Por el Colegio de Agrimensores de la Provincia de Córdoba / agrimensorescordoba.org.ar
Los desafíos que se imponen a esta práctica profesional en la actualidad deben pensarse a la luz de los nuevos desarrollos tecnológicos y, al mismo tiempo, revalorizar el rol de quienes se desempeñan laboralmente en este campo
La aparición de nuevas tecnologías, en todos los ámbitos, genera siempre una revolución de expectativas y una renovación de la confianza en la idea de ‘progreso’. Y esto se debe, en parte, a que esas tecnologías aplicadas, por ejemplo, a la práctica profesional suponen una reducción en los tiempos de resolución y una simplificación en los tiempos de ejecución de las tareas.
Sin embargo, debemos morigerar ese entusiasmo y no perder de vista que el ejercicio profesional no puede reducirse a la ejecución mecánica de tareas.
La agrimensura es una disciplina fundamental para el desarrollo y la organización del territorio (sea de administración municipal, provincial o nacional). Los agrimensores y agrimensoras desempeñan un rol fundamental en las sociedades, ya que su ejercicio profesional permite (junto al de otros actores) brindar seguridad jurídica en el tráfico inmobiliario. Y esto es así, independientemente de la tecnología disponible en cada época. En ese sentido, el rol profesional es algo más complejo y completo que la mera ejecución de procedimientos “para medir”, por más precisión que se pueda obtener con el uso de equipamiento.
Sería una necedad desconocer que, en las últimas décadas, los avances tecnológicos han revolucionado la forma en que las y los profesionales de la agrimensura realizan su trabajo, agilizando los tiempos de ejecución y facilitando las tareas de campo. Sin embargo, ello de poco serviría sin la formación en diversos campos claves para gestar y forjar una formación y un criterio profesional aplicables: legislación argentina, álgebra, geometría, trigonometría, fotogrametría, astronomía e historia política, entre otros.
Instrumentos
Entre las tecnologías que han revolucionado la agrimensura se encuentran el Sistema Global de Navegación por Satélite (GNSS, que engloba a GPS y GLONASS de origen estadounidense y ruso, respectivamente; y a Galileo), los drones y el LiDAR.
Cada una de estas herramientas ofrece una serie de beneficios para diversos escenarios y objetivos, permitiendo obtener resultados precisos y confiables.
Por ejemplo, el uso de GNSS ha permitido a los agrimensores determinar la ubicación de puntos geográficos con una precisión y a una velocidad nunca antes vista. Esto ha permitido una mayor eficiencia en la planificación de la construcción de rutas, puentes, túneles y el monitoreo de cambios en la superficie de la tierra.
Los drones, por su parte, ofrecen una visión aérea detallada del terreno, simplificando lo que antes debía ejecutarse con aviones tripulados, lo que significaba –además de costos mucho mayores– un acceso restringido a dicha información.
El LiDAR, por último, es una herramienta que al utilizar pulsos láser para medir la distancia entre el sensor y la superficie del terreno (atravesando la vegetación), permite –por poner un ejemplo– recabar información precisa sobre niveles en la superficie de un terreno, tal como utiliza de soporte el Equipo Argentino de Antropología Forense para la detección de enterramientos clandestinos.
Ahora bien, como mencionamos antes, las herramientas disponibles permitirán un trabajo de campo más ágil, un procesamiento más rápido de la información obtenida, un plano que puede elaborarse y corregirse sobre la marcha, y así. Pero ninguna herramienta puede establecer que el límite jurídico “se ubique exactamente allí y no en otro lugar”.
El proceso de determinación de límites de un inmueble es complejo y depende de una variedad de factores que sólo pueden ser interpretados y estudiados por un o una profesional, cuya formación le permita relacionarlos y valorarlos de manera correcta. En algunos casos, los límites de un inmueble pueden parecer obvios, pero en otros, pueden requerir decisiones delicadas del agrimensor o agrimensora, que debe interpretar cada caso particular a la luz de su relevamiento en el campo, de los antecedentes cartográficos y registrales consultados y de toda otra información relevante para cada situación.
Esto es así para todos los casos: desde el estudio de antecedentes a la ejecución del trabajo de campo (o trabajo de campaña, como suele denominarse) para relevar hechos existentes, el agrimensor debe elegir sus puntos de referencia. Debe saber el origen de los límites de inmuebles vecinos, si existen canales de riego registrados, si hay o hubo una traza de ferrocarril, y muchos etcéteras más.
En conclusión, aunque la tecnología actual ha mejorado significativamente la precisión y eficiencia en los relevamientos, el papel de los agrimensores y agrimensoras sigue siendo crucial para garantizar la precisión y justeza de dichos resultados. Más allá de la tecnología disponible, el ejercicio de la agrimensura implica tomar decisiones críticas en el campo y en el gabinete para determinar correctamente los límites de un inmueble. Y ese rol, no puede ser reemplazado.
Digitalización y pospandemia
Algo similar a lo planteado anteriormente ocurre cuando pensamos en la digitalización de trámites: la celeridad se impone como valor y desdibuja la centralidad de otros elementos cruciales, hasta que su costado menos amigable se muestra con más claridad.
Con la paulatina implementación de la digitalización comienza a dibujarse la temida contracara: el reemplazo del criterio humano –elemento indispensable para la resolución de cualquier situación– por el anonimato de la máquina y sus respuestas automáticas.
La transformación y adecuación del Estado al nuevo contexto se vieron aceleradas por la pandemia de coronavirus en el año 2020.
El aislamiento y posterior distanciamiento de las personas, con la apertura progresiva de espacios de circulación y consumo y el inicio del funcionamiento remoto de (algunas) oficinas públicas permitieron a la sociedad buscar caminos de reactivación luego de la primera ola de la pandemia.
En el caso de Córdoba y para el caso de las instituciones estatales, poner a girar nuevamente la rueda no fue sencillo, ya que la mayoría de sus oficinas (a excepción de algunas dependencias del Ministerio de Finanzas) no tenían familiaridad “prepandemia” con las formas remotas de atención de consultas y gestión de trámites.
Mediante un gran esfuerzo, el gobierno de la provincia de Córdoba fue transitando el camino a la digitalización total de las gestiones ante el Estado. Sin embargo, la metáfora de Mary Shelley sobre el monstruo inmanejable reaparece poniendo en riesgo la pérdida de un horizonte común de desarrollo y bienestar.
Y eso ocurre cuando caemos en la trampa de confundir agilidad e inmediatez con eficacia y eficiencia. El rol del Estado y sus agentes no puede perderse detrás de una pantalla. La tecnología es un medio y no un fin en sí mismo. Confundir el camino con el destino puede ser peligroso.
Con la digitalización entramos a recorrer un laberinto del que saldremos sanos y salvos si comprendemos que las nuevas tecnologías son herramientas que deben ser empleadas bajo el mandato de objetivos humanos y humanistas, buscando la integración de la sociedad en un mundo con más inclusión e igualdad.
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