Por Marcelo Diez (*)
Esta crisis, en ocasiones, ha implicado una carga psicológica como hace mucho tiempo no vivíamos como humanidad; pero, al mismo tiempo, se nos presenta como una oportunidad. Porque estamos luchando sin haber estado preparados contra este virus que es invisible y que, paradójicamente, se asemeja a otro que en general la gente de empresas está poco entrenada para combatirlo. Un virus también muy tóxico, el de nuestra mente cuando dejamos que las emociones dominen la toma de decisión.
Sabemos que los estados emocionales son contagiosos y cuando están descontrolados mucho peor aún. En esta situación vale entonces el refrán: “El obstáculo que está en el camino se convierte en el camino”. Tenemos delante la posibilidad de poder contagiar otro virus, uno positivo, que “limpie” el desánimo que puede estar experimentando nuestra mente y corazón. La invitación es ser esa “vacuna” -que para el Covid aún no existe- y que nosotros sí la tenemos aunque a veces no la usamos. La formulación de la misma es irradiar lo opuesto a lo que vemos muchas veces en este día a día, siendo así generadores de coherencia, buenos estados de ánimo, solidaridad, servicio y, por sobre todas las cosas, aumentar nuestra capacidad creativa que se opone al miedo. Ponernos “manos a la obra” en este desafío, que seguramente si haremos, nos va a devolver organizaciones adultas y más conscientes cuando todo esto pase.
Debemos trabajar en nuestro carácter, pues es lo único que está bajo mi control, es mi capacidad de tomar decisiones. De nada sirve llenarme de juicios en contra de los demás, porque eso me genera más ansiedad. “Para tener conciencia no hay que controlar lo que pasa fuera de mí, sino cómo responder a eso que pasa”.
Al estar bien de salud vamos a poder hacer frente de mejor manera al Covid y a nuestra mente también. Hacer ejercicio, dormir y comer bien, caminar en casa, realizar estiramientos periódicos sin estar sentado todo el día, crear espacios de respiración profunda.
Ser protagonista de cada momento que me toca vivir con actitud; hacer lo que me toque con conciencia, no por cumplimiento. Aunque algo sea obligatorio, puedo decidir cambiar el sentido de porque lo hago y hacerlo porque así ayudo a no enfermarme y a no enfermar a los demás.
Tomar conciencia de mis pensamientos, estar atento y poder ver todos los sentimientos que me invaden con ansiedad y soltarlos; eso que me irrita, esa decisión del otro que no hace las cosas como a mí me gustaría, que me pone mal y que me da bronca.
Aún en este momento difícil buscar disfrutar, poder darme cuenta de aquellas pequeñas cosas que no valoraba cuando podíamos salir a la calle, como el trayecto al lugar de trabajo o momentos compartidos con distintas personas a lo largo del día. Así, cuando pueda salir, voy a aprovecharlos mucho mejor.
Dejar de ocupar el tiempo con cuestiones vacías que generan más ansiedad, más miedo. Evitar una alta exposición a las noticias o estar mucho tiempo conectado a las redes sociales. Organizar bien los momentos y espacios de trabajo a distancia y también la atención a redes sociales, para poder darle sentido al resto de la jornada.
Si no soy un experto en el manejo de emociones puedo ayudarme canalizando mi energía para relajarme y evitar desesperarme. Escuchar la música que nos guste, juntarse con un o varios amigos online, bailar, reírnos, hacer eso que nos hace bien.
Evitar sensaciones de aislamiento; darme cuenta que no estoy solo, que estar en casa no es estar solo, es estar de alguna manera distanciado físicamente y poder vivir la comunicación en un nivel más profundo.
Como dice el escritor Jiddu Krishnamurti “la libertad primera y última es la libertad de nuestra conciencia”, eso es responder a cualquier cosa que nos pasa con sentido y actitud de servicio; porque nada ni nadie, ni ningún virus, nos puede quitar la libertad de ser mejores seres humanos en la vida y en el trabajo también.
(*) Director de Consultoría “Más Humanos”, en Grupo Consultores de Empresas.