Por Salvador Treber
A escala ecuménica, las pandemias causaron millones de pérdidas de vidas humanas. En los últimos dos siglos, la más recordada mundialmente es la llamada “Gripe Española”, que después de la Primera Guerra Mundial azotó especialmente a Europa y Asia, y mató a más de 40 millones de personas. Argentina registró unas 15.000 muertes entre 1918 y 1919 por causa en la mencionada enfermedad que ingresó al país por el puerto de Buenos Aires junto con la oleada de inmigración. Anterior a esa, la epidemia de fiebre amarilla de los años 1870/71 tuvo alto impacto en nuestro país y se sufrió sobre todo en la ciudad de Buenos Aires y alrededores, produciendo no menos de 250 mil muertes. Luego la de la parálisis infantil, en tiempos de la Segunda Guerra Mundial (1941), que en nuestro país obligó incluso a interrumpir el dictado de clases y exigió la medida de aislamiento, restringido a la población infantil, lo que se prolongó todo ese año, hasta el descubrimiento de la vacuna.
La pandemia actual, seguramente por el crecimiento de la población mundial que se estima ya asciende a 8.000 millones de personas, la facilidad de las comunicaciones rápidas, combinado con la alta contagiosidad del covid-19, ha generado muchos más afectados y víctimas en corto lapso, desde su comienzo ubicado hasta ahora en la ciudad-puerto china de Wuhan. Es de señalar que China es el país más poblado del mundo -1.429 millones de habitantes-. Hasta donde se sabe, la enfermedad no se extendió al resto de su territorio sino que se circunscribió a la mencionada ciudad mediante un rígido confinamiento al que se sometió a la población, gracias a lo cual se pudo dominar el brote en sólo un trimestre.
Ante esta circunstancia, el mundo globalizado entró en una crisis en la que se cuestionan algunos paradigmas y se refuerzan otros.
El gran fantasma que se evidenció ante esta enfermedad es la imposibilidad de los sistemas de salud para hacer frente a un número muy importante de enfermos que requieran al mismo tiempo atención de máxima complejidad.
Es por eso que, ante la falta de remedios específicos y de vacunas y hasta tanto la ciencia pueda llegar a generarlos, la única alternativa es la higiene y el aislamiento de la población, especialmente de la de riesgo.
Por un lado estamos frente a una revalorización de la función de los Estados, que aparecen como actores principales en cuanto a sus funciones de asignación de recursos, especialmente direccionándolos al sector salud y a la necesidad de subsidios o ayudas a quienes necesitan seguir subsistiendo en este contexto.
Por otro lado, el propio concepto de globalización está siendo cuestionado, ya que la situación de pandemia impulsa a esos mismos Estados a encerrarse en sus fronteras, valorizar la producción interna nacional y limitar al máximo el comercio internacional, que ya venía cayendo. La Organización Mundial del Comercio (OMC) pronostica que el comercio mundial podrá caer entre 13% y 30% en 2020, mucho más que durante la crisis del 2008.
El proceso de expansión
Rápidamente el virus se propagó en la región del sudeste asiático y afectó la economía de China y demás países de la región. Ya en enero de este año se produjeron cierres de fronteras y la caída del PBI chino en el primer trimestre fue de 6,8% interanual y de 9,8% respecto al último trimestre de 2019.
Ni qué decir de la expansión del virus en los países del continente europeo, que muy tardíamente tomaron medidas de aislamiento de la población, de modo que conjuntamente Francia, Italia, España, Alemania y Reino Unido superan el millón de casos y 130.000 fallecidos.
A modo de muestra, podemos señalar que el PBI español cayó 5,6% en el primer trimestre de 2020 con respecto al del último trimestre de 2019, su mayor caída en medio siglo. El PBI francés bajó en el mismo periodo 5,4% y el de Italia, 4,7%; y los principales institutos económicos de Alemania prevén que el PBI de este país disminuirá 4,2% como consecuencia de la pandemia.
En el caso de EEUU, se transformó rápidamente en el país de mayor cantidad de casos del mundo, casi 1,5 millón, y más de 89.000 fallecidos, con epicentro en la ciudad de Nueva York, que hasta ahora ha sido la más afectada. A pesar de estos guarismos, el presidente Trump insiste en lograr una apertura muy próxima, contrariamente a la posición de su propio principal asesor médico, el doctor Anthony Fauci, quien rechaza de plano tal posibilidad y advierte de que semejante imprudencia podría generar gravísimos efectos. Por el otro lado, el PBI de EEUU se contrajo 4,8% en el primer trimestre de 2020 y, obviamente, Trump pretende hacer prevalecer sus intereses en ser reelecto, pensando en las elecciones programadas para el próximo noviembre, aunque nadie tiene claro si su postura finalmente le dará mayor rédito político.
