La iniciativa del investigador Alberto Ramos Vernieri compitó con otras 500 del país. La empresa está enfocada en el área de biotecnología farmacéutica y propone desarrollar proyectos con inversiones privadas y fondos públicos.
En la última edición de la tradicional Competencia Naves (Nuevas Aventuras Empresariales) -que promueve la Universidad Austral mediante su IAE Business School-, hubo una sorpresa: por vez primera un equipo de investigadores resultó ganador.
El doctor Alberto Ramos Vernieri, investigador asistente del Conicet en la Universidad Nacional de Tucumán, y su equipo de trabajo perteneciente al Laboratorio de Estudios Farmaceúticos y Biotecnología Farmaceútica (LEFyBiFa), fueron los galardonados.
El objetivo de la competencia es contribuir a la creación de emprendimientos para potenciar el desarrollo de Argentina. En su recorrido de seis meses, los participantes acceden a seminarios y talleres de formación complementaria en los que obtienen todos los conocimientos necesarios para desarrollar sus planes de negocio y transformar sus ideas en proyectos sustentables.
La iniciativa
La propuesta de Ramos Vernieri compitió con otras 500 del país que se presentaron y fue seleccionada en la categoría “ideas de negocio” junto a tres ganadores más de diferentes categorías. “Ganamos con un modelo de negocio que está relacionado con la creación de una empresa formada por tres socios, la UNT, el Conicet y un emprendedor privado que facilitaría la transferencia de las tecnologías que se generan en nuestro laboratorio”, apunta el investigador.
La empresa en cuestión está enfocada al área de biotecnología farmacéutica y propone desarrollar proyectos con inversiones privadas que se combinarían con fondos gestionados en el sector público mediante subsidios de investigación para luego licenciar las patentes. Su propósito es ofrecer productos para el tratamiento y diagnóstico rápido de heridas crónicas como el pie diabético, las escaras y las úlceras venosas.
Llegar a ganar una instancia tan competitiva fue un trabajo arduo para todo el equipo. “Naves aparece cuando nosotros estábamos llegando al límite de lo que podíamos hacer como grupo, y necesitábamos el aporte de gente proveniente de otras áreas y disciplinas para poder continuar avanzando”, explicó Ramos Vernieri.
Al mismo tiempo, dijo: “Quienes integramos el laboratorio estamos convencidos de la importancia de la transferencia. Somos todos jóvenes que creemos cien por ciento en esto. Cada tema que se desarrolla se lo encara desde el inicio con variables de marketing, de análisis de mercado, estudios de ‘patentabilidad’, entre otros, y recién ahí comenzamos la investigación de laboratorio”.
Emprendedores de origen
El espíritu emprendedor de Ramos Vernieri despertó cuando era becario del Conicet y su pasión por la transferencia pudo trasmitirla a sus propios becarios cuando ingresó a la carrera de investigador. Hoy, el LEFyBiFa cuenta con dos patentes y sus integrantes proyectan para el presente año generar tres más. Además, hay empresas interesadas en apostar en la comercialización de esas patentes como al proyecto de EBT.
Desde la etapa inicial de su carrera Ramos comenzó a averiguar cómo se podía hacer transferencia desde una institución científica. “Fue un arduo trabajo de ensayo y error hasta llegar a la primera patente”, observa, y agrega: “Fueron los pacientes los que me hicieron mirar fuera del laboratorio. Ésa es la realidad. Cuando se trabaja sólo en ensayos con tubos seguramente uno se centra en el resultado, pero cuando esos resultados afectan la calidad de vida de las personas y se comprueba que se están curando, que lo que se hace está funcionando, uno se plantea que el trabajo propio no puede quedar sólo en una publicación”, manifiesta el investigador.
El emprendedor no concibe su trabajo sin la variable de transferencia social. Para él, ciencia básica y ciencia aplicada no son mutuamente excluyentes sino complementarias. Por ello, la primera tesis que dirigió como investigador contempló, previo a la presentación del proyecto de investigación, estudios de mercado y “patentabilidad”. “No se puede lograr soberanía tecnológica hasta que no incorporemos aspectos de transferencia”, asegura.
Responsabilidad social
Con la primera patente, el investigador se preguntó: “¿Cómo puedo hacer para que mi medicamento pueda generar recursos para hacer más investigación?”. Luego de indagar, llegó a la conclusión de que los resultados de investigación multiplican su valor si además de tener validez científica tienen también validez legal. Por ello, sus desarrollos biotecnológicos se hacen en laboratorios que realizan gestión de calidad siguiendo los lineamientos de la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat).
Otro aspecto central para aquel que hace transferencia de tecnología desde la responsabilidad social es saber cómo es la situación del país, es decir, poder llegar a información certera del tema que se investiga. “Los datos de la Organización Mundial de la Salud son importantes, pero lo verdaderamente relevante son los datos del país para orientar tu proyecto hacia las necesidades que tiene la población”, manifiesta el investigador. “Es sabido que estos datos no siempre están disponibles por lo que nosotros también generamos este conocimiento”, señala.
Por último, Vernieri destaca la figura del emprendedor como facilitador del trabajo de trasferencia. “El investigador va a llegar hasta donde le dé su cuerpo y sus conocimientos. Uno puede saber mucho de química pero no tiene por qué saber de negocios”, asegura.