Por Héctor Chino*
Los depósitos que se están liberando producto de la inmovilización del blanqueo, más la amortización del Bonar X significan -números más, números menos- 14.000 millones de dólares. Es una cifra enorme, si consideramos que el Banco Central de la República Argentina (BCRA) tiene reservas por 48.333 millones de dólares. Esa plata está, básicamente, en cuentas en bancos y cuentas comitentes de agentes y son de absoluta propiedad de argentinos de carne y hueso.
Sin duda, mas allá del tiempo que le lleve a cada uno decidir qué hacer con eso, ese dinero buscará un destino de inversión más tarde o más temprano. Del comportamiento del mercado se lee que mucho de eso se está yendo hacia activos dolarizados, para mantener su moneda de origen, y se hace claro en la presión que se ejerce sobre los precios de éstos.
La suba del precio de los bonos en dólares ha sido importante. La sobreoferta que hubo en la última licitación de Letes es todo un indicador, a pesar de que sólo ofrece una tasa de 3,28% al plazo más largo de un año. Mas allá del rendimiento, la parte no tan buena de esto es que no tiene un destino productivo. No está generando nada nuevo en términos económicos.
El desafío esta en redireccionar ese flujo a inversiones productivas. Generar nuevas ofertas de productos financieros provenientes, por ejemplo, de la actividad privada.
El mercado de capitales debería ser el canal natural para motorizar ese flujo entre los tenedores de excedentes de fondos y demandantes con destino a inversión. Esos actores, los que tienen que decidir hacer inversiones productivas, parece que aún no ven las condiciones mínimas necesarias para hacerlas. El alto déficit fiscal, la alta inflación y la alta tasa de interés para combatirla no son la mejor combinación para ayudar al empresariado a tomar la decisión. Si a esto le sumamos el atraso cambiario, el alto costo fiscal y la presión sindical, el desafío para las autoridades es mayúsculo.
Pero ¿qué hacemos con el dinero del blanqueo? Esto tiene una solución que claramente debe ser compartida. El Gobierno, el principal responsable, debe dar muestras contundentes de querer, y poder, solucionar la madre del problema: el déficit fiscal y, de la mano de ello, el reacomodamiento de las otras variables como la inflación, la tasa de interés, etcétera. Los empresarios deben jugar a ser tales y empezar a ajustar por cantidad y no por precio. De la mano de esta decisión viene la inversión. Y los gremios deben dejar de jugar a la política para hacer lo que deben hacer, que es colaborar en el sostenimiento de las fuentes de trabajo, el crecimiento de la oferta y de la productividad. Claramente, si se dieran las condiciones, ese ahorro disponible se transformaría en el combustible necesario para poner en marcha la economía sin recurrir más que a los recursos propios.
Un buen proyecto financiado debería rendir hoy para el inversor tasas de entre seis y siete por ciento.
Se deberían hacer gestiones para equipar estos títulos, especialmente emitidos a los públicos, en términos de tratamiento fiscal, sobre todo los emitidos por pymes y suscriptos por pequeños ahorristas. En definitiva, ser proactivos en la creación de un mercado de capitales para el que el dinero está.
* Trader independiente asociado a Becerra Bursátil.