno y actor en el pleito “según lo prometido, la suma de unas cincuenta libras en dinero y ciertos enseres domésticos”. El testigo no tenía más para agregar porque no recordaba ningún día establecido para el pago de la deuda o la entrega de los enseres domésticos; solamente que le daría ese dinero al demandante al casarse.

Como dice Laura Chalar en su trabajo “El testigo Shakespeare: un proceso judicial en el siglo XVII”, publicado en la Revista de Derecho de la Universidad de Montevideo, tal participación en dicho pleito es importante para los historiadores, atento a que se sabe muy poco de la vida de Shakespeare, al punto de algunos estudiosos negar incluso que haya sido una persona de existencia real, entendiéndolo como un seudónimo usado por otros escritores. 

Es de tal modo que su participación en el juicio contribuye no solo a establecer su existencia histórica sino a situarlo, como dice la autora antes referida, “en el más amplio contexto de la ciudad de Londres, donde se había radicado para desarrollar sus actividades vinculadas al teatro, y más específicamente (aunque no sabemos con exactitud cuánto tiempo residió allí) en la casa de Christopher Mountjoy, es decir, en el epicentro de la comunidad hugonota (protestantes franceses) que vivía en la capital en esos primeros años del siglo XVII”.

Qué declaró William Shakespeare al ser llamado al tribunal, como se diría en tal época, es ya harina de otro costal.

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