El cese del movimiento turístico causado por el coronavirus afectó, entre otros rubros, al enoturismo lo que compromete la situación económica de los establecimientos más pequeños que se abrieron a esas visitas, según un estudio difundido por la cámara empresaria Bodegas de Argentina.
El informe realizado sobre 95 bodegas de las 241 que se ofrecen al turismo en Argentina, midió a fines de abril, entre otras cosas, el impacto que trae aparejado la cuarentena en materia de empleo y salarios para el sector del enoturismo argentino.
En este área, las bodegas afrontan el gran desafío de mantener las remuneraciones de los empleados sin percibir ingresos con normalidad, debido al cierre de la actividad turística, advirtió un reporte del Observatorio de Enoturismo de Bodegas de Argentina.
De total de bodegas consultadas para la encuesta, el 63% se encuentra en Mendoza; 10%, en Salta; 7%, en Córdoba, y 6% en San Juan, y entre todas dan empleo a unas 1.300 personas, en forma directa e indirecta.
De estos trabajadores del enoturismo, 760 se desempeñan en el sector de recorridos guiados, visitas y otras experiencias; 350 en la parte gastrónómica y otros 200 en el área de alojamiento, reveló la investigación.
Además, en marzo, debido al turismo del vino en bodegas se daba empleo a unas 650 personas en forma temporal, debido a la fluctuación en la cantidad de turistas en el sector, agregó el informe.
El principal destino de los ingresos percibidos por una bodega a través de su actividad turística es el pago de sueldos de los empleados, que la masa salarial promedio asciende a 278.000 pesos mensuales.
Según las principales opiniones globales, el área turística demorará, al menos, 12 meses en recomenzar su actividad; con un impacto de más de 3.000.000 de pesos promedio por bodega, sólo en masa salarial.
El enoturismo es un área esencial para micro y pequeñas bodegas, que representan 78% de las bodegas abiertas al turismo en el país; entre ellas, el 53% elabora menos de 500 mil litros anuales de vino, por lo que la falta de actividad turística golpea en forma directa su rentabilidad.
Más del 70% de las bodegas abiertas a los turistas en Argentina poseen capitales de inversión exclusivamente nacionales, y conforman una industria joven, ya que más del 50% abrió al turismo en los últimos 15 años, con la mayoría de los destinos enoturísticos del país en plena etapa de crecimiento.
A ello se suma que el turismo del vino se desarrolla no sólo con bodegas, que constituyen una suerte de columna vertebral, sino que también hay una variedad de empresas que conforman el clúster enoturístico.
Por eso, el análisis del impacto debe completarse con la caída de actividad de operadores especializados en el rubro, empresas de transporte de pasajeros, servicios profesionales, aplicaciones digitales y otras actividades en los “Caminos del Vino”.
El enoturismo es importante para los destinos también materia de hotelería, alojamientos, artesanías, productos gastronómicos envasados y otras economías regionales, así como en el de turismo de reuniones, en el que Argentina se erigió como líder de Latinoamérica el año pasado.
Un ejemplo es Mendoza, que se convirtió en uno de los lugares preferidos para la realización de convenciones de todos los rubros, en parte impulsado por el enoturismo.
La asociación Bodegas de Argentina aseguró que ante esto que trabajan para contar con las medidas y protocolos que deba implementar el sector para brindar la confianza y el cuidado que requiere cada visitante y cada lugar donde se desarrolla la actividad, cuando termine la pandemia.