Datos y estimaciones del Banco Mundial (BM), publicados en sus sucesivos Anuarios, divulgaron que la población mundial había ascendido en 1990 a poco más de 6.000 millones y la de nuestro país a 32,5 millones, apenas 0,52% del total.
Por Salvador Treber – Exclusivo para Comercio y Justicia
Según las proyecciones del mencionado organismo, hasta 2015 ascenderá a 7.241 millones.
En ese lapso de 35 años, Argentina para 2008 había elevado la suya a 39,9 millones y en 2015 se estima que totalizará a 42,4 millones de habitantes.
A su vez, América Latina en ese interregno habrá de llegar a 606,8 millones y nuestro país, desde el extremo sur del continente, contendrá para el último año mencionado apenas 7% del total general.
Cabe destacar que mientras en esos 35 años la población argentina creció 30,5%, mientras la media del conjunto de países que se alinean al sur del Río Grande, en México, lo vienen haciendo a un ritmo de 40,2%. Durante el período 1990-2008 lo hizo a razón de 1,1% anual y desde entonces hasta 2015 está previsto que dicho coeficiente descienda levemente a 0,9% anual. En ese contexto, resulta verdaderamente interesante advertir lo que está sucediendo en el país mas poderoso del área, Brasil, pues, considerando todo el referido lapso, subió 35,3%, aunque para ello dispuso de “dos velocidades”: una media de 1,4% anual hasta 2008 y con posterioridad otra de apenas 0,8% anual.
Esa desaceleración también se verifica claramente en el caso de México, pues al cabo de esos 35 años la media acumulada ha sido muy semejante, de 35,9%; pese a ello, entre el primero y el segundo período consecutivo se desaceleró de 1,4 a 0,9%. En cuanto a
Colombia, que nos precede ya que es la tercera en ese aspecto, ha continuado manteniendo una marcha bastante más acelerada (48,5%) pero también se verifica que hasta 2008 registraba un promedio de 1,7% y a partir de ese momento descendió a 1,3%.
Las diferencias en cuanto a dinámica de crecimiento humano se traducen en una muy diversa composición por edades. En los países con más bajos niveles de ingreso, como puede ser África subsahariana, los menores de 15 años son nada menos que 43% y los con más de 64 años constituyen un residual de 3%. Dado que la población activa se circunscribe a un escaso 54%, es habitual que los niños trabajen y no estudien.
En América Latina, la primera franja de edades abarca 29%; los que componen la población económicamente activa, 65% y los con 65 o más años cubren el 10% restante. En Argentina se detecta en este aspecto una diferencia bastante apreciable pues los menores de 15 años representan 21%; la segunda más amplia entre 15 y 64 años llega a 64% y los mayores a 10%. Frente a tal diversidad, corresponde dejar constancia de que en el caso de los 33 países con alto nivel de ingresos, los menores equivalen a 18%, mientras los potencialmente activos ascienden a 67% y los con más de 64 años marcan también la superior proporción relativa, con 18%.
Las actuales condiciones de Argentina
Bosquejadas las variantes que coexisten al cierre del ejercicio 2013 y luego de una década de incomparable crecimiento, hubo una cierta caída en la actividad ya que no pudo mantener ni siquiera el ya disminuido nivel de los tres primeros trimestres, que se tradujo en un notorio rezago, el cual se agudizó en diciembre ppdo. con un muy aletargado índice de 2,7%.
La notoria caída respecto a la dinámica habida en los meses precedentes generó una baja global, incidiendo para que la media de todo el año haya llegado apenas a 4,9% y ello ha sido bastante generalizado en todas las áreas de la economía mundial. En nuestro caso, según los datos divulgados por el Indec correspondientes al mencionado último trimestre, si bien la creación de empleo quedó constreñida a un preocupante ritmo de 1,3%, ello tuvo cierta compensación ya que fue acompañado por una baja en la desocupación abierta al ubicarse ese indicador en 6,4%; o sea, medio punto porcentual por debajo de la correspondiente a fines de 2012. Este parámetro es variable pues depende de que haya una mayor o menor cantidad de personas activas con edades entre 15 y 64 años inclusive que ya estén trabajando o a la búsqueda de ocupación.
Resulta obvio que en tales decisiones incide la actitud personal frente a las condiciones del mercado, siendo ello determinante para definir nivel y capacidad real en ese aspecto; aunque aún así, no todos cubren sus expectativas e incluso se frustren sus deseos al no efectivizar en los hechos ese objetivo. Sólo cuando se logre llegar a la “plena ocupación” la demanda quedará cubierta en plenitud e impulsará sucesivos incrementos para satisfacerla en abierta puja con los demás requirentes.
Lógicamente hay una cierta franja que, por circunstancias específicas, al menos transitoriamente, no está dispuesta a sumarse a la oferta de trabajo y, por tanto, se autoexcluye. Según trascendió, sin que se hayan completado los datos del primer trimestre 2014, los analistas anticipan que las condiciones son actualmente mas desfavorables respecto a los meses precedentes. Más aún, luego de la devaluación de los días 22 y 23 de enero ppdo. se advierte un retroceso que se vincula con una baja en la tasa de actividad.
