lunes 18, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Revalorizar nuestra nacionalidad para superar la crisis

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Por Luis Esterlizi (*)

“Todo país se enfrenta, en algún momento de su historia, con la obligación de redefinir principios, valores y conductas generales pero también caracteres que perfilen y recorten su nacionalidad. Corresponde a un modelo la estructuración de estas propiedades que no hacen más que traducir la idiosincrasia de su pueblo… Es ésta la hora de su realización. Tengamos en cuenta el ejemplo que nos muestra el mundo; en el que está ganando terreno la idea de que el bienestar de los pueblos se halla por encima de las concepciones políticas dogmáticas. Esto origina un campo de mutuo respeto, que parece nutrirse en bases de civilización, de comprensión y de tolerancia hacia las ideas de los demás”. 

Hoy en Argentina

No hay un solo argentino que no advierta la gravedad de un contexto azarosamente cambiante al no existir un poder nacional -incuestionable en su esencia y ejercicio- que sea capaz de reconstruir el mutuo respeto y la tolerancia, como de poder persuadirnos de la imperiosa necesidad de modelar un período de convivencia que nos comprometa a todos en función del bien común.

Nadie ni nada, por parte de las máximas dirigencias, aparece en el horizonte de esta abrumada y dolorosa crisis que nos permita avizorar la posibilidad de acabar con esta cada vez mayor incertidumbre. Ocupadas en dirimir sus permanencias dentro de este régimen deprimente -sea como oficialistas u opositores-, no se percatan del riesgo de ser engullidas definitivamente por la voracidad de esta decadencia. 

Entonces, ¿cómo no preocuparnos por el futuro de Argentina y de quienes nos sentimos y queremos seguir siendo auténticamente argentinos?

¿Todos somos plenamente conscientes de ello? ¿O habremos perdido el valor de lo que significa integrar una misma nación? Es posible que en algún momento lo intuyéramos y otras veces lo demostráramos, aunque hace un tiempo parece haber desaparecido ese valor detrás de nuestros individuales dilemas. Sólo cuando se participa en una contienda deportiva con otras nacionalidades brota de nuestras gargantas el grito “¡Argentina!”.

“Una nación está formada por el conjunto de personas que se identifican con un territorio, idioma, raza y costumbres, constituyendo generalmente un pueblo o un país. Una nación se caracteriza por la identidad cultural, social, histórica y política de un pueblo. En ese sentido se puede definir el sentimiento de una nación como el parecer de un grupo de personas que comparten lazos con los cuales se identifican culturalmente”. 

Quienes advertimos de este debilitamiento del sentido de la nacionalidad vemos un verdadero trauma que puede llevarnos a situaciones difíciles de superar, ya que la fortaleza del pueblo -amalgamada en valores y virtudes- ha sido diluida detrás de políticas públicas que resintieron nuestra dignidad y degradaron a millones de compatriotas, hasta obligarlos a vivir con lo que le dan, dudando de lo que pueda pasar mañana y descartando totalmente un futuro promisorio.

Algunos sectores se conforman y ponen su empeño en vivir las expectativas propias -sea como fuere- ya que, al desaparecer las oportunidades de integrarse a un proceso nacional trascendente, sólo se acomodan a las posibilidades de salvarse con el sector al que pertenecen, mientras otros directamente descartan esas alternativas y se van de la Argentina.

Aunque las dos coaliciones existentes, desde sus enfrentadas políticas dogmáticas, prometen enderezar el rumbo de la decadencia, ésta sigue implacable en su misión de destruir las esperanzas y los sueños de crecimiento económico y desarrollo social armónico y sustentable para los argentinos.

Estoy convencido de que al recuperar nuestra autoestima depositada en los valores y virtudes que nos dio nuestra nacionalidad, podremos enfrentar esta realidad. Volver a instalarnos como la nación que en esta parte del sur del continente americano, dentro del concierto de países en el mundo que se avecina, tiene lo mejor para ofrecer a un universalismo superador de las instancias que plantean las confrontaciones dogmáticas, recuperando la armonía y el equilibrio entre el hombre y la naturaleza

Por dónde empezar

Primero, antes de empezar cualquier acción, es ineludible identificar cuáles son las auténticas causas de nuestros problemas, algo que a muchos los incomoda porque les resulta más cómodo buscar culpabilidades en agentes externos. Todos sabemos que muchos estigmas no sólo provienen de errores propios sino de actos que podríamos identificar como delictivos; sea por parte de cierta corrupción institucional o de sectores carentes de sentido de nacionalidad, sin importarles el destino de Argentina y de su pueblo. 

Por otra parte, están aquellos que, desprendidos del sentido de nacionalidad y de pertenencia, no buscan su trascendencia al servicio de una comunidad que corre el grave riesgo de desaparecer en la deshonra y la degradación.

