Ha sido asesinado el presidente de Haití, Jovenel Moïse. Fue ejecutado en su residencia por un comando, presumiblemente extranjero, que actuó con la complicidad de las fuerzas armadas haitianas, atento a sus antecedentes.
El complot fue preparado con extrema precisión. Hipótesis que tiene cierto grado de certeza habida cuenta de que el presidente asesinado denunció en forma reiterada la existencia de maniobras en su contra, en las que habrían participado miembros del Poder Judicial, de las FFAA y representantes diplomáticos residentes en Puerto Príncipe.
Moïse, quien asumió el gobierno de Haití en 2017, fue un emergente de esta América Latina que repudia la política y la vigencia de las ideologías y entrega su futuro a empresarios supuestamente exitosos que, a la postre, son tanto o más corruptos que los integrantes de la casta política que nos gobierna.
Personajes oscuros que no pueden siquiera justificar el origen de su riqueza y pretenden, como el presidente asesinado, darse un baño de legalidad y aprobar vía referéndum una nueva constitución, violando todos los ordenamientos jurídicos. En Haití, “toda consulta popular destinada a modificar la Constitución por referéndum está formalmente prohibida”.
El 28 de noviembre de 2016, cuando se confirmó que había ganado las elecciones, desde un lujoso hotel de Puerto Príncipe, dijo: “Le hago un llamado a la juventud del país, a todos los haitianos que viven en el exterior, a todos los profesionales del país para que se comprometan a mi lado para poner al país de pie, porque Haití está de rodillas”.
Como descreemos de los discursos y versiones gubernamentales de la historia, para mejor entender la realidad haitiana recurrimos a opiniones independientes. Convocamos a un conjunto de voluntarios que pertenecen a casi un centenar de organizaciones solidarias no gubernamentales que trabajan en el terreno combatiendo la pobreza y las enfermedades. Sus reflexiones, sus apuntes son verdaderamente aterradores. Lo que sigue es apenas un esbozo de la magnitud de la tragedia.
Haití ha sido condenado por la comunidad internacional a morir de hambre y miseria. La sociedad blanca esclavista no perdona su atrevimiento de transformarse en la primera nación independiente del continente, en aquel lejano 1 de enero de 1804, tras derrotar a lo más granado del orgulloso ejército francés.
Por esa razón, las primeras potencias mundiales y el resto de la comunidad internacional han permitido la instauración de dictaduras sangrientas y gobiernos autocráticos que se han valido de poderosas fuerzas parapoliciales y/o paramilitares para sembrar el terror y favorecer el funcionamiento de cárceles y campos de concentración, que han servido para la concreción de uno de los genocidios más abyectos de la historia de la humanidad.
La crisis haitiana ha sido ocultada por un cerco mediático internacional poderoso. Jovenel Moïse, como sus matadores, son sus beneficiarios directos.
Integran el núcleo duro de la represión de un pueblo resistente que se debate en soledad, aislado por su idioma, y su tragedia no es difundida por las grandes agencias de noticias como tampoco resulta de interés para las redes sociales, esencialmente racistas.
Nuestros corresponsales avisan que ese cerco mediático no es nuevo. Algunos recuerdan cómo eran recibidos en los grandes salones europeos el dictador François Duvalier, “Papa Doc”, y su hijo Juan-Claude, quienes ofrecían presentes valiosos acondicionados en artísticos cofres recubiertos de piel humana.
Un nuevo terrorismo de Estado que se ha conformado en un país que sigue ocupado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), una misión del Consejo de Seguridad de ésta que se llama Binuh (Oficina Integrada de las Naciones Unidas en Haití). Dirigido por una representante estadounidense supremacista blanca, afirmó que se enorgullece de haber favorecido la federación de las bandas paramilitares, que se llaman G9, porque eso es más efectivo: tratar con una persona, con el jefe de una de estas bandas, y no tratar con muchos jefes a la vez.
“Bandas criminales, apañadas por la OEA, la ONU y la BINH donde se encuentran representantes de la embajada de los EEUU, Canadá, Francia, la Unión Europea y Brasil. Ésta es la dirección política. En realidad, Jovenel Moise, que estaba gobernando de manera dictatorial desde el 7 de febrero, ya lo era antes porque entró con fraude electoral y ya lo querían sacar desde que entró. Pero desde el 7 de febrero, formalmente ese mandato que él asumió fraudulentamente terminó y, sin embargo, la OEA y la ONU lo están apañando en este año de más para poder realizar este referéndum constitucional que decís, por una constitución que osaron redactar entre los técnicos de la OEA, de (Luis) Almagro y de Jovenel Moise, de manera totalmente ilegal, una nueva constitución que permite darles impunidad a los gobernantes actuales, que son del Partido Haitiano Tèt Kale, que son duvalieristas, de extrema derecha, un partido fascista.”.
En definitiva, continúan informándonos, Estados Unidos, con las misiones de la Minustah, la Minujust y la Binuh, ha provocado grandes fraudes electorales en los que participaron nuestras tropas, tanto uruguayas como argentinas. Uno en 2010, cuando asumió Michel Martely, y en 2016, cuando entró Moise, en el que se constituyeron los dos en dictadores porque no hicieron elecciones, se quedaron sin parlamento y ahora ni siquiera hay Poder Judicial.
Un capítulo especial merece la presencia argentina en Haití. Más allá de la diplomática permanente, aparecieron en escena los Cascos Blancos, esa pretensión solidaria argentina que en todos los escenarios que actuó terminó en auténticos escándalos. Más allá de tener asistencia perfecta en las bellísimas playas caribeñas, fueron denunciados ante las Naciones Unidas por intercambiar sexo por alimentos.
En ese marco de creciente corrupción, una médica argentina especialista en enfermedades tropicales denunció el uso de las valijas diplomáticas para el transporte de droga, con la complacencia del gobierno de Carlos Saúl Menem.
Otro personal médico, cuya vida estuvo en serio peligro y debió pedir asilo político en España, describió el uso de los aviones de la Fuerza Aérea Argentina para el traslado de niños haitianos que habían sido secuestrados con destino a poderosas redes internacionales de trata de personas para el tráfico de drogas y prostitución.
Volviendo a la presidencia de Moise, que no contaba en el apoyo militar, fue testigo de la creciente resistencia haitiana, que en vez de decaer, a pesar de la represión y masacre de parte de la Minustah, fue creciendo producto del proceso de deterioro económico que vive Haití.
“En 2018 -se nos cuenta- hubo un ‘paquetazo’ con el aumento de la gasolina de 25% y se produjo un levantamiento popular, de ahí en adelante hubo varios levantamientos. La calle no la dominan ellos pero sí tienen las armas y armaron este sistema de bandas paramilitares. Ahora le sumaron grupos pandilleros.
Desde EE UU entran las armas de guerra que superan el armamento que tiene la policía. A veces actúan conjuntamente con la policía contra los barrios populares, que es donde está la resistencia y, en otras ocasiones, matan a policías también porque dentro mismo de la policía ha habido hechos de desobediencia graves. Protagonizados por policías que se han insurreccionado y han formado un sindicato”.
Según Camille Chalmers, economista, representante de la Plataforma para el Desarrollo Alternativo de Haití (Papda), integrante de la red CADTM- AYNA en CX36 (Montevideo), la extrema derecha haitiana desde 2010 secuestró el poder de manera totalmente ilegal con el apoyo de la ONU. Apropiación que tiene hondas raíces históricas y “se alimenta de las estructuras de dominación del imperialismo y la oligarquía.”