La intemperancia de la que hace gala el presidente Donald Trump pone en serio peligro la paz mundial y desafía de manera poco responsable al gigante asiático que, hasta el momento, ha preferido no recoger el guante
Por Salvador Treber
El primer mandatario estadounidense ha encarado un insólito enfrentamiento con China, estableciendo recargos a las exportaciones originadas en dicho país por la insólita suma de US$200 mil millones, a lo que este último respondió haciendo lo propio pero por una estimada en US$60 mil millones. Al par, Trump dirigió graves amenazas a la Unión Europea de adoptar “represalias tremendas” si no se avienen a realizar las concesiones que él requiera. Este tipo de actitudes, totalmente ajenas a los hábitos diplomáticos y de las relaciones internacionales, se han venido sucediendo cada vez con más frecuencia y utilizando al efecto un tono altisonante que no deja de sorprender.
En primer lugar se comenta en forma insistente que dichas actitudes sorprenden pues parecería no tener límites y seguramente perjudicarán en mayor medida a Estados Unidos. Prueba de ello es el hecho de que las autoridades del Banco de la Reserva Federal (equivalente en su funciones a un banco central) entendiendo que es su obligación, advirtieron a la Casa Blanca respecto a las muy probables consecuencias negativas que pueden provocar declaraciones y actitudes de tal contenido. Dado que existen ministros y técnicos con gran experiencia en ese ámbito no es fácil comprender esos virtuales arranques de ira que nadie puede frenar.
Exhibiendo gran preocupación, Christine Lagarde, directora-gerente del Fondo Monetario Internacional, declaró que “todos los países se perjudicarán si estalla un conflicto comercial generalizado, y muy especialmente Estados Unidos”, al que consideran vulnerable en una emergencia semejante; por lo cual ante una eventual imposición de trabas al comercio internacional dicho país debería afrontar una unánime política de represalias y en tal caso advierten que “la reducción del PBI no será el único costo”.
Por su parte, en el seno de la Reserva Federal (“Fed”) de EEUU se han movilizado, convocando a los mas importantes empresarios que pilotean la industria en el orden ecuménico, en cuya oportunidad se analizó la “ola proteccionista” que está generando subas considerables en los costos e incluso problemas de abastecimiento que pudieron ser evitados sin dificultad. Debe tenerse muy presente que fue EEUU el que estableció barreras aduaneras para la importación de acero y aluminio no sólo en cuanto a los provenientes de China y Japón sino también de Europa, Canadá y México. Esas operaciones se explican debido a que no posee suficiente capacidad para autoabastecerse en su territorio. Pero, además, los aranceles generaron incrementos en los precios de metales y madera.
Obviamente, los proveedores externos se vieron obligados a elevar los precios cuando incursionan en el mercado estadounidense. Todos están pendientes de los riesgos que supone una “guerra comercial generalizada” y tratan de adoptar medidas para, por lo menos, atenuar los efectos. El presidente Trump, lejos de evitarlo, alienta casi irracionalmente el conflicto, elevando a US$500 mil millones los aranceles a cobrar por acceder su mercado; cifra equivalente a todo lo que ingresó en el último año proveniente de China y, lógicamente, provoca réplicas semejantes.
La visión del FMI
Los técnicos de dicha institución internacional insisten en advertir que “el riesgo de que las tensiones comerciales actuales se intensifiquen y que impacten negativamente en la confianza y la inversión representa la mayor amenaza para el crecimiento mundial en el corto plazo”. Lagarde agregó, apuntando al gobierno que reside en Washington, que “las tensiones ya están dejando su marca, pero la extensión del daño depende de lo que hagan quienes definen la política a nivel ecuménico ya que la retórica se ha convertido en realidad”. Además, reveló que en la entidad que dirige se “realizaron simulaciones destinadas a dimensionar los probables daños de una eventual intensificación de una guerra comercial”.
A ese efecto consideraron que por el nivel de los aranceles aplicados podrán hacer disminuir en medio punto porcentual en la producción del año 2020; aunque agregaron que “si la confianza de los inversores resulta afectada por dichos aranceles a las importaciones generarán una mayor reducción en un volumen no inferior a US$430 mil millones”. El crecimiento estimado para la economía mundial en dicho año debería ascender a 3,9% pero se advierte firme tendencia hacia una desaceleración en la zona euro, el Reino Unido y Japón e incluso en el gigante norteamericano, en el que se advierte que existe una fuerte tendencia “a moderarse”.
Completa el cuadro internacional el conjunto de economías identificadas como “emergentes”, en las que también se detecta una cierta baja en el ritmo, seguramente como secuela de las múltiples presiones monetarias y los continuos incrementos en los precios del petróleo. La “Fed” aportó el resultado de una encuesta efectuada sobre la base de datos recogidos en 12 regiones de EEUU. Éstos permiten evaluar las consecuencias más marcadas de la política adoptada y cómo se están sobrellevando en el curso de “la gestión Trump” pues ésta se está sintiendo en dichos mercados internos con cierto rigor.
