lunes 18, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

El desafío de los argentinos: construir una sociedad mejor

Por Luis A. Esterlizi* - Exclusivo para Comercio y Justicia
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 Por Luis Esterlizi (*)

El 29 de agosto pasado, el Foro Productivo de la Zona Norte (FPZN) tuvo su evento anual en el mes aniversario de los 15 años de su existencia. Un salón colmado por más de 350 asistentes mostraba que ni siquiera los difíciles momentos por los que transita la vida de los argentinos impidieron dar un marco referencial y comprometido con la tarea de construir una sociedad mejor.
En esta ocasión, propusimos la participación responsable del sector empresarial en la difícil – pero no imposible- tarea de superar las causas que en forma reiterada nos empujan hacia estas crisis que imponen esfuerzos, sacrificios y retrocesos en nuestra calidad de vida y afectan enormemente tanto el crecimiento económico como el desarrollo social.
De estas circunstancias, descubrimos que este largo proceso de fracaso tras fracaso fue minando la confianza, no ya sobre los fallidos intentos de gobiernos de distintos sellos ideológicos, sino también entre los distintos sectores de la comunidad nacional, echándose las culpas entre unos y otros como si fuésemos enemigos y no ciudadanos afectados por una misma realidad.
Perdimos el sentido de integridad y el de pertenencia a una misma sociedad, situaciones que suelen ser aprovechadas por quienes persiguen mezquinos intereses o no se sienten partícipes del destino que nos deparan los efectos de estas crisis recurrentes.

Volviendo al evento, el tema fue desplegado por empresarios que desde Mendoza y del interior de la provincia de Córdoba, más que apuntar a tales estigmas, se dedicaron a exponer sus experiencias y los logros en temas tan cruciales como la participación ciudadana en las propuestas y realización de políticas de Estado que pueden y deben ser desplegadas al servicio de la sociedad en su conjunto.
Como si hubiese sido un ejercicio que diariamente realizamos, el público hizo llegar las propuestas sobre qué valores y virtudes deberíamos recuperar para que tanto dirigentes como las instituciones que nacen del seno de la comunidad se comporten sin dobleces, como requisito insustituible para la reconstrucción de una sociedad más justa, más solidaria, más integrable y, por sobre todas las cosas, responsable más que nadie.
Esto -por supuesto- nos exige recuperar el verdadero rol y la misión que naturalmente tienen asignadas las distintas instituciones, sean públicas o privadas, para emprender la tarea de construir una comunidad organizada, hecho que, aunque parezca imposible, es imprescindible lograr, siempre y cuando al frente de cada una de aquéllas haya dirigentes que las representen fidedignamente.

Entre otros muchos conceptos, se expusieron y se destacaron tres factores que deberían profesar los dirigentes que las conduzcan, como cabeza y punta de lanza.
No se nos escapa que la tarea será ardua y difícil, sabiendo que el pueblo en general viene siendo acometido e impulsado por el afán individualista, la especulación personal o grupal y por sobre todas las cosas el olvido de aquellos valores y atributos que tuvieron nuestros próceres, cuando muchos de ellos dieron su vida en la lucha por consolidar territorio, cultura y tradiciones que distinguieron a esta nación.
Esos factores considerados esenciales son la ética, la moral y el compromiso social.
¿Por qué la ética?, porque es la que nos guía para no malversar el mandato conferido por nuestros representados, utilizándolo para beneficio personal o, lo que es peor, para otros intereses.
¿Por qué la moral?, porque es la que debe primar en nuestros actos con el fin de alcanzar los nobles propósitos como también los objetivos trascendentes que dignifiquen a la entidad que representamos.

¿Y por qué el compromiso social?, porque es lo que marca el grado de responsabilidad social que nos corresponde ejercer no sólo a los empresarios sino a todos los argentinos, sabiendo que “nadie puede realizarse en una sociedad que no se realice”.
Entiendo que las difíciles instancias que parecen erosionar la institucionalidad, la unidad y la paz de los argentinos se deben a la persistencia de la confrontación como método de dirimir supremacías y no la discusión por las ideas. Eso desgraciadamente ha conseguido mantener la grieta que impide decidir y acordar un mismo proyecto de nación que, pasando por encima de partidos políticos, de clases sociales, y de diferentes sectores, logre consensuar las ideas- fuerza que nos lleven con equilibrio, armonía e integración social e institucional a las instancias que nos aseguren la felicidad y el bienestar de la sociedad que hemos construido.
Sé que sobre esto se ha hablado mucho pero se ha hecho muy poco, porque los tres factores que he apuntado han estado ausentes desde hace años, y solamente los acuerdos se los mencionan o proponen cuando se han desmadrado las variables políticas, económicas y sociales y un sector solo no lo puede superar.
Es que la falta de un espíritu abierto y solidario -frente a las situaciones inexplicables que viven millones de argentinos- cede el paso a la especulación por ganar un privilegio y no la posibilidad de brindarle un servicio al país. Es porque creemos que el que gana impone las políticas y el que pierde asume el papel de opositor. Así nos va.

Es por eso que los acuerdos estratégicos deben ser consensuados antes de la contienda electoral, no sólo entre los partidos políticos sino también con el concurso organizado de empresarios, trabajadores, asociaciones civiles y futuras autoridades legislativas, sabiendo que quien gana asume el gobierno bajo el cumplimiento del acuerdo programático y estratégico consensuado; y el que pierde acompañará fiscalizando la marcha hacia las metas acordadas por la sociedad en su conjunto.
Es posible que los sectores de los extremos de las posiciones supuestamente antagónicas no estén de acuerdo pero seguramente esos son los menos; amoldados a las viejas ideologías, sean de derecha o de izquierda, son los menos capaces de trabajar con equilibrio, armonía, bajo la integralidad que significa un país de hermanos.

Algunos suponen que este planteo se asemeja a una utopía y que es de muy difícil implementación porque es como pretender mezclar el aceite con el vinagre. Primero, el tema no es mezclar sino integrar, y el segundo aspecto es, como alguien supo decir:…”para hacer una buena ensalada, hay que ponerle aceite y vinagre, que se complementan muy bien”.
Por supuesto que estamos hablando de hombres y mujeres que al frente de las instituciones que representan tendrán la difícil pero imprescindible misión de terminar de superar las crisis recurrentes y poner de pie a la Argentina, aquella capaz de enfrentar los grandes desafíos que supone integrarnos a un mundo en permanente ebullición.

(*) Vicepresidente Segundo del FPZN

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