Es una disciplina de la arquitectura que no sólo se encarga de extender holísticamente los ámbitos naturales en la ciudad mediante su intervención en parques, plazoletas, jardines y canchas de golf, sino que hace prevalecerlo natural, cultural e idiosincrático de cada sociedad como basamentos únicos para potenciar la vida. Mantiene el equilibrio entre las condiciones naturales y constructivas, es el responsable del metabolismo urbano. Urge que la gestión política de la ciudad lo priorice en su planificación territorial porque ordena y posibilita el normal desempeño de sus funciones ecológicas y sociales
Por Laura Pantoja – [email protected]
El paisajismo es una disciplina de la arquitectura que ha tomado un marcado protagonismo en los últimos años de la mano de las empresas desarrollistas y estudios de arquitectura que consideran relevante su participación en proyectos particulares, bajo el formato de plazas, parques, patios, techos verdes y jardines verticales, entre otros. No obstante, tales particularidades deben responder a una planificación territorial, para que ejerzan integralmente sus funciones sociales y ecológicas.
Es así que el paisajismo debe ser parte de la gestión de la ciudad, porque con su mirada integradora, cuida los rasgos naturales, la cultura sujeta al territorio y la idiosincrasia social, partes constituyentes de la base natural como única que es posibilitadora de vida.
Las ciudades necesitan de una planificación y ordenación, usando el paisajismo como herramienta. “Es menester de las administraciones públicas aceptar la urgencia y la necesidad de un plan integral que aborde de manera sustentable tanto los conflictos como las potencialidades”, asegura a El Inversor y la Construcción Estefanía Natalia Rodríguez, profesional con amplia trayectoria en la Arquitectura Paisajista y miembro del equipo que tuvo a su cargo el estudio del Área Central de la Ciudad de Córdoba, gestionado por la Agencia para el Desarrollo Económico de Córdoba (ADEC).
Las particularidades
La especialista asegura que los arquitectos especializados en esta disciplina cuentan con progresivos ámbitos de desarrollo, sobre todo en la esfera privada.
“Es notable la cantidad y calidad de proyectos de arquitectura en donde la intervención del paisaje aparece desde los primeras ideas o bocetos con resultados de una arquitectura en comunión con el paisaje, más ligada al lugar, con incidencias en la racionalidad económica por tener en cuenta las variables bioclimáticas de los espacios interiores, intermedios o exteriores”, explica.
Un jardín privado de una vivienda, un parque de una urbanización o una plazoleta mejoran la calidad del entorno y el valor de la propiedad.
Asimismo, Rodríguez asegura que otra manera particularizada de hacer o colaborar en la construcción del paisaje y el mejoramiento de la calidad ambiental es mediante la incorporación de techos verdes y los muros verdes.
“La incorporación, generación, construcción y/o ampliación de áreas con contenido natural sin duda actúan benéficamente, pero si estas particularidades no responden a una planificación territorial es muy probable que los resultados sean menores que los esfuerzos enormes para implementar estas soluciones parciales. Sólo estas particularidades entendidas como sistemas dentro de la ciudad y en continuidad con el territorio podrán ejercer realmente sus funciones ecológicas y sociales”, sostiene la arquitecta.
Al respecto, considera que si bien Córdoba ha tenido y tiene un devenir de estudios, planes especiales, intervenciones y conferencias participativas, es necesario redoblar los esfuerzos y mirar a la ciudad por su escala y por su rol en el área metropolitana, cada vez más extensa. Insta, así, a proporcionar una visión más integral y a que se valoren principalmente los rasgos naturales así como su cultura y el conocimiento integral de la idiosincrasia social.
Abordaje holístico
Con todo, uno de los aportes más significativos de la disciplina del paisaje es el modo de abordar una problemática en particular de manera holística, como así también, el valor que le otorga a la base o territorio natural. “En un mundo cada vez más complejo con dinámicas y avances tan veloces es fundamental gestionar, planificar y administrar el paisaje ya sea urbano, cultural, productivo o serrano, respetando, conservando y valorando la base natural, que es definitiva la única que posibilita la vida”, remarca la especialista.
En ese camino, constituye una herramienta fundamental en la ordenación y planificación del territorio, orientada a la búsqueda de la sustentabilidad y sostenibilidad del territorio natural.
Ese abordaje es entendido desde sus tres funciones -la ecológica, la social y la patrimonial-. Su mayor valor es el componente natural, referido a la geomorfología, hidrografía, clima, flora y fauna. El paisaje es el que verdaderamente tiene la posibilidad de mantener el equilibrio entre las condiciones naturales y constructivas, siendo el responsable del metabolismo urbano. El componente natural constituye un aporte benéfico para la salud física y psíquica.