La problemática en Sudamérica
En Sudamérica paradigmático es Brasil, donde a partir del primer caso -diagnosticado a principios de marzo-, los afectados se han incrementado con gran rapidez y llegan hoy a casi 300.000 y a más de 19.000 los fallecimientos. El presidente Jair Bolsonaro se ha manifestado contrario a tomar cualquier medida relativa al aislamiento y ha priorizado el funcionamiento de la economía, contra la posición, digamos más sanitarista, de proteger a la población mediante la reducción de la circulación al máximo. Aun así, el mismo FMI prevé una caída del PBI de Brasil de 5,3%.
En nuestro también vecino Chile, a pesar de que la Escuela de Salud Pública de la universidad advirtió mediante un estudio específico referido al potencial avance de coronavirus de que la posible multiplicación de casos podría producir un virtual colapso de su régimen sanitario, tampoco se tomaron medidas drásticas y desde comienzos de mayo ha venido acumulando un promedio de mil casos nuevos por día y llegado a un récord, el 10 de mayo, de 1.600 nuevos contaminados, con promedio diario de 1.221, situación de extrema gravedad ya que se disponen sólo 1.200 camas.
Se teme muy justificadamente que pueda colapsar en forma total el sistema sanitario por carencia de alrededor de 800 camas, que se consideran vitales para frenar la expansión de la pandemia y que al momento no se disponen. La por lo menos imprudente postura del presidente trasandino ha contribuido muy negativamente a multiplicar el proceso de contagio; actitud semejante a la de su colega brasileño.
La situación de Brasil es de mucha preocupación por ser el país más poblado, por tener fronteras con casi todos los demás países y por ser la economía más fuerte de Sudamérica
En cambio, la República Oriental del Uruguay, Paraguay, Bolivia y Venezuela tienen pocos casos detectados y también pocos fallecimientos, hasta el momento.
El caso argentino
Argentina tomó medidas preventivas estrictas tempranamente, pese a que el Gobierno recién asumido se encontró con un sistema de salud pública y privada deteriorado que había visto disminuidas las partidas presupuestarias desde 2015 a 2019. Ante ello, el fantasma del colapso del sistema de salud por tener avalancha de casos era el principal tema a solucionar, y primordial retrasar la llegada del “pico”. Los diagnosticados totales al día son 9.283, los fallecidos 404 y se logró que en el país los casos pasen a duplicarse cada 25 días, aun cuando en los centros urbanos más densos la duplicación no alcanza ese plazo. Tanto en Brasil como en Chile esta duplicación se da cada 10 días. Ello explica que la OMS haya puesto a Argentina como ejemplo a seguir en circunstancias semejantes.
En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) y en su Área Metropolitana (AMBA) se registra 96% de los casos, no obstante las políticas implementadas han sido distintas en esas dos jurisdicciones. Mientras el Gobierno de la ciudad comenzó una flexibilización del aislamiento, en el conurbano bonaerense no se tomó la misma actitud por temor a la propagación de virus, que adquiere visos de gravedad cuando más vulnerables sean las poblaciones en las que se desparrama.
Tan es así que en la CABA y en todo el país hoy el área más comprometida son las villas 31 y 1-11.14; ambas suman 1.201 infectados, que se multiplican rápidamente ante las precarias condiciones de vida.
Seguramente el mundo tal y cual lo conocimos ha cambiado y muchas actividades tardarán en retornar a lo que nosotros consideramos desempeño “normal”, o quizás algunas nunca vuelvan a ser lo mismo.
No obstante, cada situación de crisis representa una oportunidad de superarla y salir de ella, y quizás sea ése el desafío al que se enfrenta la humanidad toda en esta instancia: cómo superar este trance con la menor posible pérdida de vidas humanas.
En ese contexto se debe recordar que liberar actividades con el riesgo de contagios masivos y muertes evitables no garantiza que la economía no sufra o que sufra menos. Finalmente, ante contagios masivos la paralización va a ocurrir de un modo o de otro y habremos perdido vidas, que es lo más valioso que tiene el género humano.