viernes 22, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Un curioso mundo que no aparece en los mapas

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Por Silverio E. Escudero

Demasiado tiempo transcurrió desde la última visita a nuestro añejo Atlas en busca de desentrañar alguno de los miles de secretos que guarda esa cuasi perfecta representación de la geografía de la tierra, compuesta por 357 grandes mapas.
Esta aproximación no procura de hacer un registro de las polémicas que despertaron cada una de esas colecciones a lo largo del tiempo. Muchas veces transformadas en excusas para enviar a miles de soldados al combate y así corregir supuestos errores cometidos por los cartógrafos que sólo reflejaron, en el campo y el papel, las instrucciones de los diplomáticos. Quienes, por lo general, deciden la suerte de territorios cuya existencia y valor estratégico desconocen.
Esta vez anotaremos una curiosidad geopolítica. La existencia de cerca de medio millar de micronaciones alrededor del planeta, las que, por lo general, no están oficialmente reconocidas por otros gobiernos. Micropaíses nacidos, muchas veces, de actos de rebeldía, de gestos simbólicos, de delirios personales o cuestiones complejas de la política doméstica de las grandes naciones que la circundan. Tantas que, muchos de estos países de ficción, sobreviven como paraísos fiscales o hacen las delicias de los coleccionistas que llegan a pagar fortunas por sus pasaportes, sellos postales o billetes, cuando logran acuñar moneda. Y, los más audaces, salen al mercado a vender títulos de nobleza, certificaciones académicas de universidades y colegios imaginarios y hasta premios a la investigación científica que aspiran competir en diseño y ¿prestigio? con los que disciernen las mejores universidades del mundo o la Real Academia Sueca de Ciencias.
La historia de los microestados se remonta a los tiempos del florecimiento de la Civilización Egea, en el segundo milenio antes de nuestra era y cuyos focos principales fueron la isla de Creta, al sur del Egeo, y Micenas, en el Peloponeso. Herencia en la que abrevaron las Ciudades-Estado de la Grecia Antigua.
Para, en tiempos de la supremacía romana, florecer en un sinnúmero de pequeñas aldeas de la península ibérica y Las Galias que resistieron el embate imperial. Cuentos y leyendas que, seguramente, sirvieron de inspiración a René Goscinny y Albert Uderzo, los geniales autores de Asterix, ese personaje fantástico que tantos dolores de cabeza causa al César y toda su prole.
La Edad Media trajo sorpresas en lo político. Tras la caída del Imperio Romano de Occidente y su desmembramiento, la resistencia quedó en manos de cada una de las regiones del imperio. Emprendimientos defensivos que fueron base esencial del feudalismo. Forma de gobierno que preanunció las siempre cambiantes fronteras europeas. Entre las que se consolidaron, mediante alianzas políticas, familiares o conquistas militares, se encuentran las de un manojo de países que, como el Principado de Andorra, la Serenísima República de San Marino, la Ciudad-Estado del Vaticano, la República de Chipre, el Principado de Mónaco, la República de Malta, el Principado de Liechtenstein y el Gran Ducado de Luxemburgo, se constituyeron en modelos a seguir por sus “indisimulados éxitos.”

