Recuerdo este primer encuentro, el año pasado; la conversación se extendió durante dos más.
Parafraseando a un gran maestro, Albert Einstein: “Sólo hay dos maneras de vivir tu vida, una es como si nada fuera un milagro y la otra es como si todo fuera un milagro”. Sucedió lo inesperado para las partes: se escucharon y dieron paso a una nueva realidad familiar y, también, lo esperable para las mediadoras: “alojar” los diálogos, de uno hacia el otro y aprender que con ese hecho estábamos cerca del milagro en la conexión entre las partes.
Los términos eran difusos, atravesados por el pedido concreto: recuperar el porcentaje nominal de 49% de un vehículo y toda la emocionalidad que este hecho significaba para dos personas que habían disuelto una convivencia. No fue posible hasta que. justo al mirarse a los ojos, se acompasaron en una conversación enriquecedora para ambos y construyeron su paz; por supuesto, éste fue el final. Ahora, nobleza obliga el relato de algunos momentos destacados.
Algunos meses antes, la tarea de premediación fue intensa: llamadas, correos electrónicos, videollamadas con los abogados de ambas partes, para poder llegar a concretar una primera reunión, debido a que las partes no tenían disponibilidad horaria. Ésa era la manifestación primaria.
En una de esas tantas llamadas, agucé mi escucha y sentí que algo no me decía Susana; en efecto, guardaba para sí algunos factores ansiógenos como el miedo a lo desconocido de este proceso, qué hablarían de ella o con ella en la reunión, cómo podía reunirse con el Alfredo y no llorar o sentir más frustración por todo lo que no podía decirle. Luego apareció el enojo y el estrés que le provocaba un nivel de sensibilidad que la ponía en estado de defensa permanente. Se percibía una cierta frustración en ambos.
Por otro lado, Alfredo envolvía su negativa a dar o hacer algo que se le reclamaba ella, con la tristeza que le ocasionaba la ausencia en sus afectos, el enojo tan característico, los silencios que se instalan en las narrativas y les impiden ver que en el camino -si bien no es fácil- cada uno podía aportar para reparar esta relación, sanar y trabajar sobre la revalorización de sus emociones, aceptando que un otro puede sentir y pensar diferente; aquí las palabras clave fueron: contener, preguntar y escuchar.
Ellos pudieron internalizar que este proceso de comunicación los podría ayudar a dialogar, a poner en palabras sus intereses. Pues ambos sentían mutuamente que uno había hecho algo que no debía y que se habían sobrepasado los límites. Se notaba una clara dominación territorial de Alfredo.
Cuando llegamos a la segunda reunión, la carga energética o emotiva era diferente, lo que le permitió a la Susana mirar a Alfredo y expresarle que su deseo era recuperar el 49% de un auto que ella había comprado con fondos hereditarios y anteriores a la vida en común, para sumar a su 51% y vender. A lo que Alfredo contestó que no tenía el dinero para realizar el trámite pertinente y que si podía esperar a que lo reuniera, ambos saldrían beneficiados.
Dirigimos nuestro trabajo hacia las preguntas, que nos sirvieron para develar los verdaderos intereses. Ella expresó que su confianza y el deseo de una vida “juntos” se había visto frustrada por su separación con Alfredo, que se sentía infeliz, enojada y desilusionada. No obstante, sabía que debía empezar de nuevo y necesitaba organizar su economía y por ese motivo, quería tener el 100% de su vehículo para vender e invertir en su nuevo negocio. Por su parte, Alfredo la escuchó esta vez con atención y no dejó de mirarla; su lenguaje no verbal había cambiado, lo que le permitió, a su turno, decir que se encontraba apenado por todo lo que le había provocado con su nueva relación. Hoy podía decirle que siempre sería importante, pues tienen un hijo en común y que por ese hecho se merece todo el respeto y reconocimiento, que es ella quien se encarga de todo y que su trabajo como viajante no le permite estar presente todo el tiempo, lo que le genera tristeza y frustración.
En la tercera reunión, Alfredo propuso cómo y cuándo podía devolver el 49% del auto, lo que Susana aceptó. El milagro inesperado se produjo, ambos trabajaron en transformar el enojo, la tristeza y la frustración en soluciones posibles y realizables: se entendieron cuando se escucharon.Haber transitado juntos este camino me lleva a reflexionar sobre cómo llegan las partes a una reunión de mediación y sobre qué hechos las motivan a sentir enojo. Pudieron conectar el sentimiento con la necesidad: “Me siento… Porque yo… Me siento enojada/o porque yo deseaba una vida juntos”, como lo expresa el distinguido Marshall B. Rosenberg en su obra Comunicación no violenta.
Conmovedora y útil enumeración de sucesos debidos a una situación dolorosa y en consecuencia el hallazgo de las soluciones que se pretendían. Una síntesis estupenda.
Ana, excelente poder de síntesis dónde sacaste una foto del antes y después del proceso de mediación!!
Brillante publicación felicidades Dra. Cabral
Muchas Gracias Maria Martha.
Excelente publicación con una narrativa exquisita de los hechos acaecidos en la mediación y el resultado final. Brillante…felicitaciones Dra.
Gracias Ana! Lo comparto.
Gracias Matías por compartir. Un abrazo.