Verónica Castañeira, coordinadora de la Asociación de Profesionales de Orientación.
Cuáles son los proyectos futuros de los jóvenes escolarizados? ¿Estudiar? ¿Trabajar? ¿Ambas cosas? Una investigación llevada a cabo por la Asociación de Profesionales de la Orientación de la República Argentina (Apora), en la que participaron equipos de investigacón de distintas provincias y universidades del país, develó las expectativas y los obstáculos de aquellos próximos a egresar del nivel secundario.
De este trabajo participó la psicopedagoga cordobesa y coordinadora de Apora Córdoba Verónica Castañeira, quien relevó los datos de los encuestados provenientes de las ciudades Capital y Río Cuarto. Antes de la presentación de “Las elecciones vocacionales de los jóvenes escolarizados” -el libro que compila la radiografía nacional-, la investigadora brindó algunos avances a Comercio y Justicia.
– ¿Qué datos distintivos de Córdoba recogieron sobre las elecciones vocacionales de los jóvenes?
– En Córdoba y Río Cuarto resulta muy significativo el papel que se le otorga al estudio para el logro de las expectativas futuras. Estudiar (sin ningún agregado) es considerado por 92% de los estudiantes como importante y muy importante, convirtiéndose en condición fundamental para el logro de otras expectativas tales como: estudiar para hacer algo que me dé satisfacción personal: 91%; estudiar para conseguir un empleo: 88%; estudiar para desarrollarme intelectualmente: 84,2%; estudiar para tener dinero: 81,5%.
– ¿Qué inferencias hicieron respecto al nivel de expectativas versus jóvenes que efectivamente ingresan y se reciben en la universidad?
– Podemos sostener que los jóvenes constituyen la franja etária más vulnerable y en la que la vivencia de la incertidumbre se haya exacerbada. A pesar de ello, siguen apostando a pensar proyectos futuros. Casi 70% de los jóvenes escolarizados de ambos sexos manifestaron como intención de proyecto futuro estudiar y trabajar después de terminar la escuela, 2% sólo trabajar y alrededor de 28% sólo estudiar.
Por otro lado, si tenemos en cuenta que la falta de trabajo se acrecienta en el sector juvenil y que alrededor de 60% de los estudiantes abandonan durante el primer año de la universidad, esta realidad nos permite sostener la hipótesis de que la elección realizada en la mayoría de los casos causaría frustración en ambos aspectos: estudio y trabajo.
Así, la no permanencia en el sistema educativo de un alto porcentaje de jóvenes, la falta de trabajo digno, se constituyen en problemas de índole social, en que la marginalidad y la exclusión cobran fuerza en posibles comportamientos delictivos, violentos, etc.
Resulta llamativo que, más allá de la incertidumbre reinante, del apogeo del aforismo posmoderno “No hay futuro”, los jóvenes siguen apostando a pensar en proyectos futuros, pero ¿cuál es el costo subjetivo de sostenerlos sin visualizar opciones claras? Hoy podemos observar jóvenes excesivamente dubitativos y angustiados al momento de elegir, quienes buscan innumerables opciones y no encuentran en ninguna alguna respuesta posible. Hay un fuerte pedido de garantías para elegir, seguridades que les sirvan de soporte subjetivo. Se tratará, entonces, de seguir abriendo espacios para la generación de proyectos individuales y colectivos, que puedan plantearse y sostenerse a pesar y más allá de la inseguridad; de acompañar al joven para encontrar las “maniobras” que le permitan armar un recorrido posible, sin olvidar la brújula del propio deseo.
-¿Hay una fuerte expectativa sobre “ser un universitario”?
– La expectativa futura de estudiar sigue fuertemente instalada, quizás, porque la posibilidad de ingreso a la universidad puede actuar subjetivamente, como un posible lugar de inscripción social. “Soy estudiante” da una identidad desde la cual poder construir algún proyecto y de alguna manera diferir el temible encuentro con la posible exclusión educativa y laboral. Quizás pertenecer a la condición de estudiante universitario pueda ofrecer algún punto de anclaje subjetivo desde donde construir un hacia dónde, más allá del estallido de las instituciones, de la conmoción social, de la caída de los ideales.
– ¿Qué distinciones encontraron según el tipo de escuela a la que concurrían los encuestados?
– Si tomamos la expectativa de estudiar por tipo de escuela, los jóvenes de las escuelas privadas valoran más el estudio para el logro de sus proyectos futuros (76,2%) que los jóvenes de escuelas públicas nacionales (72%) y de escuelas públicas provinciales (66,3%), manteniéndose la misma tendencia para las expectativas relacionadas con el estudio, salvo en estudiar para tener dinero, por la que los jóvenes de escuelas públicas manifestaron valorarla en 52,4%, luego los jóvenes de escuelas privadas, 49,5% y finalmente los jóvenes de escuelas públicas nacionales, 44%.
Los porcentajes de estudiar por tipo de escuela se encuentran en consonancia con el nivel educativo de las madres y los padres, ya que podemos observar que el estudio es más valorado por los jóvenes de escuelas privadas, que son aquellas en las que los padres han aclanzado un nivel univertario o más en un alto porcentaje.
Los resultados de la investigación, que se darán a conocer el viernes en el Centro Cultural Borges, en Capital Federal, fue relevada en octubre y noviembre de 2006. Los encuestados fueron 2.160 varones y 2.163 mujeres, lo que hace un total de 4.323 estudiantes. En nuestra provincia se encuestaron 1.253 (76% de Córdoba y 24% de Río Cuarto; 52% fueron mujeres y 48% hombres), cuya edad promedio es de 17 años. Respecto al tipo de colegio, es igual la distribución entre las escuelas públicas y privadas.