El Principado de Elba, fue creado en el territorio de la isla de Elba, el 11 de abril de 1814, por el Tratado de Fontainebleau, para entretener el exilio de Napoleón. El emperador llego a esa isla a comienzos de mayo de 1814 y la abandona en forma clandestina 11 meses después para dar inicio al periodo de los Cien Días, que culmina con su derrota en la batalla de Waterloo.
En 1820, Gregor MacGregor, un aventurero escocés al que la revista británica The Economist definió como “el rey de los estafadores”, inventó un país ficticio en la Costa de Mosquitos, en la frontera entre Honduras con Nicaragua, al que bautizó como “Poyais”, y perpetró una estafa con sus bonos de 1,3 millón de libras esterlinas a principios del siglo XIX, el equivalente a unos 3.600 millones de hoy. Estafa que llevó a la muerte a cientos de inmigrantes que creyeron en este personaje que merecería estar en un lugar destacado –al decir del tango- en “la galería de los ases del choreo”.
Las primeras micronaciones organizadas como Estado aparecerían en el siglo XIX. Algunas fundadas como parte del juego geopolítico que protagonizaban Gran Bretaña, Francia y Alemania. Que, en el caso francés, tras tomar por asalto a México posó de nuevo su mirada sobre estas pampas. Auspicia la creación, en 1860, del Reino de la Araucanía y la Patagonia, del que Orélie Antoine de Tounens se proclama rey. Casa Real que mantiene, ante los organismos internacionales, reclamaciones territoriales, en nombre de los pueblos mapuches, contra los gobiernos de Chile y Argentina. Asunto que ocupó El Balcón, el 13 de noviembre de 2013, titulado: “Reclamos vigentes sobre Araucanía y Patagonia”.
Del medio millar de micronaciones elegimos un puñado para ejemplificar su origen diverso y su naturaleza:
Akhzivland: situada cerca de la frontera líbano-israelí en la costa mediterránea, fue fundada por Eli Avivi en 1971 después de una disputa con el gobierno israelí que pretendía utilizar el territorio como base militar. Akhzivland se compone de “una casa, un par de cabañas improvisadas y un perro perdido o dos”. Avivi fue elegido “democráticamente” habida cuenta que es el único elector, informa el diario The Independent.

República Glaciar: formada por activistas de Greenpeace residentes en los altos Andes, es una franja de tierra de nadie situada entre la frontera argentino-chilena. Esta micronación surgió en 2014 como parte de una campaña contra las corporaciones mineras que contaminaban el medioambiente de la zona. Sus pasaportes son reconocidos por la Unión Europea.
Liberland: en abril de 2015, el euroescéptico checo Vit Jedlicka, junto con otros dos libertarios, declaró un pequeño territorio de tan sólo siete kilómetros cuadrados, situado entre Serbia y Croacia, como Estado soberano. Jedlicka asegura que “se podría convertir en un nuevo Mónaco, Liechtenstein o Hong Kong”. Han solicitado su ciudadanía 160.000 personas.
Reino de Sudán del Norte: compuesto por una pequeña franja de desierto situada entre Egipto y Sudán, fue reivindicado por el estadounidense Jeremiah Heaton, quien quería cumplir el deseo de su hija de seis años de convertirse en una princesa en la vida real. Los derechos sobre una película acerca de esta micronación fundada en 2014 fueron comprados por Disney en abril pasado.
Molossia: establecida originalmente como un proyecto infantil en 1977, Molossia, situada cerca de Dayton (Nevada, EEUU) evolucionó como entidad territorial a fines de los años 1990. Fue fundada por Kevin Baugh, quien afirma que la micronación posee su propia marina, programa espacial, ferrocarril, servicio postal y banco central. También declara estar en guerra con la extinta República Democrática de Alemania (Alemania Oriental).

Whangamomona: fue fundada en 1989 como protesta ante los cambios fronterizos en los distritos locales de Nueva Zelanda, que establecían que la ciudad de Whangamomona quedaba incorporada a la región neozelandesa de Manawatu-Wanganui. Actualmente, es un lugar convertido en atracción turística y entre sus ex presidentes figura una cabra.
Imperio de Copeman: fundado por Nicolás Copeman, “un parado (desocupado) de 25 años que vivía con sus padres”, se trata de una caravana de cuatro amarres en Sheringham (Norfolk, Reino Unido) que puede ser distinguida por su estampilla que dice “Monarch on board” (‘monarca a bordo’). Además de escribir un libro, Nicolás trocó su nombre por el de SM el Rey Nicolás I.
Wallachia: fundada en 1997 en una pequeña región montañosa en el sureste de la República Checa, fue producto de una “broma” para atraer al turismo. La estabilidad del lugar se vio empañada por una agria disputa entre el rey Boleslav –el comediante checo Bolek Polivka– con su ministro de Relaciones Exteriores –y Padre Fundador- Tomas Harabis sobre la distribución de ganancias de su floreciente industria turística que se dilucida en los tribunales checos.

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