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La evolución de la población dinámica

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La preocupante maduración masiva de la pirámide de población con envejecimiento creciente y un achicamiento de la franja más joven estrechará la “población activa” y ello incidirá sobre la incorporación del factor trabajo al circuito productivo.

Por Salvador Treber – Profesor de Postgrado-FCE-UNC

A fines de octubre de 2010 se anunció que el planeta Tierra estaba poblado por siete mil millones de seres humanos; culminando un extenso proceso que hasta ese momento aparecía cada vez más acelerado. Cabe recordar que desde el origen de la vida humana hasta el año 1804, la población totalizó los primeros mil millones, duplicando esa cifra para 1927 en el transcurso de 123 años. A partir de entonces, en los 83 años que median para llegar a 2010 -cuando se alcanzó la marca de siete mil millones- el promedio se redujo a 16,5 años.

Esas etapas se lograron finalizar bajando en forma sucesiva el tiempo necesario para concretarlas y para cada uno de los 5.000 millones posteriores, se advierte que el tercer escalón demandó para cumplimentarse 31 años pero que en el caso del séptimo apenas 12 años. Los demógrafos advierten que este tipo de progresivo incremento poblacional será desde ahora lentificado; modificándose sensiblemente las modalidades conocidas.

En términos más específicos, estiman que entre 2010 a 2065 se adicionarán 4.200 millones de seres para luego entrar en varias décadas de estancamiento pero posteriormente se comenzaría a transitar una curva negativa de ritmo más descendente. Es obvio que esto sucederá si se mantienen sin mayores cambios las formas que rigen actualmente en cuanto a reproducción de la especie humana; permitiendo que prosiga en tal forma, la consecuencia será una notoria y muy preocupante maduración masiva de la pirámide de población.

Los aspectos más negativos del proceso
En primer lugar, debe advertirse que la respectiva pirámide en todos sus tramos disminuirá proporcionalmente su magnitud y, por consiguiente, se irá elevando cada vez más la edad media en todas ellas; es decir, estaríamos ante un envejecimiento crecientemente multitudinario con clara contracción de la franja más joven y correlativa ampliación de la que supera 64 años. Esto ya ha comenzado a suceder en una serie de países europeos, especialmente del este y centro; sin embargo, en esta década se está acentuando en el mencionado continente y en Japón.

Este último país puede ser tomado como de ejemplo anticipatorio de lo que se irá generalizando con el transcurso del tiempo. Allí los que tienen entre cero y 14 años representan sólo 13% de su población mientras la franja de mayores de 64 ya incluyen a 22%. Las tradiciones y acendradas costumbres juegan en contra debido a que no son nada fáciles de modificar; aspectos que han impedido que tengan algún éxito los intentos de revertir esa tendencia y, por el contrario, está descendiendo su número global a un ritmo que en las próximas décadas tenderá a acelerarse. Por el momento, se ha calculado que de los 127,7 millones de habitantes en 2008 disminuirán durante el breve lapso de siete años (hasta 2015 inclusive) en 2,4 millones quedando reducidos a 125,3 millones.

No menos sugerente es la realidad que se vive en Alemania, la economía más potente de Europa, donde los más jóvenes son 14% y el tramo de los mayores de 64 años ya asciende a 20%. Por ello el muy bajo índice de crecimiento anual de la población (+0,2%) que se registró en el período 1990-2008 se trocó en negativo en -0,3%. También se estima que en el mismo lapso de siete años habrá una caída de 1,5 millón de habitantes; retrocediendo la población del país de 82,1 a 80,6 millones.

Población económicamente activa y ocupada
En el contexto antes referido, es obvio que se irá también estrechando cada vez más la participación no sólo de lo que se conoce como “población dinámica” sino que incidirá en semejante medida sobre la incorporación del factor trabajo al circuito productivo. Pese a estar dentro la franja central, no todos los que la componen están dispuesto o pueden incorporarse al mercado laboral. Quedan de hecho excluidos los que ocupan todo su tiempo disponible en cursar los diversos niveles de los ciclos educativos, las señoras que se desempeñan exclusivamente como amas de casa y los que tienen impedimentos físicos o psíquicos.

En cuanto al colectivo residual, constituye la “población económicamente activa”; aun cuando dentro de ella hay que distinguir a los que trabajan toda la jornada, es decir, están “plenamente ocupados”, de los que haciéndolo entre una y 35 horas semanales, desearían incrementarlas, razón por la cual son reconocidos y diferenciados como “subocupados”. El cuadro se completa tomando en cuenta a los que buscan trabajo y no lo consiguen, quienes revistan bajo la denominación de “desocupados absolutos”.

Lo deseable sería que esta categoría no existiera o que, en su defecto, impliquen una franja muy minoritaria y en proceso de extinción. Actualmente la situación aparece diametralmente inversa en la Unión Europea, donde los “parados” absolutos, a fines de febrero pasado, ascendían a 26,3 millones -10,9% de la población total-; además, preanuncian que para fines del presente año esa cifra se elevará nuevamente en sensible proporción. Resulta oportuno advertir al respecto que sólo en 2012 se registró un incremento de 1.800.000, es decir, a una media mensual acumulativa de 160 mil por cada mes transcurrido.