La gran mayoría de los argentinos sabemos que la realidad deprimente que durante años venimos soportando es producto de la descomposición de un modelo de gobernanza. Éste se convirtió en un régimen de privilegio al servicio de las contiendas entre posiciones políticas dogmáticas. Eso es lo que hay que cambiar, aunque sus dirigentes no entienden de lo que hablamos.

Hoy Argentina es un territorio descompuesto por diversas fracciones, donde provincias, intendencias, municipios y lugareños viven particulares y distintivas situaciones. Muchos se han acostumbrado a destacar diferencias y no a restablecer los lazos históricos que nos llevaron a integrarnos a un destino común.

Sus recursos no son considerados como del conjunto nacional. Cada provincia o región se fue adueñando paulatina y totalmente de ellos, como también de su disposición dispendiosa. Argentina como nación libre e independiente ha perdido el control, administración y planificación centralizada de los recursos. Argentina carece de un proyecto nacional. Argentina ha dejado de ser la propietaria de aquéllos, ya que algunas regiones o provincias disponen de regalías y del poder de administrarlos, como si la organización política nacional, desde la época de la poscolonia, los hubiera entregado al manejo arbitrario de ciertos y determinados sectores o factores de poder. 

No existe nada que les dé consistencia nacional a un gobierno y a un modelo de gobernanza si de ellos no se desprenden políticas públicas nacionales, administradas consensuadamente y políticamente diseñadas en el seno de la sociedad argentina. Hoy no existe una planificación nacional ordenada de nada y tampoco de provincias e intendencias, ya que muchas de las políticas públicas son decididas por los representantes de las coaliciones y partidos.

De cualquier manera, suceden hechos que suelen romper con esta aparente ausencia de sentimiento nacional, que no responden a la institucionalidad de un país consolidado como nación.

La procedencia legítima viene de la voz del pueblo, como ocurrió durante el partido de fútbol disputado por Argentina y Uruguay el día 10 pasado, cuando miles de gargantas argentinas gritaban desde las tribunas “¡Somos argentinos, es un sentimiento!”. 

Construir un camino que recupere nuestra nacionalidad 

Después de estos conceptos vertidos en función de reforzar nuestra nacionalidad, no cabe ninguna duda de que es indispensable consensuar un proyecto nacional para afianzar la realización de un futuro trascendente, garantizando la no injerencia de concepciones arcaicas y generar un modelo netamente argentino, en el cual el hombre:

  • Se realice en sociedad, armonizando los valores espirituales con los materiales y los derechos del individuo con los de la sociedad.
  • Haga una ética de su responsabilidad social.
  • Se desenvuelva en plena libertad en un ámbito social.
  • Sea protegido por una justicia social fundada en la ley del corazón y la solidaridad del pueblo, antes que en la ley fría y externa. 
  • Consiga que la solidaridad sea asumida por todos los argentinos, compartiendo beneficios y sacrificios equitativamente distribuidos.
  • Comprenda la Nación como unidad abierta generosamente y con espíritu universalista, pero consciente de su propia y exclusiva identidad.

Somos un pueblo que camina por una cornisa cada vez más estrecha, llevando sobre sus espaldas tal vez el mayor peso de esta crisis y siendo el único que puede revertirla antes que los estigmas nos lleven al caos y la anarquía.

Debemos convencernos de que somos la única posibilidad y no debemos dejar que nos arrastren hacia el fondo de esta decadencia. El camino es trabajar y promover que nuestras entidades e instituciones intermedias del trabajo, el comercio, la producción, la educación, la investigación tecnológica, etcétera, conjuguen el espíritu de nuestra nacionalidad y pongan sus objetivos al servicio del país. Para que pueda realizarse como una nación justo, libre y soberano.


(*) Presidente del Foro Productivo Zona Norte

Comentarios 2

  1. Osvaldo says:

    Querido Luis..muy bueno..t
    sugiero que formes un Padron de jombres y mujeres..que se cpmprometan a tener como valores fundamentales. LA HONESTIDAD LA INTEGRIDAD y LA HONRA O EL HONOR..Y a sctuar EN FUNCION DE LAS MISMAS.
    DICTANDO NORMAS QUE AFIAVEN ESOS PRINCIPIOS …asi argentina cambiará

  2. Héctor Francisco Berra says:

    Que hacer de nuestra parte con la responsabilidad que nos pertenece, como Pymes que somos.
    Ya es hora de comenzar con actitudes cambiantes.
    Ya conocemos los graves temas que nos adolecen.
    Comencemos a actuar con acciones que sean ejemplares y diferentes.
    Ya basta de ser TOLERANTES.

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