viernes 22, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Instrucciones para el uso eficaz de las marcas gráficas

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Por Leonardo Altamirano*

Los textos jurídicos no están compuestos únicamente por palabras. Hay toda una gama de signos paralingüísticos que complementan la materia verbal para crear sentidos. Cuando son correctamente utilizadas las mayúsculas, las cursivas, las negritas y las comillas orientan al lector durante el recorrido del texto. Sin embargo, en el discurso jurídico, muchas veces estas marcas gráficas se utilizan de manera anárquica y terminan generando desconcierto y confusión en los destinatarios. Quizás algunas pistas simples puedan servir de orientación para el uso eficaz de las marcas gráficas.

  1. Las mayúsculas sirven para los nombres propios. En muchas sentencias y resoluciones judiciales suelen encontrarse sustantivos comunes con mayúscula inicial: Juez, Vocal, Magistrado, Fiscal, Querellante, Actor, Locador, Tribunal. Un temor reverencial parece apoderarse de los redactores jurídicos. Algo les impide escribir con minúscula los sustantivos comunes que remiten a alguna autoridad (no he visto la palabra “imputado” con mayúscula). Pero, en realidad, se trata de un error gramatical; porque sólo los nombres propios llevan mayúscula inicial. Este mismo criterio se aplica a la palabra “provincia”. Si refiere al espacio geográfico va con minúscula; sólo lleva mayúscula inicial cuando remite al Estado provincial. Tampoco los días, los meses o las estaciones del año van con mayúscula, salvo -claro- que constituyan un nombre propio como, por ejemplo, “barrio Primero de Mayo”.
  2. Las comillas delimitan el discurso ajeno. El principal uso de las comillas es delimitar qué expresiones pertenecen al enunciador del texto y cuáles a otros sujetos. En el discurso jurídico, esta diferenciación se enfatiza con el uso simultáneo de la letra cursiva. En mi opinión, esta superposición de marcas gráficas resulta innecesaria. Las comillas por sí solas constituyen una distinción suficiente de las diferentes voces presentes en un texto. Pero esta costumbre está tan arraigada en la escritura forense que parece difícil de erradicar. En defensa de esta práctica, puede decirse que en documentos muy extensos, como las sentencias, este uso heterodoxo de los recursos gráficos permite la identificación inmediata del discurso ajeno. Además, las comillas sirven para enfatizar el uso metalingüístico de las expresiones, es decir, cuando de las palabras en sí mismas y no de la realidad a la que refieren, como lo hice en el ejemplo del párrafo anterior..
  3. Las cursivas indican algún uso especial de los vocablos. Entre otras funciones, la letra cursiva sirve para destacar aquellas expresiones que han sido usadas en forma irónica o en un sentido poco habitual. Este elemento advierte de un desplazamiento semántico del vocablo. También se recurre a esta marca gráfica para señalar las palabras provenientes de otras lenguas (tales como el latín o el inglés) como también para referir el nombre de los diarios y el título de los libros. Puede reemplazar las comillas cuando estamos frente a un uso metalingüístico de los términos…
  4. Las negritas jerarquizan información concreta. Cuando un escritor quiere destacar una expresión por encima de otras puede recurrir a la negrita. La diferencia visual que este tipo de letra genera con el resto del texto de inmediato dirige la atención del lector a ese sector del documento. Sin embargo, este recurso debe ser usado con sobriedad, porque de lo contrario pierde su efecto. En una página abarrotada de negritas, con frases subrayadas, términos en cursiva y palabras escritas con mayúsculas continuas, la atención del lector se dispersa por un exceso en las indicaciones. Esta patología de la escritura (que ha sido agravada por el uso de los procesadores de texto) se denomina polución gráfica.
  5. Las mayúsculas llevan tilde. El uso de las mayúsculas continuas también permite diferenciar una palabra o un sintagma del resto del texto. Igual que el subrayado o las negritas, pierde su eficacia si se las utiliza en forma exagerada. Hay quienes se sienten liberados de la responsabilidad de colocar tildes cuando escriben en mayúsculas; pero es un error, una especie de leyenda urbana. Las mayúsculas sí llevan tilde. No hay ninguna duda al respecto. Quizás la confusión se haya originado porque en algunos sistemas de impresión (por ejemplo, la linotipia) la colocación de la tilde en las mayúsculas generaba dificultades técnicas, hasta cierto punto, insuperables. En efecto, esto provocaba que muchos libros y periódicos se imprimieran sin que las mayúsculas tuvieran este signo ortográfico. Pero, en realidad, se trataba de una imposibilidad material (y no gramatical) que la tecnología ha solucionado hace décadas.

* Doctor en semiótica. Licenciado en comunicación social

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