En lo que va de 2022, los precios de la nafta subieron entre 60% y 70%, mientras que la inflación acumulada hasta octubre es del 88%. El gasoil, por su parte, trepó entre 80% y 115% según la variedad (súper o premium) por aquel intento de desinflar la demanda en los meses de la cosecha, que llegó a provocar situaciones graves de desabastecimiento. Desde entonces los precios se han mantenido por encima de los valores de la nafta, en una situación atípica.
El argumento del gestor de la iniciativa, el ministro de Economía Sergio Massa, es que la nafta y el gasoil son claves para reducir la inflación, pese a que han aumentado por debajo del nivel general de precios. Es por ello que diagramó un sendero de precios con el objetivo de poder reducir el costo de vida el año próximo.
Sin embargo, la idea de contener los precios haciéndolos subir por debajo de la inflación es un riesgo. El atraso en los mismos puede provocar un efecto rebote si en algún momento los valores de los combustibles se acomodan a lo que indica el mercado. Así, esa transferencia súbita a los precios puede espiralizar la inflación, al revés de lo que se pretende lograr, tal como han señalado al respecto algunos economistas.