El presidente de Francia, Emmanuel Macron, fue reelecto este domingo 24 de abril en segunda vuelta con el nivel de abstención más alto en los últimos 53 años y ante una adversaria, otra vez Marine Le Pen, que por primera vez elevó la adhesión a la extrema derecha por encima de 40%.
Macron obtenía 56,5% de los sufragios válidos contra 43,5% de Le Pen, informó el Ministerio del Interior cuando se había completado 90% del escrutinio.
De todos modos, los resultados de encuestas a boca de urna, divulgados apenas se cerraron los comicios y que dieron a Macron una ventaja levemente mayor (58,2% a 41,8%), fueron considerados definitivos por los dos contendientes, que no esperaron los guarismos oficiales para pronunciarse.
Hace cinco años, Macron también había derrotado a Le Pen en balotaje, pero entonces el actual mandatario había reunido 66,1% de los sufragios.
De hecho, el jefe del Estado admitió el descontento que posibilitó tanto la alta abstención como la mejora de la performance de Le Pen, y agradeció a quienes lo votaron solo para impedir el acceso de la extrema derecha al gobierno.
La abstención, de entre 27,8% y 29,8% según diversas estimaciones, se ubicó en el nivel más alto para un balotaje desde 1969, cuando alcanzó a 31,3%.
“La rabia y los desacuerdos que llevaron a muchos de nuestros compatriotas a votar hoy por la extrema derecha deben encontrar respuesta; será mi responsabilidad y la de los que me rodean”, afirmó Macron en su primer discurso tras los comicios.
En el Campo de Marte, con la torre Eiffel de fondo, agradeció a quienes lo votaron solo para “bloquear” el eventual acceso de la ultraderecha al gobierno e incluso a los que se abstuvieron de votar, a cuyo “silencio” prometió “responder”.
“A partir de ahora ya no soy el candidato de un sector sino el presidente de todos”, subrayó el mandatario, quien anunció un “método renovado” para gobernar en su segundo período, que, aseguró, no será simplemente una “continuidad” del actual.
La algarabía de unos dos millares de simpatizantes, que tras el discurso continuaron celebrando con música electrónica, contrastaba allí con la sobriedad del presidente.
En París y otras ciudades, horas después del cierre de las urnas, la policía dispersó con gases lacrimógenos y granadas aturdidoras varias concentraciones de manifestantes opuestos a Macron, aunque aparentemente no favorables a Le Pen, según la agencia Europa Press.
Macron es el primer presidente reelecto desde 2002, cuando los franceses ratificaron al conservador Jacques Chirac. Entonces, Chirac derrotó, también en balotaje, al ultraderechista Jean-Marie Le Pen, el padre de Marine.
Le Pen reconoció inmediatamente la derrota, aunque sostuvo que “el resultado representa en sí mismo una brillante victoria” para su sector, ya que “millones de compatriotas apostaron por el cambio”, y se comprometió a actuar como un “contrapoder fuerte”.
“Continuaré mi compromiso por Francia y los franceses” y “libraré la gran batalla electoral” en los comicios parlamentarios de junio próximo porque “el partido no terminó”, agregó la candidata de Agrupación Nacional (RN, en francés) y diputada de 53 años.
El triunfo del mandatario de 44 años, del partido centrista La República En Marcha (LREM), significa la continuidad de un dirigente europeísta, lo que quedó reflejado en las inmediatas reacciones de varios de los gobernantes de la región.
La Unión Europea (UE) reaccionó sin demora. “Podemos contar con Francia cinco años más”, afirmó el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, en Twitter.
“Estoy encantada de poder continuar nuestra excelente cooperación”, dijo por la misma vía la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
“Felicitaciones, querido presidente Macron, tus electores enviaron hoy un fuerte voto de confianza para Europa; estoy feliz de que continuemos nuestra buena cooperación”, tuiteó el jefe del gobierno de Alemania, el canciller federal Olaf Scholz.
El presidente del gobierno de España, Pedro Sánchez, afirmó que los ciudadanos eligieron una Francia “comprometida con una UE libre fuerte y justa”, y remarcó que “gana la democracia, gana Europa”, según la agencia Europa Press.
En Noruega, que no es miembro de la UE pero pertenece al Espacio Económico Europeo, el primer ministro Jonas Gahr Store celebró que Francia optara por “la democracia liberal en lugar de por la extrema derecha” y añadió que el triunfo de Macron permitirá “asumir medidas valientes por el clima” y consolidar “la unidad frente a las fuerzas autoritarias y la guerra”.
Fuera del bloque continental, el primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, felicitó a Macron, destacó que Francia es uno de los “aliados más estrechos e importantes” de su país y confió en “seguir trabajando juntos”.
De modo similar, el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, dijo que esperaba mantener la colaboración para abordar “desde la defensa de la democracia a la lucha contra el cambio climático, pasando por la creación de buenos empleos y crecimiento económico para la clase media”.
Los últimos sondeos previos, publicados el viernes, vaticinaron que Macron se impondría a Le Pen con una ventaja menor que en 2017.
Cinco años después, Francia no es el mismo país: protestas sociales marcaron la primera mitad del mandato de Macron, una pandemia mundial confinó a millones de personas y la ofensiva rusa en Ucrania sacudió con fuerza el continente europeo.
La guerra a las puertas de la UE sobrevoló la campaña, aunque la principal preocupación de los franceses fue su poder adquisitivo, en un contexto de aumento de los precios de la energía y de la alimentación.
Más allá de elegir entre dos modelos de sociedad, los electores tenían entre sus manos escoger qué lugar en el mundo quieren para esta potencia económica y nuclear hasta 2027, una decisión que habría podido implicar cambios de alianzas si ganaba Le Pen.
La heredera del Frente Nacional propuso inscribir la “prioridad nacional” en la Constitución, para excluir a los extranjeros de las ayudas sociales, así como abandonar el mando integrado de la OTAN y reducir las competencias de la UE.
En cambio, el mandatario reelecto abogó en cambio por más Europa, ya sea en materia económica, social o de defensa, y recuperar su impulso reformista y liberal, con su propuesta estrella de retrasar la edad de jubilación de 62 a 65 años, que en 2020 ya creó protestas masivas.