martes 5, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

La necesidad de defender integralmente la función social del periodismo

TRIBUNAL. Bregó por analizar "conductas socialmente disvaliosas”.
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Por Miguel Julio Rodríguez Villafañe (*)

Atento a la importancia de las situaciones e injusticias que se vivían en el ejercicio del periodismo, el Círculo de la Prensa de Córdoba, cofundador del Círculo Sindical de la Prensa y la Comunicación de Córdoba (Cispren), organizó y llevó a cabo en la ciudad de Córdoba el primer Congreso Nacional de Periodistas el 25 de mayo de 1938.

En él se trabajó intensamente y de él salió el primer borrador de lo que luego fue el Estatuto del Periodista. En las deliberaciones, el periodista Ernesto Barabraham ya afirmaba: “Dada la complejidad de la división de trabajo en la prensa moderna, las relaciones entre periodistas y propietarios habían dejado de ser puramente privadas para convertirse en una cuestión pública. En las disputas cada vez más notorias entre periodistas individuales y propietarios de grandes diarios sólo el Estado tiene la capacidad de ejercer una mediación y defender a los primeros, que son, al fin de cuentas, los que producen el contenido público de los diarios”.

También en el congreso se decidió celebrar el Día del Periodista el 7 de junio, fecha  que conmemora el nacimiento, en 1810, del primer periódico patrio, denominado “La Gazeta de Buenos Ayres”.

Se dejó en claro entonces que eran necesarias regulaciones que ayudaran a dignificar laboral y económicamente a las mujeres y hombres que llevaban adelante el oficio-profesión periodística, en la relación trabajo-capital.

Con un esfuerzo gremial sin claudicaciones, por el decreto 7618 del año 1944 se dictó el Estatuto del Periodista Profesional. Luego, en 1946 el Congreso de la Nación ratificó con la ley 12908 el referido decreto.

El periodismo profesional cumple una función de interés social, un servicio fundamental a todas las personas en particular y a la sociedad en general y, en su nombre, ejerce una representación implícita del derecho a investigar, recibir y difundir información.

Por su parte, la vocación periodística debe cuidarse del cáncer de la profesión, que hace confundir cuando brindar la noticia deja de ser un acto de justicia informativa para todos y pasa a estar al servicio de la fama que da la presencia mediática.

También, lamentablemente, muchos periodistas caen en la tentación de transformarse en mercenarios de la pluma al servicio de los grandes intereses o poderes y, más grave aún, no diferencian las opiniones de las informaciones.

A eso hay que sumar lo grave que resulta que muchos periodistas operen como profetas del odio.

Lo referido, con mayor razón es más peligroso en la “era digital”, en la que las informaciones se difunden con altísima velocidad y con un actuar no profesional inadecuado o interesado, que potencia negativamente sus efectos dañinos.

Hay que significar, además, que la mentira, la sobreinformación y la desinformación operan como armas que destruyen la democracia, sobre todo cuando ocurre desde los grandes medios masivos de comunicación, muchos de ellos dominados por empresas nacionales y/o transnacionales que funcionan con lógicas hegemónicas.

Algunas de dichas concentraciones de medios son verdaderos monopolios y/u oligopolios que, en determinadas situaciones, logran condicionar a los propios gobiernos y a la sociedad misma, conforme a los intereses que representan y propugnan.

Además, no dan muchas opciones de criterios a sus trabajadores, lo que incide en la autocensura de periodistas y comunicadores. Todo ello en una tendencia a disciplinar políticamente a la prensa detrás de un discurso único.

Por otro lado, desde hace algún tiempo los medios que informan están dominados por gente que no es periodista sino técnicos y personas del mundo financiero. Éstos tratan la información como una mercancía. Sólo importa que lo que se informa sea atractivo y venda.

El mundo de las finanzas globalizado, unido a un fundamentalismo autoritario de economía de mercado, ha restringido gravemente la tarea profesional periodística y las propias empresas periodísticas.

A su vez, en algunos casos pasan a ser los y las periodistas el fusible que se hace saltar con facilidad cuando el accionar periodístico informativo molesta algunos intereses. Allí aparece entonces, dolorosamente en muchos casos, la autocensura como pauta de sobrevivencia.

Siempre en la historia el informar sobre la verdad no fue tarea fácil y necesitó de una dosis de heroísmo, que ha llenado las páginas más nobles de la profesión con la lucha por la libertad de expresión en el mundo.

Los periodistas han sido víctimas de persecuciones políticas y cárcel. También fueron asesinados, sufrieron lesiones, secuestros, intimidaciones, amenazas, presiones, calumnias, injurias y diversos tipos de ataques.

Además, se los ha espiado, perseguido y tuvieron que optar por el exilio, entre otras múltiples formas que condicionaron su trabajo y la vocación por la verdad y la libertad. Todo lo que obliga a una necesaria actitud social y gubernamental tuitiva hacia quienes asumen la importante tarea.

También, como un lamentable dato de la realidad se ha precarizado la situación laboral de muchos periodistas profesionales, cada vez más inseguros en sus empleos estables o debiendo trabajar como freelancers (o con el eufemismo de “monotributistas”). Todo ello con retribuciones no acordes con la importancia del trabajo que se realiza.

El impacto de la era digital en el trabajo periodístico también ha sometido a la automatización digital y a nuevos controles subordinados a los clicks de lectura propios de las plataformas de Internet, no necesariamente relacionados con la calidad del trabajo realizado.

La presencia de Internet ha reformado muchas de las rutinas periodísticas y  cambiado la organización del trabajo en jornadas parciales. Ello se suma negativamente con el fenómeno de nuevas capacidades a desarrollar propias de la polifuncionalidad y multitarea que se exige.

Ahora el mismo periodista debe, en muchas ocasiones, sacar la foto o filmar con el celular, hacer la crónica y enviarla al medio por Internet. Situaciones éstas que parecen irreversibles para muchas de las actividades desarrolladas por los/as trabajadores de prensa, a quienes no necesariamente les han significado mejores salarios. A ello se puede agregar que se ha aumentado el teletrabajo que encierra a los productores de noticias.

La lucha por el ejercicio de la libertad de información ha sido y es una desafío de todos, en el que periodistas, medios de comunicación, instituciones democráticas republicanas y sociedad deben esforzarse por asegurar debidamente las condiciones económicas adecuadas y los espacios dignificantes para una profesión periodística con independencia, dignidad y calidad humana y técnica.


(*) Abogado constitucionalista

Comentarios 1

  1. FLORENCIA G. RUSCONI says:

    Excelente nota!!!! El recordatorio del Dia del Periodista no es casual. SER PERIODISTA no debería ser considerado un trabajo de alto riesgo. La violencia contra periodistas equivale a un ataque contra la democracia y a la libertad de los medios de comunicación, que abarca el derecho del público a acceder a la información. El dia del periodista destaca la importancia de esa profesión en la búsqueda y el compromiso por la Verdad.
    Por último, a diferencia de Argentina, en el resto del mundo, el Día del Periodista se festeja el 8 de septiembre, en recuerdo al periodista checo Julius Fucik, ejecutado por los nazis en 1943.

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