En cuanto a Estados Unidos, para 2009 en esas condiciones llegaban a representar 9,4% -16,4 millones- los datos disponibles más recientes revelan una cierta reducción ya que el porcentual sería ahora de 7,9%. No obstante los analistas más responsables detectan una reversión pues, en alta medida, esa aparente mejora se debe especialmente a que alrededor de 1,3 millón de ex asalariados desocupados perdieron toda esperanza de acceder a un puesto y por ello dejaron de buscar trabajo; no integrando actualmente por tanto la población económicamente activa. A todos ellos habrá que sumar los que se prevé serán despedidos durante 2013.

El escenario de las “economías emergentes”
Este grupo incluye a 174 países y sus principales exponentes son China e India. La primera en 2010 ocupaba el segundo lugar detrás de EEUU, medidos según sus respectivos PBI y se anuncia que para 2016 pasará a la cima. De su población en 2008 (1.324,7 millones), 72% correspondía a la dinámica, siendo equivalentes en proporción (13%) a cada una de las dos franjas, los jóvenes hasta 14 años y los mayores de 64.

Dado que hasta octubre de 2012 regían restricciones a que los nacimientos no sean más de uno por familia, lograron que la tasa descendiera a 12 por mil; lo cual se ha compensado con una igualmente baja de defunciones (siete por mil); esquema que, de mantenerse, causaría hasta fin del presente siglo una reducción de 25,3% en el total de su población. Como ello los debilitaría en muy alto grado, a fines de 2012 se flexibilizó esa política para no perder recursos humanos.

En India, en 2008 la población era de 1.140 millones; puesto que no existen controles de ninguna especie, se anticipa que en 2020 equipararía a China y desde entonces pasará a sustituirla en la cima por el número de habitantes (el índice de nacimientos es de 23 por mil). La franja de jóvenes que componen la población global asciende a 32% de ésta; la dinámica llega a 63% y los mayores de 64 años representan la relativamente insignificante proporción de cinco por ciento.

El contraste más patético con tales realidades se verifica en las economías de menor nivel de ingreso por habitante, que en 2008 contaban en conjunto con 927,2 millones; su tasa de mortalidad es de once por mil y la de nacimientos, de 32 por mil. Estos registros sólo son superados por los 818,3 millones que viven en África Subsahariana pues dichos registros son, respectivamente, de 14 y 38 por mil.

Los indicadores de productividad
La combinación de los dos factores de la producción -trabajo y capital- a los que se suma cada vez con mayor intensidad el agregado tecnológico, se traduce en los diversos niveles de producción; estrechamente relacionados en cuanto a sus resultados por el nivel de eficiencia con que aquélla se haya realizado y el grado de actualización que observen dichos procesos.

A su vez, las economías nacionales más atrasadas pese a registrar altos niveles de ocupación -tanto masculina (69%) como femenina (56%)- exhiben una elevada proporción de su fuerza de trabajo afectada a su explotación de su sector primario, en especial la agricultura. Ésta se desempeña teniendo a disposición escasas dosis de capital y técnicas muy superadas, reflejándose negativamente en sus resultados. No obstante, la tasa negativa de productividad que tenían en 1991/92 (2,8%) se logró revertir para 2003/05, cuando fue positiva de 4,5%.

En este aspecto aparece una vez más China, pues entre las dos fechas antes referidas la productividad laboral pasó de 6,8 a 9,2%. Un “salto” no menos significativo se detecta en India, donde hizo lo propio partiendo de un mediocre uno por ciento a 5,8%, influido por una especialización muy intensiva hacia la electrónica más sofisticada.

Por el contrario, Estados Unidos que es desde hace más de medio siglo el mayor productor y exportador de excedentes agrícolas y bienes industriales, se ha mantenido en ambas décadas dentro de niveles más bien modestos (1,7% en 1990/92 y 1,9% para 2003/2005). Estos ejemplo,s que parecen contradictorios, se deben a que todos los indicadores expuestos toman como referencia precedente lo entonces sucedido en cada país y son por todos conocidos los avances relativos que vienen protagonizando China e India respecto de EEUU.

Un verdadero baldón para la Humanidad es el grado de explotación que se realiza en perjuicio de la infancia. Sin ir más lejos en Perú, con datos para 2007, el Banco Mundial consigna que 42,2% de personas menores de edad está sometido a extensas jornadas de trabajo obligatorio. Los casos más extremos corresponden a dos países africanos, Sierra Leona (62,7%) y Chad (60,4%).

Semejante situación de virtual esclavitud constituye una verdadera lacra que debiera avergonzarnos e impulsar todas las acciones indispensables para terminar con tan calamitosa práctica.

Si bien la proporción es mucho menor, el hecho que Argentina figure en esta estadística del oprobio para 2004, con 12,9% de niños en situación semejante, nos debe llenar de vergüenza y culpa; aunque 56,2% de ellos lo sea en el ámbito familiar.

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