En un par de horas, sin escándalos y sin denuncias de fraude, una de las potencias mundiales del momento escrutó decenas de millones de votos. No hubo gigantescos aparatos de punteros, ni robos de boletas, ni vigilias en el correo para controlar que los telegramas lleguen a destino, ni fiscales trasnochados explotando sus dotes de prestidigitadores; solamente la decisión política de implementar tecnología electoral adecuada a las circunstancias.
Brasil es raro, pero siempre enseña. Y muchas veces lo que resulta raro es convincente y lo que resulta convincente es raro. No obstante, este coctel aplicado a lo real puede resultar innovador; concepto este último que, en el fondo, suele contener en sí aquél. Y esto puede aplicarse al denominado voto electrónico: raro, convincente, real e innovador.
Por nuestras pampas -y también por nuestras sierras- se ven todavía algunas vacilaciones. No todos los políticos están dispuestos a arriesgar las posiciones obtenidas a fuerza de aparatos dejando todo librado a un contacto directo y sin intermediación de punteros, entre el elector y su conciencia en el momento mismo de emitir su sufragio.
¿De qué hablamos cuando nos referimos al voto electrónico? Se trata tanto de la emisión del voto individual mediante medios electrónicos como del conteo posterior al momento del escrutinio. Actualmente, las tendencias en el mundo muestran que la admisión del procedimiento de votación por urna electrónica avala la certidumbre, el secreto, la inviolabilidad y transparencia del proceso, facilitando el proceso en sus diversas fases.
Córdoba, la provincia tecnológica por antonomasia, está en condiciones de proveer no solamente la tecnología necesaria para que el mundo pueda utilizar voto electrónico, sino también la tecnología institucional para su utilización de manera intensiva en todo el planeta.
En épocas en que la gente se entera de las cosas que pasan a través de las redes sociales o de las publicaciones en Internet, cuando la conectividad dejó de convertirse en escasa para pasar a ser pan de cada día. Cuando “el vecindario global” que pronosticó Negroponte es una realidad innegable, todavía hay quienes se resisten a permitir una amplia participación ciudadana a través de los medios que la ciudadanía ya eligió para participar.
Ya son plataformas netamente tecnológicas como twitter o Facebook las que eligen los políticos para ostentar su vedettismo, o para decir lo que opinan sin el compromiso de firmar decretos o proyectos de ley, pero muchas veces la realidad pasa por otro lado: la opinión de la gente sobre ellos está en esas mismas redes, aunque muchos, por preferir escucharse a sí mismos, no lo vean.
Los representados ya eligieron. Aunque muchos políticos se resistan a creerlo, las opiniones políticas o que hacen a la administración de las cosas públicas se emiten electrónicamente en cada segundo de cada uno de los días y esa tendencia es irreversible. ¿Quieren los representantes representar? Busquen por esa misma vía las opiniones y actúen en consecuencia.
El concepto de voto electrónico, igual que el régimen Representativo, Republicano y Federal que consagra nuestra Constitución Nacional, no es una calle de una mano en la que la participación ciudadana se limita a la emisión del voto para elegir a los representantes, sino que requiere de dos vías de las cuales la segunda sea la recepción de lo que el representado opina. Para que este tráfico sea fluido se necesita de la organicidad institucional, la certeza, la frecuencia y la transparencia que sólo la aplicación de tecnología a ese diálogo puede otorgar.
Nadie en América Latina duda de las bondades de la democracia, sin embargo la crisis de representatividad es universal. Que el pueblo delibera y gobierna por medio de los representantes es visto por la sociedad como una mentira y, a veces, como un insulto. Pero la gente que no gobierna de todos modos delibera; sólo falta que sus representantes se enteren.
El voto electrónico ofrece mayor seguridad y comodidad para el votante (que el dieciochesco sistema que utilizamos actualmente) y, a bajo costo, garantiza la existencia de todas las boletas partidarias, paraliza ciertos prototipos de estafa electoral, perfecciona el manejo del período normal del procesamiento y contribuye, por medio de las urnas electrónicas, con la organización de elecciones más eficientes. La instalación de la infraestructura necesaria puede aprovecharse para ir hacia formas de democracia semidirecta y directa mucho más eficientes que las que conocemos.
Hay factores de naturaleza sociocultural y tecnológica que deben estar en la agenda a la hora de hablar seriamente de voto electrónico en el país, sobre todo aquellos basados en crear una infraestructura apropiada para promover el acceso a toda la sociedad, a través del amplio universo de redes de comunicación que hacen posible dar este paso de manera integrada.
Sólo necesitamos que quienes deciden pierdan el miedo. Es claro que la tecnología no muerde. Desde el punto de vista institucional, si el resultado de incorporar tecnología a la democracia es el de mejorar la comunicación entre representantes y representados, aún a riesgo de que unos representantes pierdan su vigencia, pues también será bienvenida y cualquiera de los riesgos que pueda traer aparejada serán ínfimo comparado con los beneficios.
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