ESCUCHARPor Salvador Treber
El tema constituye uno de los más acuciantes en el esquema del desarrollo capitalista pues el mercado, sin la acción moderadora del Estado, tiende a favorecer cada vez más a la franja que ocupa la cúspide de la pirámide distributiva. Un claro ejemplo de ello fue el período en que la existencia de la Unión Soviética, especialmente entre 1950 y 1980, obligó a que dentro del área occidental de la llamada “Cortina de Hierro” se procediera a mejorar el esquema distributivo para restar atractivo a la “receta redistributiva” que enarbolan desde Moscú y sus aliados de Europa oriental. Cuando desapareció la vigencia de ese supuesto espejo (1989), dicho esquema volvió a su tendencia más habitual de creciente polarización que prevalece en la actualidad.
El tema, aunque esencial, no es motivo de análisis actualizados pues hay determinados intereses muy influyentes que prefieren que se mantenga cierto grado de silencio al respecto. La singular extensión de la recesión que sufre la economía de los países de Europa occidental y central desde mediados del año 2008, la cual consideran que por lo menos se prolongará hasta 2020, no podría haberse mantenido si el contexto hubiese sido otro.
En la actualidad dicha área europea y Estados Unidos pugnan, con diverso nivel de éxito,por superar los embates depresivos de la coyuntura. Incluso en los más poderosos países de Extremo Oriente, el acelerado ritmo de crecimiento que caracterizó la primera década del presente siglo se ha atemperado apreciablemente. Claro ejemplo de ello es China, que desde mediados de 2014 ocupa la cúspide como primera potencia ecuménica, tuvo una extraordinaria escalada en algunos años de la primera década de este siglo por un antes desconocido ritmo anual superior a 11%, pero en 2017 la conducción de Beijing se conforma con hacerlo en +6,5% y agrega al respecto que ese índice se mantendrá invariable durante una década. En este momento están protagonizando la epopeya que implica la reeducación de 350 millones de ex labradores que pasarán a revistar en un muy diverso arco de especialidades industriales y de servicios.
Otro caso emblemático es el de India que, a tasas positivas muy semejantes, ha accedido al segundo lugar desplazando a Estados Unidos al tercero. En realidad, dentro de sus límites territoriales (menos de cuatro millones de km2) coexisten virtualmente dos países. Uno con 425 millones de habitantes que en el denominado “triángulo de oro”, al suroeste de Nueva Delhi, desarrolla algunas de las especialidades tecnológicas más creativas y avanzadas del planeta; mientras los otros 800 millones, que se concentran especialmente en ambas costas del río Ganges, mantienen el peor nivel de miseria que se caracteriza por sus elevados índices de nacimientos y defunciones prematuras.
Por otro lado aparecen México e Indonesia que, por primera vez, figuran como séptimo y octavo, respectivamente, dentro de las diez principales economías. Los especialistas advierten que en un futuro casi inmediato en ese encasillamiento a partir del cuarto lugar habrá frecuentes cambios de rango.
El máximo problema: la desigualdad creciente
Los técnicos del FMI y el Banco Mundial, con el aporte de archivos proporcionados por la publicación especializada The Economics, han elaborado un nuevo Informe conjunto sobre un tema que es casi tabú pero que ha llegado a una situación insostenible que, sin alternativa, los impulsa a incursionar en la búsqueda de nuevas alternativas, y justamente en función de él procuran aportar valiosa información sobre varias facetas de esa problemática. Luego de advertir que las expresiones de desigualdad económica son muchas pero entre todas han preferido seleccionar dos para analizar por considerarlas las más acuciantes y significativas.
Se trata de la “impresionante concentración del producto bruto mundial en muy pocos países” y los “fenomenales niveles de pobreza e indigencia” que no sólo persisten sino que incluso se han intensificado. La precitada investigación se ha encarado sobre la base de datos correspondientes a 195 países; es decir sólo no se incluyeron 14 por ser de un peso muy insignificante y por carencia absoluta de información tanto específica como confiable. Según el Banco Mundial el año 2016 cerró con un PBI mundial que ascendió a 75 billones de dólares y, de éste, 55% lo registran sólo cinco países seleccionados (China, Estados Unidos, Japón, Alemania y el Reino Unido).
En primer lugar cabe señalar que en todos los casos no se justifican como correctamente incluidos pues inexplicablemente se omite a India (en este momento promovida al segundo lugar) y se la sustituye por el Reino Unido, ubicado en el noveno puesto. De haberse hecho la selección correctamente, habrían constado que el quinteto cubre nada menos que 61,5%. Además, si se opta por evaluar los primeros 20 países, se abarca 80% y, de la misma forma por medio de los 40 primeros, 90%; lo cual significa que los 155 países restantes suman sólo 10% del producto mundial.
