Cuzco exhibe intensos contrastes donde conviven murallas precolombinas con construcciones coloniales en una comunión entre lo ancestral y lo cristiano. La urbe es la antesala al antiguo reinado de los incas que tiene su punto culmine en la ciudadela del Machu Piccho, una de las grandes maravillas del mundo.
Los más de tres mil metros sobre el nivel del mar causan letargo en el cuerpo. El aire se torna pesado, ralentiza el caminar y dificulta la respiración.
Como si se tratara de los efectos de un túnel del tiempo, la ciudad de Cuzco se descubre en cámara lenta a medida que los síntomas del soroche, también llamado mal de las alturas, va cediendo a base de agua y pastillas de coca.
Enclavada en el valle de las sierras altas del sureste del Perú, la antigua ciudad imperial de los incas y una de las más codiciadas por los conquistadores enamora a primera vista. Cubierta por un colchón de infinitos tejados coloniales color arcilla se dibuja en el corazón del cordón montañoso, coronando la región que resguarda los rastros vivos de las civilizaciones que florecieron por siglos antes de la llegada de los colonizadores. Sus callecitas angostas que suben y bajan al ritmo de un relieve caprichoso están escoltadas por casonas del siglo XVI, en su mayoría construidas sobre las bases pétreas de murallas y fortalezas precolombinas.
En esta amalgama arquitectónica y espiritual única conformada por el sincretismo entre lo ancestral y el aporte de los españoles, bulle un crisol de etnias donde cohabitan indígenas enfundados en coloridos trajes tradicionales, la población urbana y turistas de todo el mundo.
Orgullo inca
Una mezcla de razas se refleja en sus facciones dibujando un rostro de belleza singular. De piel morena y ojos claros, Margot hace alarde de la simpatía y hospitalidad cusqueña y cual libro abierto ilustra a los visitantes sobre el pasado del lugar que la vio nacer. “Es un orgullo tener raíces incas. Nosotros acumulamos miles de años de historia y somos los que protegimos este territorio. El cultivo de nuestra identidad hizo crecer a nuestro país”, expresa sonriente la guía turística.
Es que ningún otro sitio de los Andes ha recogido el testimonio del legado inca de manera tan permanente como la región que abarca Cuzco y el Valle Sagrado, desafiando incluso el afán de los colonizadores por erradicar todo vestigio de las creencias locales.
“La ciudad, cuyo nombre en quechua es ‘Cosqo’ y significa ‘ombligo del mundo’ en virtud a su desempeño como centro de una vasta red de carreteras que conectaban prácticamente la totalidad de América del Sur, hoy es la puerta de ingreso de un recorrido turístico que descubre las huellas supervivientes de nuestras poblaciones milenarias”, comenta Margot, antes del paseo a pie por los monumentos contemplados dentro de la traza urbana que le atribuyeron al destino la declaración de Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, así como la Capital Arqueológica de América.
Para comenzar, se recomienda como punto de encuentro la Plaza de Armas, también conocida como Plaza del Guerrero o Huacaypata, cuyos alrededores están escoltados por edificios que delatan en sus interiores la comunión entre lo cristiano y las creencias andinas.
La muestra más destacada de esta fusión es la Catedral, construida originalmente en el antiguo templo de Suntur Wasi (Casa de Dios) y a la fecha conocida como la iglesia de El Triunfo. Allí, vale la pena adentrarse en los claustros del coro y apreciar el púlpito, los grabados en el altar y el mobiliario de la época. A pocos metros de ella, se destaca la iglesia de la Compañía de Jesús, diseñada por los jesuitas en 1576 sobre las bases del Amarucancha o palacio del Inca Huayna Cápac, considerada una de las mejores muestras del estilo barroco colonial del continente.
El circuito continúa en el Convento de Santo Domingo, obra de origen español perteneciente a la Orden de Santo Domingo y edificada sobre los cimientos del santuario inca Qoricancha o Templo del sol. Asombran sus paredes, que en un principio se encontraban recubiertas por láminas de oro, constituidas por bloques de piedra finamente labradas y encastradas a la perfección.
A unos minutos a pie del Qoricancha, se yergue el convento e iglesia de la Merced, cuya fundación data de 1536. El primer conjunto mercedario fue destruido por el terremoto de 1650 y la reconstrucción del templo y convento fue concluida en 1675, lo que permite en la actualidad apreciar claustros de estilo barroco renacentista, pinturas y tallas de madera. “Hasta hoy, las divinidades prehispánicas siguen siendo veneradas en la figura de cristos, vírgenes y santos católicos”, explica la guía turística mientras descubre en las obras de arte símbolos entremezclados de las diversas religiones.
Más allá de los santuarios, la guía recomienda reservar unas horas para adentrarse en el barrio de San Blas, el refugio de artesanos, talleres y tiendas de productos autóctonos distribuidos en antiguas viviendas decoradas por balcones floridos.
La visita se completa en las ruinas de Sacsayhuamán, enorme fortaleza elevada en las afueras conformando tres plataformas superpuestas, cada una de ellas de más de 360 metros de largo. El camino hacia allí, incluye una parada en Tambomachay, conocido como los Baños del Inca; y Kenko, adoratorio conformado por un enorme bloque de piedra de casi seis metros de alto con la forma de un puma, desde donde se lucen pasajes, canales y escalinatas con grabados que representan animales. La excursión concluye en el Puca Pucará formado por andenes, escalinatas, pasajes, torreones y hornacinas. Todos y cada uno de estos emblemas dan fe de la trascendencia de la antigua sede del reino inca que se ha transformado hoy en una de los destinos turísticos más importantes de América del Sur.
