Por Alejandra Perinetti
El Día Mundial Contra el Trabajo Infantil fue instaurado el 12 de junio por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) con el fin de alertar a la población acerca de este flagelo que afecta a millones de niños en todo el mundo.
Según datos del Fondo para la Infancia de Naciones Unidas (Unicef), hay más de 150 millones de niños que trabajan en todo el mundo. Nuestro país no escapa a esta situación. Según el Barómetro de la Deuda Social, hay más de un millón de niños, niñas y adolescentes, de entre 5 y 17 años, que trabajan. Una realidad abrumadora y perversa que es urgente cambiar.
Diversos factores inciden en las configuraciones sociofamiliares que conducen al trabajo infantil: las necesidades básicas insatisfechas, los aspectos culturales y la dificultad de acceso a servicios y bienes son algunos de ellos.
A diario presenciamos situaciones en las que los niños, por diversas estrategias de supervivencia y organización familiar, quedan expuestos a un prematuro ingreso al mercado laboral, lo que se repite tanto en centros urbanos como en áreas rurales de nuestro país, y condiciona el presente y futuro de cada niño, de cada familia y de la sociedad en su conjunto.
Es fundamental recordar que cada vez que un niño, niña o adolescente se ve obligado a trabajar, sea a cambio de una retribución económica o no, sus posibilidades de desarrollarse integralmente y alcanzar su máximo potencial se ven afectadas.
Esta situación, que vulnera severamente sus derechos, en muchos casos permite suponer otras vulneraciones, como el abandono escolar, la falta de cuidados en la salud, la imposibilidad de jugar y descansar adecuadamente -sólo por mencionar algunas de ellas-.
En Argentina, que un niño o niña trabaje, de manera remunerada o no, constituye un delito.
El trabajo está prohibido para niños menores de 16 años, según la ley N° 26390 de Prohibición del Trabajo Infantil y Protección del Trabajo Adolescente.
Ahora bien, está claro que no es suficiente con la existencia de legislación y organismos nacionales que velen por la protección de los niños, niñas y adolescentes.
Es imprescindible un cambio colectivo que garantice a cada niño, niña y adolescente las mismas posibilidades de crecer y desarrollarse. En esta dirección, la erradicación del trabajo infantil es una de las metas a alcanzar entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible a 2030, que convoca a empresas, organizaciones sociales, gobiernos y a la sociedad en general a comprometerse por un futuro de equidad y protección para los niños.
* Directora Nacional de Aldeas Infantiles SOS Argentina