Una prueba más surge de advertir que los últimos 65 países en conjunto apenas cubren una misérrima proporción de 0,6% del producto mundial, equivalente a tres cuartas partes del actual PBI argentino. Esa concentración tan extrema se superpone dramáticamente con su consecuencia más directa e inmediata, los respectivos y muy extendidos niveles de pobreza. El Banco Mundial define como harto peligroso tal estado y, además, incluye en ese contexto a todos los habitantes de cualquier país que perciban menos de cuatro dólares diarios.
A la vez señala con muy especial preocupación la franja que dentro de ese colectivo no llegan a percibir US$1,90 diarios que identifican como “indigentes”, que ascienden a alrededor de 780 millones y permanecen sin esperanza alguna de mejora en el grado más extremo de pobreza, ubicados 565 millones en África Subsahariana y 215 millones en Asia meridional. Otros 1.220 millones ocupan el escalón inmediato superior-y tienen un estándar de vida sólo algo mejor que los citados precedentemente. Es obvio que lo deseable sería que ambas franjas de menesterosos fueran debidamente auxiliadas por los países que poseen mayores recursos.
Dicho colectivo incluye actualmente unos 2.000 mil millones de personas, sobre el total de habitantes del planeta, que asciende a 7.400 millones; es decir, 27% de ese total permanece privado de lo más elemental en el ámbito universal y que parecen condenados a permanecer en esa situación de penosa pobreza. Cuatro de los cinco países que están en tales confines de enorme miseria están situados en África; correspondiendo a la isla de Madagascar, en la costa sudeste de dicho continente y bañada por el océano Indico, el puesto más extremo ya que 82% de su tan sufrida población vive en esa situación de miseria.
Las áreas hoy complementarias y su probable evolución
Completan ese penoso cuadro africano Mozambique, donde la pobreza afecta a 68% de población; luego está Nigeria, que actualmente tiene 176 millones de habitantes y es la quinta en el mundo en ese aspecto, donde se incluye 54% en esa misma condición; le sigue Tanzania, en que llegan a representar 45% de sus habitantes, y con niveles algo inferiores se encuentran nada menos que otros 21 del área subsahariana.
El caso de Nigeria es particularmente preocupante pues estiman que hasta el año 2050 su población crecerá explosivamente hasta llegar a 400 millones y se convertirá en el tercer país más poblado del planeta; por ello no es difícil de suponer que en tales circunstancias puede convertirse en un foco creciente e ingobernable de conflictos muy difíciles de revertir y conjurar.
En Asia meridional en función del aspecto precedentemente considerado, surge como el país más afectado Bangladesh, que incluye a 45% de su población en esa situación; mientras a continuación se escalonan en este continente otros 12 países con porcentajes levemente más bajos. Lo descripto precedentemente constituye la descarnada realidad actual pero en proyección al futuro no se puede menospreciar los peligros que acechan en cuanto a su eventual evolución.
Actualmente, la población africana es de 1,1 mil millones (14,9% de la mundial) pero por la tendencia decreciente que asume el crecimiento vegetativo en los países más desarrollados, para el año 2050 se estima que constituirán el 45% a nivel ecuménico. Esa futura conformación de la población mundial parece no ser motivo de gran preocupación para los gobernantes y, menos aún, de medidas adecuadas que atiendan tal problemática.
Lo antes descripto permite advertir que se trata de una muy grave situación y que lo realizado por los organismos internacionales es totalmente insuficiente. La población indigente en el trascurso de esos 23 años se redujo en 1.100 millones de habitantes de los países más comprometidos pero, aún así, no se cubren las necesidades en medida satisfactoria. Para encarar la magna tarea de erradicar ese flagelo se requiere no menos que duplicar los recursos afectados a ello. Los fondos asignados a armas, para disponer un arsenal de los más sofisticados y modernos instrumentos, por los 10 principales países sólo en el año 2016 absorbieron el equivalente a US$1,35 billón; de los cuales la mitad corresponde a EEUU.
Es obvio que debe centrarse la acción redentora en los países más pobres pues esa acción si se demora o retacea, ahondará las desigualdades existentes y acentuarían muy peligrosamente las tensiones existentes poniendo en serio peligro no solo a los países pobres sino a toda la comunidad mundial, multiplicando los riesgos y perturbando el indispensable clima de paz. Solo la prevista más que triplicación de la población africana hasta el año 2050 pone evidencia que no se puede seguir perdiendo tiempo precioso.