Cabe subrayar que ella puede diferir según el tipo de actividad o la ubicación espacial, al definirse en cada caso un muy diverso ritmo de crecimiento de la población que puede no llegar a armonizar con el número de ocupados o aspirantes a cubrir los puestos vacantes.
Nivel y composición de la fuerza de trabajo
En Argentina se estima que la población es de 42,5 millones, que coexisten con 1,1 millones de “parados” en el ámbito urbano. La ciudad y área circundante de Mar del Plata constituyen la zona más comprometida, ya que el índice de desempleo asciende allí a nada menos que 11,7% de la población económicamente activa. En segundo lugar aparece Córdoba con 8,8%, e inmediatamente después, Bahía Blanca (8%). Por el contrario, los mejores parámetros han resultado ser los de Resistencia (0,6%); Santa Rosa (1,1%) y Posadas (1,2%); es decir, donde virtualmente habría “ocupación plena”.
Por otra parte, las diferencias que se establecen entre el nivel de empleo y de ocupación tienen relación con la dinámica y la tendencia vegetativa con que evoluciona la población.
Una correcta evaluación no puede perder de vista, por ejemplo, que en enero ppdo. el comercio exterior sufrió una sensible caída que redujo nada menos que 88% el saldo positivo de un año atrás, circunscribiendo a un muy estrecho superávit de US$88 millones que preocupan más porque las exportaciones habidas fueron las menores de los 45 meses precedentes.
Aun en ese escenario sorprende que las importaciones de combustibles hayan descendido 24% según el cotejo interanual. Dado que no hubo dificultades de provisión, debe suponerse que se había constituido una cierta reserva preventiva que evitó todo tipo de problemas, pero no puede cuantificarse hasta cuándo podrán hacer ese tipo de “economías” sin afectar la ocupación.
En cuanto a la subocupación, es decir cuando se trabaja entre 1 y 35 horas sin lograr completar la deseada jornada semanal, ha quedado para fines de 2013 en 7,8%, lo cual significa un avance respecto al 9% en que fue calculada a fines de 2012. Cabe considerar que, en total, la población económicamente activa asciende a 18 millones de personas; de las cuales 1,1 millón se mantiene desocupado en forma absoluta y 1,4 millón asume el carácter de subocupado (se computan como ocupados los que sean en ese momento beneficiarios de planes sociales).
Los indicadores hasta el término de 2013 fueron, por lo tanto, muy buenos e incluso el panorama global debe ser considerado favorable pues la desocupación abierta, tal como ya se mencionado, descendió a 6,4%, constituyendo la mejor marca del último quinquenio. Ello significa, además, que en el transcurso de un año se ha logrado hacerla bajar 0,6%.
El área más conflictiva
Dentro de un colectivo tan heterogéneo como el descripto se advierte que la franja más problematizada corresponde a los jóvenes de 18 a 24 años, formada por 4.886 miles, casi 12% de la población general total. El carácter de “desocupados absolutos” incluye actualmente a 551miles (11,3%) quienes, obviamente, no logran acceder a ocupación alguna. Contra lo que se pueda suponer “a priori”, están diseminados dentro de todos los sectores que conforman la llamada “pirámide social”. No se trata siempre de falta de voluntad o aptitudes sino en muchos casos opera una decisión personal rayana en la autoexclusión. En otra que está cubierta por 1.459 miles (29,9%) se ubican los que sólo estudian y, en su gran mayoría, pertenecen a las capas medias o superiores de la sociedad.
Un tercer cuantioso grupo abarca a los que trabajan y, paralelamente, estudian, los cuales han sido estimados en 885 mil (18,1%) y su tránsito universitario o de formación científica y/o técnica se suele extender por bastante más tiempo. La media en estos casos, según la especialidad elegida, oscila, en promedio, entre 8 y medio y 9 y medio años.
Sin que se haya confeccionado un censo, se supone que los profesionales recibidos y en actividad llegan a 3 millones; y se desempeña con carácter de “libre ejercicio” en la respectiva profesión aproximadamente la mitad.
El resto de los planteles de personal lo hace en puestos permanentes dentro de empresas, ya sean públicas o privadas, cuyo cuadro general se completa con los restantes 1.243 miles que se resignan a ocupar un puesto de menor importancia y, por lo general, también bajo relación de dependencia, considerándolo su medio habitual de vida sin abrigar mayores aspiraciones de superación.
El circuito más modesto en cuanto a formación pero también el más numeroso, de aproximadamente 5 millones -64% varones y 34% mujeres- corresponde a los de escasa o ninguna calificación.
La reciente creación del denominado “Plan Progresar”, cuando llegue a asumir su máximo alcance, podrá coadyuvar a mejorar la productividad individual y colectiva. Si bien no garantiza en forma indubitable su mejor inclusión, es obvio que podrá ayudar a lograr en menor tiempo y con superior eficiencia ese fin.