Partiendo de la definición de empresa familiar como aquella en la que la propiedad está mayoritariamente en manos de una familia y existe una voluntad sincera de continuidad de la empresa como familiar, tanto en la dirección como en la propiedad, observamos que el vínculo de los familiares con el proyecto empresarial es el motor que lo va a llevar hacia delante.
Una familia debe estar de acuerdo hacia dónde quiere dirigir el negocio. Los expertos determinan que para conseguir una floreciente relación empresarial se requiere un conjunto específico de valores y prácticas. Estudios recientes sugieren que la longevidad y el éxito de un negocio llevado adelante por miembros familiares reside en la personalidad, la actitud y la aptitud para el trabajo en equipo de cada uno de sus propietarios.
Se trata, por tanto, de no solamente conocer cuál es nuestra historia pasada como empresa familiar sino desde el presente ir generando un proyecto común de futuro que comprometa a todos sus integrantes, y prepararlos para aportar capacidades, conocimientos, valores, experiencia y compromiso.
Si como familia tienen y/o crean una visión compartida sobre el sentido y dirección que le quieren dar a su empresa, estarán preparando las circunstancias y las bases de un proyecto para continuar juntos. Si, por el contrario, no se tiene claro adónde se va o cada cual mantiene una visión individual, será difícil saber si a cada paso uno se está acercando o no a los resultados más beneficiosos y así será más difícil sumar voluntades a un proyecto que no tiene definido su rumbo ni sus objetivos perseguidos.
Por tanto, una de las tareas principales a llevar a cabo por las familias en sus negocios es desarrollar una visión compartida para enfocarse hacia un futuro estimulante en el que cada uno de sus miembros tenga claro su aporte y vea integradas, a su vez, sus aspiraciones personales, familiares y profesionales.
Porque no podemos olvidar que una de las claves del éxito en la empresa familiar está en participar de un proyecto atractivo en el que todos crean y que se lleva adelante con personas a quienes uno quiere y con las que uno desea seguir compartiendo y desarrollando ese propósito, conscientes de que en la unión de voluntades y esfuerzos se consiguen resultados que de forma individual no serían posibles.
Ahí es donde reside el potencial del coaching como herramienta a aplicar en las familias empresariales. Entendemos el coaching como una metodología para el desarrollo personal y profesional de los individuos y organizaciones de forma alineada con sus objetivos y valores más esenciales. Esto es, no se trata del mero acompañamiento o relación de “entrenador” que busca obtener la mejor performance por parte de su “entrenado”, sino que es un trabajo que conlleva una toma de conciencia y acción basada en los propósitos fundamentales de las personas y grupos de manera coherente e integrada, limando las diferencias existentes y generando un compromiso realmente motivador.
Antes de trabajar con la familia como grupo, cada individuo debe conocer y decidir con la mayor exactitud posible sus sueños, preocupaciones y expectativas. Tener profesionales y accionistas comprometidos y satisfechos es la piedra angular de la continuidad de la empresa familiar.
En su evolución, ésta también debe ir creciendo con los aportes que vaya desarrollando cada nueva generación, sumando nuevos hijos “económicos” a los ya existentes hijos “económicos” de sus fundadores, y ello requiere de una buena preparación de los miembros y una predisposición favorable en la estructura.
Desde este abordaje se busca potenciar a los miembros y la empresa como parte de un todo que los relaciona, que hay que abordar de manera integral e integrativa. Se trata de comprender la empresa familiar como un sistema, entendiéndolo como el “conjunto de cosas que relacionadas entre sí ordenadamente contribuyen a determinado objetivo”. Esto nos llevará a tener en cuenta todas las dinámicas diferenciadas y complejas que se producen en los ámbitos de la familia, la empresa y la propiedad, y a que sus miembros se reconozcan en ellos.
El objetivo y el gran reto al que deben hacer frente las empresas familiares es el de la transición exitosa que les permita asegurar su permanencia en el tiempo. Y esta transición implica un proceso de trabajo orientado al futuro, en el que las generaciones participantes deben planificar y actuar conjuntamente. Aquí reside la oportunidad y potencialidad del coaching como elemento vincular para facilitar la definición de lo realmente importante para la familia, y lograr su mejor desempeño desde la asunción de las responsabilidades de todos y cada uno de sus miembros.
Hay que preguntarse, por tanto, cómo nos vemos, cuál es la ilusión personal y colectiva que tenemos acerca de la empresa, qué tipo de vínculo y unión queremos establecer de ahora en adelante, y cuáles son los objetivos comunes a lograr en cuanto al negocio y la administración de sus activos.
Responsable de la columna: Carlos Molina Sandoval, director del Instituto Argentino de la Empresa Familiar (Iadef) Córdoba.