martes 19, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

La corrupción en la ciencia

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 Por Luis Carranza Torres *  y Carlos Krauth* *

Un viejo dicho reza que “en todos lados se cuecen habas”, al que agregaríamos que de eso no se salva nadie, “sucede hasta en las mejores familias”. Incluido el ambiente científico.
Efectivamente, pese a resultar raro para algunos, es común que en el ámbito de la ciencia aparezca algún “científico” que, lejos de actuar con la integridad debida, lo haga irregularmente: falsee o adultere investigaciones con objetivos pocas veces reconocidos pero que uno puede ubicar dentro de la aspiración de obtener reconocimientos, dinero, prestigio, etcétera.
Esta “sociedad de la información” en que vivimos dificulta, en el aluvión de datos, poder distinguir la sanata de lo verdadero.
Un caso reciente de ello ocurrió en España, en donde -en el que se conoce como “el mayor escándalo de la ciencia española”- se descubrió que la bióloga Susana González habría cometido una serie de  “irregularidades” en sus trabajos destinados a curar corazones de personas enfermas.
La científica -que fue despedida del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), una vez que la entidad descubrió la falsedad de las investigaciones realizadas por ella y un equipo que encabezaba- fue obligada a devolver el 1,86 millón de euros que la Comisión Europea le había dado como subsidio para continuar con su tarea.

Pese a que negó haber realizado acciones indebidas, la reacción de la comunidad científica demuestró lo contrario. Por ejemplo, cuatro de las más prestigiosas revistas científicas -Nature, Nature Communications,  Cell Cycle, Molecular and Cellular Biology- han retractado o invalidado cinco de los estudios que la bióloga publicó desde 2006 a la fecha. Quedan subsistentes en la materia dos posibles campos de responsabilidad: de la autora a la publicación por brindar información falsa; y de la publicación con sus lectores por la falta de control de lo que se publica.
La “olla se destapó” en 2014, durante el congreso anual de la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular, cuando González  conferenciaba sobre su revolucionaria técnica para “rejuvenecer” corazones. Allí estuvo presente otro investigador -Herrera Merchán-, a quien le pareció que una de las imágenes que mostraba la bióloga estaba “duplicada y ampliada”, ilustrando dos experimentos distintos en dos ratones diferentes y, aunque en el momento no le dio mayor importancia, reaccionó cuando vio una publicación en la revista Nature, en la cual González reincidía en el “error”, lo que lo llevo a denunciarla a las autoridades que luego de la investigación pertinente decidieron despedirla.
Para expresarlo en palabras simples: la investigadora había hecho “photoshop” a sus imágenes para que coincidieran con lo que desarrollaba en el texto. De auténticas no tenían nada.
Lamentablemente, este tipo de conductas es reiterado en el ambiente científico. Muchas veces, la gravedad de lo sucedido hace que tome estado público. Lo bueno del caso es que la misma comunidad científica tiene mecanismos para sancionar y revertir estos malos comportamientos.

Lo que sucede en España nos recuerda lo que ocurrió en nuestro país en la década del 80, cuando, un grupo de investigadores, encabezados por el Dr. Vidal por entonces miembro del CONICET, hizo público el descubrimiento  de una droga que curaría el cáncer a la que llamaron “crotoxina”.
La noticia, que a la postre quedó sumida en la controversia primero y en el olvido luego, esperanzó a cientos de enfermos de cáncer y tuvo amplia repercusión pública, a la vez fue desestimada a tiempo por estudios científicos serios. Precisamente la comisión de oncólogos designada por el Ministerio de Salud de la Nación concluyó que los datos proporcionados por los investigadores “estaban falsificados y que no había ninguna razón que justifique tratar a pacientes con crotoxina”.
Parece increíble encontrar conductas fraudulentas en cuestiones de esta naturaleza, en las cuales en muchos casos está en juego la salud de la población y la esperanza de  enfermos y familiares en encontrar un cura para sus padecimientos. El problema radica en que, si bien a la larga tales “descubrimientos” o “avances” no son sostenibles, en el camino pueden llegar a pasar por ciertos, brindado al científico inescrupuloso del caso financiación, becas, etcétera.
De aquí en más habrá que prestar atención a que las imágenes que respaldan los estudios no hayan sido manipuladas, como una elemental medida de “profilaxis” ante de su difusión en congresos o revistas, para evitar luego caer en responsabilidades por falta de control.

* Abogado, doctor en Ciencias Jurídicas. ** Abogado, magíster en Derecho y Argumentación Jurídica

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