Por Silvina Muñoz / Mediadora Licenciada en Relaciones Internacionales UCC / [email protected]
Cuando el cliente llega al estudio del abogado, en muchos casos especialista en Familia, con la consulta acerca del problema personal sobre la separación o divorcio de su pareja, ya es una situación difícil, porque circundando a esa persona se encuentra un cúmulo de conflictos, creencias, valores que implican una estrategia muy compleja para abordar o solucionar su problema. Tendremos que hablar de números, de sentimientos, de días de visita, de quién se queda con qué, todo con el telón de fondo de una emocionalidad y vulnerabilidad importantes, sin contar que cuando hay hijos, éstos se encuentran apreciando todo el proceso ubicados en la primera fila.
Quien decide separarse o divorciarse, el integrante de la pareja que efectiviza la acción, tiene esta idea madurando en su mente desde hace tiempo. El tema es que su par tal vez no esté en la misma sintonía, quizá porque si bien sabe que están pasando por un mal momento, no dimensionó hasta dónde su pareja estaba dispuesta a llegar, o pensó que ese malestar no implicaría una ruptura definitiva.
Entonces, cuando una de las partes está mental y emocionalmente más preparada y con el fracaso más elaborado, la otra parte debe, para poder “hacer pié”, empezar desde unos escalones antes.
Carlos y Anabella llegaron a mediación por pedido de ella. Cuando con mi compañera los hicimos pasar a la sala en el día y hora destinados para ello, la cara de Carlos mostraba que a duras penas sabía lo que estaba haciendo allí. Anabella no había encontrado dónde dejar a la pequeña de ambos, de unos tres años, de manera que teníamos a la familia entera sentada a la mesa.
Abrimos la mediación y le preguntamos a Anabella por qué la había pedido. Con mucha calma nos comentó que quería informarle al padre de su hijita que en un par de días se mudaría a su provincia natal, al norte del país, donde residía toda su familia y donde, además, le habían conseguido un trabajo para comenzar la semana entrante.
A nosotras nos había llamado la atención que en el legajo figuraran ambos con la misma dirección, pero suele ocurrir que las parejas separadas de hecho mantengan, ante la imposibilidad de encontrar otro lugar, el mismo domicilio por un tiempo breve; o que en el intermedio del pedido y la audiencia, ya tengan otro. Ante la pregunta acerca del tiempo de la separación, Anabella contestó “desde hace unos días”, pero el encontrar trabajo había precipitado las cosas.
A esta altura del relato, Carlos se mostraba visiblemente perturbado, tanto que decidimos pasar a una reunión privada con él para poder darle un respiro. Cuando Anabella se retiró con la nena y quedamos solos, le ofrecimos unos segundos de silencio para que aclarara sus ideas, pero se quebró inmediatamente. Cuando se recuperó nos dijo: “Lo que pasa es que yo hasta ayer tenía una familia”.
Las personas nos comunicamos a veces sólo como podemos y en este caso no había sido suficiente, evidentemente.
En este contexto, y con el cliente necesitando soluciones, es donde se presenta la mediación extrajudicial como una herramienta para que el abogado proponga como alternativa rápida, efectiva, inocente y económica.
Rápida, porque el proceso se puede pedir directamente ante la barandilla del Centro Judicial de Mediación (CJM), incluso requiriendo la participación de algún mediador que sea conocido, simplificando pasos burocráticos que agregan incertidumbre al malestar del cliente.
Efectiva, porque los mediadores que figuran en la Grilla de Familia del CJM, trabajamos teniendo en cuenta que no es un espacio terapéutico sino práctico, cuya finalidad es ayudar a las partes a tratar sus intereses, con la urgencia y la importancia planteada por ellos, de manera que se minimicen que los daños colaterales, sobre todo si hay hijos.
Inocente, porque en el peor escenario, al no llegar a ningún acuerdo, las partes no habrán experimentado más que un lugar, desde la reunión conjunta o la privada, donde pudieron ser escuchados en estricta confidencialidad, no interfiriendo en un posible futuro proceso judicial, incluso contencioso.
Económica, porque los honorarios de las audiencias en mediación para casos de Familia está regulada por la ley 8858. y la cantidad de encuentros posibles son en promedio tres, dependiendo de la complejidad del tema. Además, la homologación del acuerdo, llegado el caso, es sin costo.
El cliente llegó al estudio buscando la solución a su conflicto, que supone intereses para negociar, cifras que regatear. Es necesario reflexionar, apartar un lugar para que se puedan expresar, desde el dolor y la frustración, cambiando el contexto donde está el conflicto. Por eso es que se presenta la mediación como instrumento de utilidad para complementar la tarea del abogado en el abordaje de estos temas de manera integral multidisciplinaria, acompañando al cliente que pasa por un momento con consecuencias legales muy importantes y recordando la necesidad de reducir los daños colaterales y fundamentalmente a quienes están sentados en la primera fila observando la evolución de esta situación.