Por Florencia G. Rusconi (*)
El 6 de septiembre de 1522 la nao Victoria, con 17 tripulantes comandados por Juan Sebastián Elcano, recaló en el puerto de Sanlúcar de Barrameda, España, tras algo más de tres años de travesía y después de recorrer casi 70,000 kilómetros. Elcano abrió el horizonte geográfico hasta límites insospechados hasta entonces.
Fue un hito universal del que se celebra su quinto centenario. El trayecto iniciado por Hernando de Magallanes y rematado por Juan Sebastián Elcano tres años después estuvo plagado de incidencias, tragedias, motines, hambrunas, miserias, actos bélicos, traiciones y descubrimientos. En el camino, los 250 marinos que iniciaron el trayecto una mañana de agosto de 1519 dejaron la vida en busca de un objetivo por entonces incierto y que culminó con dar la vuelta al mundo.
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En tiempos donde lo urgente ha sustituido, en muchos casos, a lo realmente importante, este tipo de narraciones tienen el mérito de hacernos volver los ojos hacia aquellos lugares de nuestra memoria en donde se esconden hazañas, tragedias y epopeyas que no deberíamos olvidar.
El trabajo de traer a la luz estos relatos siempre debe ser objeto de nuestro reconocimiento.
La reconstrucción que nos ofrece aquí la Dra. Rusconi, ceñida a los hechos, y fiel al estilo periodístico que la representan, no sólo es de lectura amena sino que invita a la reflexión sobre nuestro propio tiempo presente como argentinos, extraviados en un viaje incierto hacia nuestro propio destino, en donde deberemos demostrar al mundo (y a nosotros mismos) si realmente somos acreedores de la enorme confianza que ha sido depositada en nosotros.
Como los hombres de Magallanes y Elcano, hoy los argentinos navegamos sin rumbo cierto, con la esperanza de encontrar un pasaje que nos pueda brindar un canal seguro para escapar de la grieta que nos consume.
Aplaudo esta nota de la Dra. Rusconi y la invito a seguir escribiendo mucho más sobre temas tan apasionantes como este que aquí nos ocupa.