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La volátil relación con los Estados Unidos

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LA NECESIDAD DE UNA ESTRATEGIA DE LARGO PLAZO. EL CASO DE PERÓN Y UNA VISIÓN DE ESTADO

Por José Emilio Ortega y Santiago Espósito (*)

La historia de las relaciones entre la Argentina y EEUU está signada por interferencias y tensiones. Pero más allá de éstas, por la incapacidad para procurar la cooperación bilateral.

Desmitificamos al respecto una premisa falsa. Las desavenencias con los EEUU no comenzaron con Juan Domingo Perón.

Ni los gobiernos liberales conservadores, como tampoco el radicalismo de Hipólito Irigoyen o Marcelo T. de Alvear trataron de modificar el esquema básico de dependencia de Argentina con Gran Bretaña heredado del siglo XIX. De hecho, la administración yrigoyenista fue tan cuidadosamente neutral como su antecesora en el trato con los países beligerantes durante la Primera Guerra Mundial.

La idea de que el mercado británico era suficiente para el modelo agro exportador vernáculo generó una convicción de autosuficiencia y un sesgo aislacionista respecto del sistema internacional. 

El mismo pacto Roca-Runciman (1933) abonó la posición de desconfianza argentina hacia el resto del mundo. Ingresando a la Segunda Guerra Mundial (1939), las posiciones de Roberto Ortiz y Ramón Castillo fueron duras ante la presión de EEUU (se votó en contra aún tras el ataque japonés a Pearl Harbor). Tampoco cambiaría la actitud del gobierno argentino luego del golpe militar de 1943. La Argentina recién declararía la guerra al Eje en marzo de 1945 y alcanzaría a incorporarse al esquema occidental casi al cerrarse toda chance de ingreso a Naciones Unidas

En ese mismo 1945, el coronel Perón -con una habilidad inigualable- aprovecharía las torpezas del nuevo embajador estadounidense Spruille Braden, generando en febrero de 1946 una de las más formidables consignas de campaña política de nuestra historia. Ya con grado de general y en el gobierno, y a pesar de la tensa relación con Washington agravada al reestablecer Buenos Aires las relaciones con la URSS, Perón actuó con retórica agresiva pero actitud prudente, adhiriendo al TIAR y adoptando una postura pro occidental.

Los gestos de amistad de Perón hacia el norte se redoblaron en su segundo mandato y continuaron hasta su derrocamiento (1955). Debido a la crisis fiscal, Perón presentó un proyecto para atraer inversiones extranjeras y alentó misiones diplomáticas y económicas de EEUU. 

En 1954, firmó un convenio con la Empresa Standard Oil de California que concedía derechos para explorar y explotar recursos petrolíferos. En este contexto de buenas relaciones, el Eximbank autorizó un crédito de 60 millones de dólares para la acería de San Nicolás, indispensable para la industria pesada, financiamiento que llegaría tras el fatídico golpe septembrino en el mejor momento de las relaciones argentinas con los EEUU.

Durante su exilio, Perón viviría en un hotel de EEUU (en Panamá) pero retomaría una diatriba anti imperialista y una imagen algo ambigua, indispensable en la «resistencia». Pero entre la Cuba de Fidel Castro (con quien mantuvo relación) y la España de Franco (finalmente aliado norteamericano por anticomunista), Perón optó por hacerse un lugar en el barrio madrileño de Puerta de Hierro.

En tanto, la relación de los gobiernos argentinos con EEUU, entre dictaduras y gobiernos constitucionales, pasó por cercanías (Aramburu, Frondizi, Onganía), y distancias (Illia, Lanusse). 

La vuelta del Peronismo en 1973, con Héctor Cámpora que gobernó sólo durante 49 días, supuso un giro a la izquierda, rompiendo el bloqueo económico con Cuba por ejemplo. Perón, un garante para Occidente de estabilidad política en un contexto de crecimiento de la insurgencia en el continente intentó en su tercer gobierno programar una visita oficial a Estados Unidos, apostando al embajador Alejandro Orfila. El destino finalmente lo impidió.

La última dictadura y Raúl Alfonsín sostuvieron líneas erráticas e inconstantes, dominadas por las convulsiones (políticas y económicas) y los coletazos finales de la Guerra Fría.

Ya en los 90, caído el muro, la presidencia de Carlos Menem supuso las relaciones “carnales” con EEUU luego de varias asperezas con Raúl Alfonsín: llegaron así el retiro del Movimiento de No-Alineados, la visita de Estado a Israel y el reconocimiento de la Argentina como aliado extra-OTAN. Con Fernando de la Rúa también se produciría la condena a Cuba.

Crisis 2001 mediante, Eduardo Duhalde sólo cambió la postura anticastrista como parte de la campaña electoral de Néstor Kirchner en 2003. El ex gobernador de Santa Cruz comenzó a alinearse con los gobiernos de izquierda que fueron llegando al poder en la región y que tuvo su cenit con el famoso “ALCA al carajo” chavista (Mar del Plata, 2006).

La recuperación económica argentina generó condiciones para cancelar la deuda con el FMI. Los triunfos electorales de Cristina Fernández (2007) y de Barack Obama (2009) generaron una esperanza de mejora en las relaciones, pero solo empeorarían con la firma del Memorando de Entendimiento con Irán en 2013.

Tras una relación correcta pero irrelevante (salvo por el grave escándalo con el FMI, por todos conocido) entre Mauricio Macri y Donald Trump, el gobierno de Alberto Fernández demuestra el claro ejemplo de la contradicción entre la proclamación de la autonomía y la dura realidad de una verdadera necesidad de establecer buenos vínculos.

La obtención del crédito del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) por 700 millones de dólares por parte del Ministro de Economía Sergio Massa es aire fresco para las reservas después del errante viaje de su efímera antecesora por Washington. 

Por más que Fernández presida la Celac o integre el Grupo de Puebla, Argentina necesita un vínculo óptimo con Washington –queda pendiente otro crédito por 500 millones de dólares y, por supuesto, se busca un gesto de Joe Biden para lograr el apoyo del FMI-.

Pelearse para luego buscar el modo de amigarse después pareciera una constante de la historia argentina. Existen réditos políticos inmediatos y dificultades ulteriores que han fomentado los prejuicios y la desconfianza.

La guerra en Ucrania y la tensión comercial entre EEUU y China, ofrecen oportunidad para moverse con inteligencia. Es hora de actitudes realistas, aunque sea maquillada como «periférica» por Carlos Escudé, con Washington.

Y dejemos de echar culpas sin razón. Perón, profesor de historia militar y estadista, entendía al mundo como ningún presidente argentino hasta hoy, relativizando la cuestión ideológica de los imperialismos.  

(*) Docentes UNC.

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