Los temporales padecidos por el interior cordobés durante el mes de febrero y sus terribles consecuencias para muchas familias no sólo ponen de manifiesto la inmensa solidaridad de nuestra gente sino también nos tienen que llamar a la reflexión ciudadana respecto a cómo está preparada nuestra ciudad para hacer frente a las contingencias climáticas.
Nuestra ciudad fue pensada en épocas en las que llovía menos, teníamos menos habitantes, se generaba menor volumen de basura. Hoy asistimos a un cambio climático global y Córdoba no es una isla que no será afectada por las tormentas que, todo indica, tienen y tendrán mayor frecuencia e intensidad.
La ciudad necesita un nuevo sistema de drenaje, ampliar la red de desagües pluviales para que puedan contener un mayor volumen de agua, un manejo profesional y eficiente de los residuos que hoy tapona las bocas de tormenta, mejorar los niveles de absorción del suelo con un nuevo plan de forestación urbana.
Vulnerabilidad al desnudo
Tormentas como la que sufrimos en este tiempo en nuestra ciudad y otros pueblos cercanos desnudan también la vulnerabilidad habitacional en la que se encuentran los sectores más pobres de nuestra sociedad.
Es sabido que una vivienda hecha con materiales como chapa, cartón o plástico, sin una adecuada aislación, es frágil ante las inclemencias climáticas y sus moradores estuvieron, están y estarán expuestos a sufrir el deterioro o la perdida de su inmobiliario, electrodomésticos y otros objetos personales. El agua se “lleva puestos” a los pobres y ésa es una triste realidad que sólo después de la tormenta los gobiernos locales vuelven a ver.
La exclusión territorial obliga a muchas familias a asentarse en la vera de los ríos de Córdoba, espacios que, como hemos visto, implican riesgos reales. Estas familias no eligen individual y libremente dónde vivir, no se sientan a ver el folleto con la nueva oferta de condominios o urbanizaciones privadas. Es la única posibilidad que estas familias pobres tienen de asentarse en los márgenes de la periferia urbana.
Repatriarnos en la ciudad
Frente a esta situación no existen soluciones mágicas ni a corto plazo. La única respuesta es que comencemos a planificar la inclusión, la mejora habitacional, el ambiente, que regularicemos los loteos y que los terrenos públicos no sean vendidos al mejor postor del desarrollo privado.
Debemos repatriarnos a nosotros mismos en tanto habitantes de una ciudad, generar nuevas posibilidades de viviendas sociales, programas para la mejora habitacional de las familias con menos recursos.
Debemos encarar con decisión política la inversión en mejoras de infraestructura sin importarnos que el corte de cinta lo haga otro intendente en otra gestión. Esto es pensar el Estado y el gobierno local, como un inmenso paraguas protector de los derechos y promotor de la inclusión de las familias que habitan nuestra ciudad.
*Arquitecto y titular del Centro de Referencia Córdoba del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación