China será clave. No hay que dejar pasar esta ocasión de establecer fuertes vínculos con los emergentes y reflotar la cooperación sur-sur. Tampoco, perder de vista la integración latinoamericana
Por Gonzalo Fiore Viani
Si bien el panorama internacional de 2019 y de los próximos años es radicalmente diferente al de 2003, el contexto global no es negativo para la Argentina que viene.
El gobierno de Alberto Fernández deberá desarrollar una política exterior inteligente, posicionándose de una manera u otra con los grandes temas de la agenda mundial.
La gran dicotomía que atraviesa la política internacional en el siglo XXI, especialmente por el ascenso de Donald Trump en Estados Unidos, la consolidación de la Rusia de Vladimir Putin como potencia en el concierto de las naciones y el auge de China, es la antinomia globalismo contra antiglobalismo. En su último discurso en la Asamblea General de Naciones Unidas, el mismo Trump se refirió a esto al expresar que “el futuro es de los patriotas y no de los globalistas”. Trump, en esta disputa, se siente el abanderado de los primeros. Por supuesto, con todos sus claroscuros, es muy difícil defender desde este lado del planeta la administración del republicano. No obstante, son innegables sus éxitos de gobierno, especialmente los referentes al empleo -el más alto en 50 años-, la potencia del mercado interno y la impresionante recuperación de la economía.
Mauricio Macri tenía todas las condiciones para pararse en esta antinomia de alguna manera. Si alguien con peso en el gobierno de Cambiemos hubiera entendido el mundo en el que les tocó desempeñarse, podría haber optado por uno u otro lugar. Quizás la opción natural para el Presidente hubiera sido la de los globalistas, prolibre mercado, y más o menos a favor de las libertades individuales. Si bien el Gobierno es una rara avis propia del liberalismo argentino, que se muestra como liberal en algunas cuestiones pero profundamente conservador en otras, Macri tiene mucho más en común con Justin Trudeau o Emmanuel Macron -soslayando el nivel intelectual, claramente disímil- que con las políticas que defiende Donald Trump.
El Gobierno, sin embargo, demostró no entender que el mundo unipolar, del Consenso de Washinton, en el que Estados Unidos era la única superpotencia global, simplemente ya no existe. Alberto Fernández, en caso de consagrarse efectivamente presidente, no tendrá problemas para arreglar con el estadounidense. Éste ha demostrado en numerosas oportunidades ser un pragmático que no tiene problemas en elogiar a Andrés Manuel López Obrador al mismo tiempo que arregla disputas históricas con Kim Jong Um o sienta a sus representantes a negociar con los talibanes en Camp David para alcanzar la paz en Afganistán.
El despido de John Bolton hace unas semanas ha sido un paso más en la dirección de aislacionismo que pretende Trump desde la campaña. En el Make América Great Again de Trump subyace la idea de dejar de intervenir de manera “innecesaria” en conflictos que representan más gastos que ganancias para el país. Su propio electorado ha demostrado ser absolutamente apático de lo que suceda en lugares lejanos, no sólo del país sino de sus regiones. No es difícil imaginarse a Trump haciendo buenas migas con un gobierno peronista, de carácter industrialista, desarrollista y con miras en fortalecer el mercado interno argentino.
Por supuesto, en cualquier tipo de política exterior futura, no se puede obviar la cuestión de la deuda externa. Ya lo dijo en su momento Néstor Kirchner: “Los muertos no pagan”. Por lo cual, más allá de las condiciones que el Fondo Monetario Internacional pretenda imponerle al país, sus directivos son bien conscientes de que sin una recuperación real, es muy poco probable que cobren sus deudas. Los próximos préstamos, como ya han expresado varios probables miembros de un futuro gobierno peronista, seguramente vendrán de China. El gigante asiático sabe que se encuentra frente a una gran oportunidad de recuperar una pieza clave en el tablero de la disputa en América Latina. Si bien mantiene una presencia comercial enorme en Brasil, por ahora el gobierno de Bolsonaro prefiere mantenerse alineado a las directivas de Trump. Con Fernández puede recuperar una gran parte de la influencia perdida en la región. Especialmente, mediante créditos que le serán claves al Gobierno argentino para pagar la deuda. Seguramente, a su vez, se profundicen planes de infraestructura y obras que desarrolla el Estado chino en Argentina.
Una de las grandes paradojas que tenemos en el mundo de hoy es que mientras en los foros internacionales China defiende el libre comercio, Estados Unidos aboga por las restricciones arancelarias. Es un escenario internacional extremadamente complejo pero también con enormes oportunidades para Argentina. No hay que perder de vista experiencias exitosas, como la del Estado Plurinacional de Bolivia, que ha acompañado su espectacular crecimiento económico con acercamientos comerciales y diplomáticos a China, Rusia o una potencia emergente como es India. El otro gigante asiático tiene la quinta economía más importante del mundo y un mercado interno conformado por 1.300 millones de personas, cada vez más de ellas con capacidad de consumo. Se estima que para 2025 India se encuentre en niveles similares a lo que es China hoy. No hay que dejar pasar esta oportunidad de establecer fuertes vínculos con los países emergentes y reflotar la cooperación sur-sur. Tampoco perder de vista la integración latinoamericana. Si bien el panorama regional claramente no es favorable, una victoria de Fernández en Argentina, la re-reelección casi segura de Evo Morales en Bolivia y la probable victoria del Frente Amplio en Uruguay contribuyan a la conformación de un eje progresista en el que el México de López Obrador también puede desempeñar un rol importante.