Avanzar y retroceder; entusiasmarse y angustiarse; emprender y esperar; sociabilizar y encerrarse, entre tantos otros verbos que describen a la perfección el ir y venir de este 2021, tanto en lo social como en lo informático.
La gran tormenta fue en 2020, cuando a la tecnología la llamaron al frente para que se hiciera cargo de la necesidad de seguir viviendo, trabajando, estudiando, produciendo y sociabilizando. En muchas instituciones y ámbitos fue de rápida implementación y en otros fue muy traumática su puesta en escena.
El comercio electrónico siguió siendo la estrella y figura del momento, especialmente en aquellos negocios formales y legales, con números de crecimiento asombrosos, como es el caso del orgullo argentino Mercado Libre, y también en los comercios tradicionales que para sortear la pandemia y sobrevivir a la falta de tránsito por las peatonales, se vieron forzados a implementar sus tiendas en línea. Muchos incrédulos de la posibilidad de vender a personas que no vieran ni palparan sus productos se sorprendieron de los resultados obtenidos, al punto de cerrar sus puertas metálicas para abrir sus ventanas digitales.
Los motochorros tuvieron la misma vivencia que los comerciantes ¿cómo iban a sobrevivir si nadie caminaba por las veredas distraído? ¿de cuál cartera o mochila iban a extraer las billeteras y celulares si todos estaban en sus casas, o se preocupaban de mantener una distancia mínima de dos metros? Hasta que aparecieron las ciberestafas, que no sólo fueron tremendamente exitosas y lucrativas sino que a ellos los mantenían protegidos atrás de un básico teléfono celular.
Las estafas fueron la vedette de 2021 para lamento de muchos, suponiendo que también para los bancos, ámbito en el cual se materializaron todas esas operaciones. Habría que conocer los reportes de cada sucursal sobre los créditos otorgados, porque si se los extrae del contexto general, pocas veces en la historia financiera argentina con tasas claramente usurarias los bancos otorgaron préstamos del tipo “preaprobados” en cantidades sorprendentes. Si se los contextualiza, un alto porcentaje de esos créditos fueron fruto de maniobras y ardides de estos motochorros devenidos en ciberchorros que, con gran astucia y convencimiento lograban que las personas, sin distinción de su nivel de instrucción, les brindaran cuanto dato de validación exigiera el sistema de protección bancario. Tanto daño causaron que obligaron al Banco Central argentino a emitir normativas protectorias de los usuarios, entre todas las otras que dictaron regulando el mercado cambiario.
El Banco Central también emprendió una importante embestida contra las criptomonedas, que son monedas porque así decidieron llamarlas, pero al no ser una moneda de curso legal debería no ser considerada tal por la entidad rectora, sino un bien de cambio como cualquier otro. Esta novela -ahora serie- tendrá muchos capítulos más.
Les deseo una muy bendecida Navidad y un muy próspero 2022, esperando que nos volvamos a encontrar semanalmente en este ámbito.
* Abogado, especialista en derecho informático