Dicho informe consigna que aunque la economía estadounidense se mantiene en “buen estado”, el respetivo ritmo de crecimiento es calificado como “modesto-moderado”; resaltando que su mercado de trabajo está presionando a sus patrones para lograr mayores incrementos de los salarios. En Dallas, el crecimiento es mayor pues se beneficia con los incrementos que se operan en el precio del petróleo pero aun así no se libran de la incertidumbre generalizada que se mantiene muy viva y “pesa en la valuación de las perspectivas”. Por otra parte, ello no se puede generalizar dado que en áreas como las de Chicago la situación es diversa y más preocupante pues su economía se desenvuelve en un esquema menos diversificado y, por tanto, a un ritmo mucho menos satisfactorio.
Resulta muy significativo que China, destino de nada menos que un tercio de la producción de soja estadounidense, desde que se agudizó el conflicto provocado por Trump es justamente el rubro que aparece más afectado.
Es que no calculó previamente y sólo ahora surge como una sensible área de enfrentamiento como consecuencia inmediata y directa de la mencionada guerra económica que incluso ha influido para generar una importante baja en la cotización de dicho grano del que es el principal productor mundial.
Resulta evidente que en este rubro lo actuado, bajo las órdenes directas de Trump, se ha convertido en un virtual bumerang que, paradójicamente, perjudica mucho más a los productores y al país todo que al adquirente. Lo sorprendente es que el presidente siga haciendo “de las suyas” y no genere dentro de su propio gobierno reacciones negativas o, por lo menos correctivas.
La cruzada antiinflacionaria
Citado especialmente por un comité de la Cámara de Representantes, la máxima autoridad de la “Fed” reveló que viene escuchando cual “un creciente coro” a muchos empresarios que se muestran muy preocupados debido al giro que ha tomado la política comercial, porque ello producido un notorio encarecimiento de los costos, incluso en los programas de inversión. Subrayaron al respecto que el esquema de severo proteccionismo vigente se ha vuelto en contra pues está resultando un freno para la eventual expansión del comercio exterior.
Casi como una sentencia, al cierre de su exposición, advirtió que “una economía más proteccionista es menos competitiva, menos productiva y contradice lo que se ha admitido unánimemente como lo más adecuado durante los últimos 75 años en todo el mundo”.
Paralelamente cundió una honda preocupación por la acentuación de los procesos inflacionarios y se ha vuelto habitual que los respectivos bancos centrales de muchos países hayan optado por consultar entre ellos sobre la más posible evolución de los cambios instrumentales que se consideren indispensables para enfrentar la actual emergencia.
En especial, viene sometiéndose a un prolijo examen la reciente decisión de la principal institución de Noruega para lograr una baja de los precios y los ajustes que han impulsado los funcionarios especializados. Éstos, al ser notificados en procura de adhesión a todas las entidades que integran el sistema, recibieron una muy poco frecuente plena aprobación.
Aun así, como ha transcurrido de ello muy poco tiempo se ha preferido actuar con máxima prudencia para convertir en obligatorios los cambios que por el momento siguen siendo optativos. Si bien la problemática es virtualmente universal, se reconoce que no existen soluciones con semejante alcance dado que para contención de la inflación nunca no existe una fórmula general para todos los mercados.
El titular del Banco Internacional de Pagos viene insistiendo en que se haga una amplia revisión respecto a los efectos que entiende causó la globalización e introducción de la más reciente tecnología por suponer debe haber ha influido decisivamente en la aceleración generalizada del ritmo inflacionario.
Pese al tono utilizado al efecto, no fueron muchos los colegas que adhirieron a ese planteo. En la eurozona los principales funcionarios del Banco Central Europeo adoptaron una serie de medidas restrictivas dando absoluta prioridad al objetivo de asegurar la estabilidad de los precios y están satisfechos pues lograron mantenerla en el nivel deseado de dos por ciento anual pero admiten que fue al alto costo de prolongar la recesión. En EEUU adoptaron una meta semejante y parece que han sido más eficientes pues la economía creció al ritmo acostumbrado; alentando su principal objetivo de retornar a la cima de todos los países y superar a China, país al que Trump ha señalado como máximo oponente.
Por su parte, en América Latina, Brasil ha logrado contener la inflación en un nivel de 4,5% anual y pretende llegar a la meta de cuatro por ciento en el transcurso de dos años (2019/20), pero existe el temor de que sea al alto costo de un significativo retroceso en su economía.
En el caso de Argentina, señalan que ha venido rebajando sucesivamente sus metas de crecimiento y que continúa sin lograr siquiera atenuar el índice inflacionario, siendo en este aspecto el quinto con más elevados porcentajes en todo el mundo.