Por Luis Carranza Torres* y Carlos Krauth **
Existen otras normas en la sociedad, además de las jurídicas. Y en no poca medida, cómo somos socialmente se define por la observancia o no de esa particular clase de normas.
Resultan prescripciones sin ningún tipo de imperativo, más que el de buena gente. De cortesía, urbanidad o, las más trascendentes, aquellas que dejan un poco de nosotros en el otro.
La sociedad de nuestros abuelos tendría sus fallas, como todas. Pero era mucho más humanitaria que la nuestra, precisamente por tales reglas por fuera del derecho. Había otra conciencia y, en particular, otra idea del otro.
Mucho de lo que hoy nos ocurre es fruto del individualismo a ultranza que produce seres anónimos, metidos dentro de sí mismos, indiferentes a veces hasta la crueldad respecto de lo que pasa a su alrededor. Gente que vive su vida según su propia conveniencia y con exclusión de lo que sus actos puedan provocar a otros.
Lamentablemente es común encontrarnos con la noticia de que hay alguien enfermo o con alguna complicación semejante que no cuenta con los medios necesarios para adquirir los medicamentos, hacerse el tratamiento, o desplazarse a algún lugar donde pueda encontrar solución o paliativo a su problema.
Las obras sociales miran para otro lado, el Estado dilata la solución porque aduce no tiene fondos previstos para esas contingencias; se inician campañas por distintos medios para apelar a la solidaridad de los argentinos para recaudar el dinero que hace falta para satisfacer tal necesidad.
Son los precios que cobra, en la vida de muchos, el ser una sociedad desorganizada. Con un Estado que parece que, por más impuestos que cobre, nunca puede canalizar con eficiencia recursos para solucionar de modo sostenible en el tiempo un problema.
Parece increíble, pero es así, y mientras se encuentra la solución, la angustia y penar del paciente aumenta. De allí que nos preguntemos ¿esto debe ser siempre así? Hasta que se encuentren medidas más de fondo, ¿no puede buscarse alguna salida que evite vivir escenarios como el planteado?
Buscar salidas a esta coyuntura es un deber y tal vez haya hecho punta en ello el gobierno de Mendoza y la empresa Flybondi, quienes por medio de un convenio de colaboración firmado por ambos, la última, donó al Ministerio de Salud de Mendoza 15.795 pasajes aéreos destinados a personas en situación de vulnerabilidad social, para ser utilizados por estos últimos, para que puedan viajar al destino que necesiten.
Según la ministra de Salud, Desarrollo Social y Deportes de Mendoza, Elisabeth Crescitelli, la donación que realizó la empresa forma parte de las acciones de su programa de responsabilidad social empresarial “Comprá uno, regalá otro”. Al respecto, afirmó la funciona: “Firmamos un convenio en marzo con un programa de esta empresa el cual implicaba que por cada pasaje vendido desde Mendoza y con destino a nuestra provincia, obteníamos uno para el ministerio. Esto representó más de 15 mil pasajes que podemos volcar en todo el ministerio a personas en situación de vulnerabilidad social”.
Por su parte, Esteban Tossutti, director de Relaciones Laborales y Gobierno de Flybondi, expuso: “Tenemos un plan de responsabilidad social empresaria para todo el país con excelente relación con el Gobierno y los ministros de Mendoza. Planteamos esto para hacer sinergia para llegar lugares vulnerables donde no han tenido la posibilidad de subirse a un avión. El modelo nuestro contempla que haya primerizos o personas que nunca hayan viajado en nuestros vuelos”.
La destacamos, más allá de los actores, pues creemos que estamos ante una muy buena iniciativa: fomentar la responsabilidad social de las empresas y aplicarla a programas conjuntos con el Estado que permitan acercar soluciones a problemas que parecen de difícil solución. Más cuando tenemos un Estado desbordado y que es incapaz de brindar respuestas a todos los inconvenientes que a diario se presentan. Comprometer a empresas privadas en tales asuntos muestra que, más allá del lucro, son capaces de colaborar de modo eficiente con aquellos que se encuentran en situación de mayor vulnerabilidad.
Como decíamos: existen otras normas, además de las jurídicas. Qué buenas las sociedades que se rigen por ellas, para no llevar a tener que aplicar esas otras.
(*) Abogado. Doctor en Ciencias Jurídicas
(**) Abogado. Magíster en Derecho y Argumentación Jurídica