Por Justo Laje Anaya. Profesor de derecho penal
De tanto en tanto, públicamente se conoce que cuando la policía procede al allanamiento de un determinado domicilio, descubre que en una de sus dependencias, se cocinaban estupefacientes. En efecto, se verifica que en la cocina del inmueble, la dependencia estaba destinada a dichos fines. Con razón, la gente se puede preguntar qué quiere decir cocinar estupefacientes, porque de buenas a primeras, no es fácil saber el sentido y el alcance que guardan esas expresiones.
Para ello, se hace necesario partir de la base que el término estupefaciente, o estupefacientes, encierra una concreta referencia a determinadas sustancias que hacen perder el uso de la razón, porque causan en quienes las consumen, un estado de inconciencia que por ser tal, impide comprender el sentido que tiene lo que se hace, o lo que se deja de hacer. Y algo más, porque gradualmente, este consumo causa dependencia física y psíquica, y aun, alteraciones en la mente. Más temprano o más tarde, el consumidor adquirirá un estado de toxicomanía, que como intoxicación crónica, genera síndromes de abstinencia. Esto es, un deseo invencible, ingobernable por la voluntad, de consumir droga, y de conseguirla por cualquier medio, y de cualquier modo. Esto implica, por cierto, obtenerla mediante la comisión de un delito, o de delitos.
Conforme a la terminología universal, existen dos formas de obtener estupefacientes. La primera, consiste en producir, y así, produce, el que separa la hoja del arbusto de coca, o el que separa la marihuana, de la planta de cannabis. En estos casos, la sustancia se encuentra en su estado natural, y es posible que en ese estado, pueda ingresar al mercado ilícito de estupefacientes. La restante forma consiste en fabricar estupefacientes, lo que supone un cierto y determinado proceso de síntesis, mediante el cual, unos estupefacientes se trasforman en otros estupefacientes. Y así, de este modo, la cocaína será el resultado de la síntesis de la hoja de coca, como de la pasta base de coca, al contener esta última, los alcaloides que aquélla desprendiera en el primer proceso de fabricación.
Para decirlo de otra forma, la cocaína se halla emparentada con la hoja de coca, en un segundo grado, así como la pasta base se halla en primer grado. En este vínculo, la hoja hace de madre, la pasta, de hija, y la cocaína de nieta. Todas son sustancias estupefacientes; la diferencia se halla, en que la madre es la única que conserva su estado natural.
¿Qué se quiere decir con las expresiones vulgares relativas al hecho de cocinar estupefacientes? Esto viene por afinidad porque así como se cocinan los alimentos, también los estupefacientes deben ser cocinados. Y los ingredientes que no pueden faltar en esta cocina, son ciertos productos absolutamente imprescindibles sin los cuales, la cocaína no se podrá obtener. Estos productos son los que se conocen a título de precursores químicos, tales como kerosenos, lejías, agua ras, ciertas acetonas, etc., que en adecuadas cantidades y proporciones, más un complejo suministro de calor, constituirá el último tramo del proceso de fabricación y de refinación. Es posible, entonces, que en la cocina de un inmueble, se cocinen estupefacientes. Particularmente, por la utilización de la pasta base. Ya no es necesario al respecto, ni imprescindible, contar con laboratorios de alta precisión, ni con costosos o sofisticados equipos de refinación. No hace mucho, los procesos de síntesis, se hallaban en lugares alejados, y particularmente al amparo de las regiones selváticas. Hoy por hoy, las cocinas se hallan en las ciudades y, sin exagerar, e insospechadamente, se las puede encontrar con frecuencia.
Es común oír que la pasta base de cocaína, es un estupefaciente cuyo consumo causa muy a corto plazo, gran deterioro en la salud física, y en la salud psíquica. Y también es moneda corriente, oír que a muy corto plazo, lleve a la muerte. ¿Cuál es el motivo de todo esto? Principalmente son dos las razones. La primera, porque al organismo ingresa gran cantidad de restos de precursores químicos utilizados para separar de la hoja de coca, los alcaloides que ella contiene, y que como derivados del petróleo, tienen la aptitud de generar rápidamente daños irreversibles en los diferentes órganos, y particularmente en el cerebro. Se trata de un estupefaciente de ordinaria calidad; que causa veloz adicción, y que su precio destinado al consumo, es más bien bajo. Esta es la segunda razón.
Tanto la producción como la fabricación de estupefacientes, constituyen delitos para la ley argentina, y reciben un castigo de prisión entre 4, y 15 años.