Camino a la ciudadela
Desde Cuzco se desanda el circuito hacia el Valle Sagrado a lo largo de una sucesión de poblados que durante la época incaica se desarrollaban como centro militar, religioso y agrícola, estratégicos por su ubicación y topografía en el flanco de las montañas.
Luego de aproximadamente sesenta minutos de viaje sobre una ruta sinuosa que obsequia panorámicas decoradas por campos sembrados, arroyos y montañas, se arriba a Pisac, pueblo de calles angostas y gran encanto, famoso por sus ruinas y el mercado artesanal más colorido del continente.
Esta gran feria fue originalmente creada para el trueque de tejidos, granos y ganado entre las aldeas vecinas y actualmente ocupa varias cuadras, donde se comercializan tejidos en telar, cerámica, tallados en madera, imaginería, joyería y máscaras, además de alimentos y especias.
Más adelante, en Urubamba, se despliega una importante infraestructura hotelera que ostenta numerosos complejos de alta categoría, ideales para hacer noche antes de retomar el rumbo hacia Machu Picchu.
Maravilla cercana
Aunque muchos optan por emprender a pie el camino del Inca, el viaje en tren hacia la ciudadela sagrada resulta una experiencia inolvidable. Para esta segunda alternativa, es necesario levantarse bien temprano y desde Urubamba trasladarse a la estación de Ollantaytambo para abordar el tren Hiram Bingham hasta Aguas Calientes.
El trayecto demanda hora y media, pero el tiempo pasa rápido por las visuales que proyectan los grandes ventanales del techo y laterales del vagón como si fuera una película protagonizada por valles multicolores, aldeas, picos nevados y el curso del río Sagrado, que hipnotiza a los pasajeros prácticamente durante todo el circuito. El carril cruza desde la sierra hacia los bosques tropicales amazónicos que se atreven a trepar la cordillera fascinando con sus contrastes y cambios radicales de paisaje.
Una vez en el pequeño poblado de Aguas Calientes, un colectivo asciende el cerro que desemboca en la base del Machu Picchu, el complejo monumental de los incas que se advierte entre la soberbia vegetación a 2.400 metros de altitud custodiado por un imponente relieve montañoso.
La construcción gigantesca se va descubriendo paso a paso a la vez que se toma conciencia de la capacidad y fortaleza de los arquitectos incaicos para edificar semejante predio en el corazón de la selva.
El nombre de Machu Picchu -que significa “pico viejo”- alude a la cumbre más baja del cerro, donde se levantan las paredes de lo que se presume haya sido el lugar de descanso del inca Pachacuti. La cumbre más alta se conoce como Hayna Picchu -o cerro joven- para cuyo acceso es necesario reservar un turno y pagar un adicional. La vista desde la cima justifica el esfuerzo de la ardua subida.
La ciudadela de piedra -también conocida como “La ciudad perdida de los Incas”- era un misterio hasta su descubrimiento, atribuido al explorador norteamericano Hiram Bingham en 1911, quien tomó conciencia de su magnitud y la necesidad de mostrarla al resto de la humanidad.
La fortaleza ubicada estratégicamente en la vertiente oriental de la cordillera del Vilcanota está rodeada de profundos acantilados y una enmarañada selva que la mantuvo oculta y a salvo de sus invasores durante años.
En su interior se destacan detalles sorprendentes de ingeniería como las paredes ensambladas a la perfección, los acueductos que -aún hoy- riegan todo el predio y las terrazas de cultivos, que desafían estoicas la inclinación abrupta de las laderas. Los templos y las viviendas también sorprenden por su prolijidad y perduración en el tiempo.
Diversas teorías rondan en torno al origen de este lugar, que -según se calcula- le demandó a los incas unos setenta años en erigir. Algunos sostienen que se trataba de una hacienda real destinada al culto de los dioses, otros afirman que -en virtud de la cantidad de esqueletos femeninos encontrados- se trataba de una ciudad diseñada para las “vírgenes del sol”.
Lo cierto es que se trata de una de las siete nuevas maravillas del mundo y que esta colosal ruina arqueológica enclavada en los Andes orientales deslumbra por su belleza, su enclave casi irreal y las leyendas que emanan de cada una de sus piedras. Un legado único, misterioso y energético de una civilización cuyo pasado y presente continúa dando muestras de admiración y gran orgullo.
Por Carolina Brenner ([email protected])
Agenda de Viaje
Cómo llegar
Desde Córdoba, Lan vuela directo a Lima y luego a Cusco. Tarifa: COR-CUZ-COR $5.878- / US$744.-
(para volar de abril a junio de 2014. No vale para días feriados).Dónde dormir
En Cusco:Hotel Casa Cartagena (www.casacartagena.com)
En Urubamba:
Hotel Río Sagrado (www.riosagrado.com)
Hotel Sol y Luna (www.hotelsolyluna.com)
Libertador Tambo del Inka (www.libertador.com.pe/en/luxury-collection/tambo-del-inka)
Aranwa (www.aranwahotels.com)
Habitaciones dobles desde US$250 hasta US$900 por noche.
Dónde comer
En Cusco:
Restaurante Cicciolina (www.cicciolinacuzco.com)
Restaurante Limo (www.cuscorestaurants.com/limo/)
En Urubamba:
Restaurante “Wayra” en el Hotel Sol y Luna con espectáculo de caballos de paso peruano.
En Machu Picchu:
Restaurante “Machu Picchu Sanctuary Lodge” en la base del Machu Picchu.
Excursiones
Tren a Machu Picchu desde Oyantaytambo a Aguas Calientes desde US$120 por persona.
Tren y entrada a Machu Picchu desde Oyantaytambo u$s 220
Bus desde Aguas Calientes a Machu Picchu US$9,50 por tramo.
Camino del Inca desde US$400 por persona.
Información
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