Los espacios verdes abiertos, ya sean públicos o privados, son los que potencialmente tienen la capacidad de extender la naturaleza dentro de las ciudades. Los cursos de agua como los ríos, arroyos, canales de riego, los promontorios, vacancias de sistemas de espacios ferroviarios, las plazas, parques, centros de manzana -en una sistemática continuidad y conexión- son capaces de generar altos beneficios ecológicos y por lo tanto ambientales, no sólo en la ciudad sino fuera de los límites jurisdiccionales.
El paisaje también actúa en la racionalidad ambiental porque la vegetación impacta benéficamente en el clima urbano, humidificando el aire y regulando la temperatura. En cuanto a la contaminación atmosférica, almacena carbono y libera oxígeno, ayuda a regular el ruido. Favorece al equilibrio de la vida de los ciudadanos, colabora en la protección de fauna y lucha contra la erosión.
También interfiere en la estética; los componentes naturales otorgan la dinámica temporal estacional con el cambio de color y tipos de hojas, el brillo del agua, las distintas tonalidades de verdes, es decir, en dinámicas que no poseen los materiales inertes. Esta calidad paisajística influye positivamente en el bienestar.
Con todo, la valoración y la sistematización de los espacios verdes abiertos públicos en las ciudades constituyen al mejoramiento de la calidad de vida, porque otorgan al ciudadano la posibilidad de una mejor calidad paisajística y de espacios recreativos para el ejercicio de la ciudadanía, según concluye la especialista.
Zoom
El paisaje es cualquier parte de un territorio percibido: una calle, una plaza, la costa marítima, las ciudades serranas, el desierto, los arroyos, un barranco, un lugar percibido es paisaje y hay tantos paisajes como personas que lo perciben.
“El paisaje es el lugar donde las personas se relacionan con la naturaleza. El hombre actúa sobre el territorio modificando sus rasgos ambientales, sociales, culturales, históricos y políticos. El paisaje influye sobre las personas y éstas sobre el paisaje, de manera individual o colectiva; el paisaje en una construcción social”, asevera la arquitecta.
La especialidad del profesional en paisajismo es amplia, ya que puede intervenir en variadas escalas y complejidades, como desde un jardín de una pequeña vivienda hasta la planificación y ordenación de un territorio o ciudad. “Lo destacable es el trabajo con elementos y componentes naturales principalmente pero no excluye componentes culturales, ya que el paisaje es una construcción social”, agregó.
Parquización para viviendas, canchas de golf, recuperación y puesta en valor de espacios verdes públicos, remediación de canteras, sistematización y renaturalización de ríos u arroyos, construcción de plazoletas, puesta en valor del paisaje de ruta, integración y creación de espacios urbanos de calidad para los bordes de barrios cerrados/privados son algunas de la intervenciones posibles de un arquitecto en el paisaje.
Con el ojo en el área central de Córdoba
La profesional ha participado en el Estudio del Área Central de la Ciudad de Córdoba sobre su recuperación, en el marco de una convocatoria realizada por la ADEC.
Junto a otros profesionales, el trabajo implicó un análisis y sistematización de antecedentes de estudios realizados sobre el área central, casos de recuperación de áreas centrales de otras ciudades tanto de Argentina como de Latinoamérica, diagnósticos profundos del área y una propuesta de posible trabajo con actores principales del área por medio de la identificación de problemas y conflictos.
“El estudio, desde la mirada del paisaje, concluyó que tanto el área como la ciudad tienen un gran potencial ligado a principalmente a su rol turístico, comercial, administrativo y cultural”, recordó.
Sin embargo, agregó, el estudio mostró que existen sectores degradados, siendo el paisaje un componente de alta fragilidad.
El informe concluyó que es necesario reparar sobre valores como los ríos, los arroyos, los núcleos urbanos y los ciudadanos. “Mediante un ejercicio de abstracción imaginario en el que el ciudadano circula por los espacios de la ciudad, acordamos que la ciudad necesita del río, del arroyo La Cañada, de los espacios abiertos públicos y de los símbolos patrimoniales para el fortalecimiento de la identidad y el mejoramiento de la calidad de vida”, agrega la arquitecta.
El área central junto con la ciudad necesitan de una planificación y ordenación, teniendo el paisajismo como herramienta, según relata la profesional algunos de los principales argumentos de la investigación. “Es menester de las administraciones públicas aceptar la urgencia y la necesidad de un plan integral que aborde de manera sustentable tanto los conflictos como las potencialidades”, enfatiza.